miércoles, 30 de septiembre de 2015

Terapia

Llegó el momento de empezar terapia.
Hasta ahora no sentí la necesidad, sinceramente. Sentía que estaba haciendo mi duelo, que estaba transitando la tristeza a mi ritmo, y que no tenía ni necesidad ni deseos de hacerlo en voz alta en un consultorio. Ahora sí. Ahora siento que necesito un espacio para reflexionar y procesar con ayuda. Ya no la terapia de mi juventud, esa de arrancar con el primer recuerdo y empezar a desovillar la madeja; no, necesito algo cortito y al pie. Estos meses fueron meses de sostener la pared con las manos, tratando de que no se caiga ningún ladrillo; ahora es momento de dejar que caiga alguno, pero en un espacio seguro.
Todo tiene su tiempo. El 3 de noviembre será el de empezar una nueva fase en este largo camino que me toca recorrer a ritmo caracol.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Hoy es 28 y casi lo olvido

Mi hermana me mandó hace un rato un mensaje de Whatsapp con un corazón lila, que es el que usamos siempre que estamos hablando de Emilia, y me vino a la mente que es hoy es 28, que hace 8 meses que la mariposa se fue volando a ver las cosas desde otra perspectiva, y me sorprendió tanto como me alegró darme cuenta de que lo había "olvidado", que puedo vivir sin anclarme a esa fecha tan horrorosa, a ese día tan pesadilla, tan historia de terror; me alegró tanto darme cuenta de que siempre recuerdo los 21 -a veces de mejor ánimo, a veces más bajón, pero siempre volver a ese día es celebrar la vida y emocionarme con su recuerdo, revivir su nacimiento y el optimismo y la felicidad y la luz que su memoria irradia-, pero que puedo "olvidar" los 28 y su oscuridad; no traerlos a la memoria consciente, tal vez sea más lo que me pasa, porque olvidarlo de verdad es imposible, pero sí elegir ignorarlo para que no se crea el centro: no 28, no sos centro; no muerte, tristeza, oscuridad, no son protagonistas, no son Emilia, son exactamente lo opuesto.
Emilia es luz, vida, celebración y hermosos recuerdos, y lo bueno le tiene que ganar en mi memoria al horror.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Las opciones

Estuve un poco boyando estos días, dando vueltas en redondo, como cuando te encontrás en la cocina y después no te acordás para que fuiste; así, avanzando a los tumbos. No sé bien qué siento. No sé bien qué quiero.
Llegaron los nuevos resultados de IC y es una cosa de locos, dan cada vez peor. Ahora mejoraron unos parámetros y empeoraron otros, pero la cuestión es que cada vez contamos con menos nadadores. Entonces estoy despidiéndome de la fantasía de los embarazos naturales, porque, vamos, pocos nadadores, casi 40 pirulos, una trompa menos... convengamos que es seguir agarrada a una ilusión medio ciega. Él está en fase de negación: me dice que al final estos resultados son cualquier cosa, que cómo puede ser que de una vez a la otra sean resultados diametralmente opuestos y blablá. A mi me irrita que se ponga en esa posición, preferiría que se preocupe y salga corriendo a pedir un turno con su andrólogo, que trate de compensar con gestos de buena voluntad esto de que yo por cuestiones relativas a nuestro proyecto de paternidad ya entré cuatro veces al quirófano, pero bueno, no sé qué pretendo, darle el libreto para que viva y sienta a mi gusto, no se puede. Además soy injusta, y lo sé. Lo digo de enojada. Por eso preferí cerrar el pico y dedicar mi energía a soltar la preocupación por la cantidad de nadadores, porque si acepto de una vez por todas que lo nuestro -si se vuelve a dar- va a ser con un laboratorio de por medio podría relajar y dejar de hincharnos las pelotas.
Y además hay otra cosa: en varios blogs amigos últimamente encontré reflexiones sobre el camino de la adopción que me resultaron un bálsamo. Sentí un gran alivio al permitirme pensar en una nueva puerta a la maternidad, porque siento constantemente la presión de la carrera contra el tiempo y es una cosa horrible, una cuenta regresiva a la infelicidad. Siento que tengo una tonelada de cosas para pensar, pero que todas me llevan a ver una luz al final del túnel.
Hoy es 21 de septiembre, empieza la primavera. Hace un año la tenía a Emilia durmiendo en la wawita violeta mientras le sacábamos fotos junto a un cartel que decía algo así como "Hoy cumplo un mes, traje la primavera y la festejamos en casa!" y todo era optimismo y alegría desmedida.
Hoy el panorama es distinto, no tengo alegría ni optimismo, pero mi deseo para este nuevo ciclo que comienza es que florezcan el amor y la vida, en todas sus formas, y que alguna de ellas nos abrace.

martes, 8 de septiembre de 2015

Volver, una vez más

Acá estoy de nuevo en la oficina, después de unos cuantos días fuera de acá y también fuera de mí. Ni bien llegada de la clínica a casa lloré durante días a los gritos, sacada. Lloré de rabia, lloré de pena, lloré redondo, gordo, caliente de frustración, de impotencia, de injusticia, de odio. Lloré en la cama, en el living, abrazada a la osa gigante de Emilia, lloré en su cuna, de rodillas, parada, bajo la ducha, haciendome mates, en el balcón. Lloré en todo momento y lloré por todo, menos de dolor físico, porque lo que es doler, nada. Me operaron por laparoscopía, así que la recuperación fue genial, solo me quedan cuatro puntos que me recuerdan que tengo una trompa menos. Lo que tengo es el alma maltrecha por esta crueldad innecesaria de la vida, de hacerme pasar el primer aniversario del nacimiento de Emilia recuperándome de este chasco.
Durante esos días me di permiso para tenerme pena y lloré amargo, tendido, sintiéndome una mártir, la víctima de un elefante déspota que no se cansa de caminarme encima. Tengo que reconocer que abusé un poco, incluso, de ese papel.
Pero es momento de parar un poco con esta espiral negativa de la auto-conmiseración, porque sino se vuelve real. Uno es uno y sus circunstancias, y estas son las mías. Muchas buenas y muchas malas. Dejar que las malas me venzan sería dejar de ser quien soy, y fue recién a través de estos trances que me tocaron pasar que pude pispear la naturaleza de mi verdadero yo. Mi verdadero yo está habitado por un tipito que se mata pedaleando en el centro de mi alma. Pedalea, pedalea, pedalea, y por un sistema de poleas con ese pedaleo genera un viento que anima una llama, en el medio de mi corazón. Esa llama calienta y calienta y por otro sistema cuyos detalles ignoro me activa. "Me activa" es una manera amable de decirlo, porque en realidad me obliga, me empuja, me tironea para adelante, aun cuando no tengo ganas de nada. Yo soy yo gracias a esa llamita que me impulsa a seguir.
Así que acá estoy, siguiendo.