lunes, 29 de agosto de 2016

Y un día nació Elena...

Y mi corazón y mi alma recordaron ese amor gigante, visceral, eterno y perfecto que ya conocían y habían olvidado; ese amor sanador, reparador, universal, que renació y estalló en mil colores a las 9.50 del 25 de agosto. Un amor que inundó el quirófano en ese segundo suspendido en el tiempo, cuando IC me sostuvo la cabeza para que pudiera verla salir a la vida fuera de mi, puchereando, blanca, hermosa, mía...
Bienvenida Elena, bienvenida mi amor!


Amor

domingo, 21 de agosto de 2016

Dos años, Emilia

Hace dos años nacías, mi pulga, mi chiquitita ojos de mar, la gran luchadora de mi vida, mi gran amor; llegabas y me convertías en mamá, me mostrabas lo mejor de la vida, me hacías poner todo en perspectiva, me hacías mejor persona, más valiente, más corajuda, más amadora. En estos días tan especiales en los que estamos esperando que llegue tu hermana estás tanto o más presente que de costumbre, porque para que hoy yo sea esta mujer, y tu hermana esté acá a punto de nacer, y tu papá, y nuestra familia y amigos, para que todos nosotros seamos quienes somos y estemos donde estamos hizo falta que todo fuera exactamente como fue. Hizo falta que vos vinieras y nos enseñaras tanto, y nos mostraras tanto, y nos deslumbraras tanto, hizo falta un fuego tan profundo, tan fuerte, tan brillante como el tuyo para que pudiéramos ver las cosas bajo tu luz.
Te amo Emilia, para siempre, incondicionalmente.
Mamá.


lunes, 1 de agosto de 2016

Empezamos agosto

Arranca el mes que me traerá a Elena, y arranca mi licencia por maternidad, que en los papeles empezó el miércoles pasado, pero que en la realidad no se hizo efectiva sino hasta hoy, de tan tapada que estaba de trabajo. Y, mientras tanto, en este tiempo: 36 semanas cumplidas el viernes pasado, una panza gigante, una beba considerada con su mamá, que se mueve cada vez que me pregunto mentalmente "¿Cuánto hace que no se mueve?". Y una visita al consultorio de la obstetra que terminó en una cata de bombones que le acababan de regalar, porque sí, era la última paciente, y es todo tan relajado esta vez que ni la balanza ni el tensiómetro me arruinan momentos como esos, donde siento que soy una más, que todo está bien porque "es lo normal" (JA). Un curso de preparto abandonado en la mitad, del que aprendí lo justo y necesario (lo daba una señora de 82 años, el curso no era exactamente lo que estábamos buscando, aprendí a respirar y a pujar, pero me permití huir cuando me di cuenta de que no íbamos a salir nunca de ese loop infernal); una excursión con mi mamá al barrio de las telas para comprar las cortinas de mi chiquita; un escritorio pintado para convertirlo en cambiador, una habitación que me permito preparar con tiempo, que disfruto convirtiendo en la habitación de Elena, esperándola. Y siempre, en el fondo del paladar, esa sensación de magia, de bendición, de regalo infinito, de fortuna infinita, de arcoiris al final del camino, esa emoción que me embarga de saber que esto que estoy viviendo es un sueño hecho realidad, y que estoy lista para recibirlo. 
Hola Elena, mi amor, te estamos esperando.