sábado, 28 de febrero de 2015
Un mes
martes, 17 de febrero de 2015
Tres semanas y un sueño
Mañana se cumplen tres semanas y la extraño cada día, cada minuto, cada segundo, con cada célula de mi cuerpo.
Desde que Emilia se hizo rayito de sol vengo despertándome cada día en medio de la noche. Supongo que algo me perturba, un sueño o algún pensamiento; sin embargo, hasta anoche no recordaba haberla soñado nunca. Pero ayer soñé con ella. Soñé que Emilia moría en mis brazos y que yo la arrullaba, la mimaba, la besaba, le cantaba suavecito, la acariciaba y la protegía hasta el final. En el sueño me sorprendía ver cuánto tardaba en apagarse. Finalmente ella se iba con una sonrisa en sus labios y mucha paz en su rostro. Creo que eso intenté darle hasta último momento, y creo que un poco lo logré. Supongo que por eso también me desperté sin culpa.
Pero la echo tanto de menos que cada vez que lo pienso me dan ganas de llorar.
jueves, 12 de febrero de 2015
El ácido fólico
Ella no va a volver, pero podemos sentir nuevamente ese amor infinito.
Cosmos: ¡danos una manito esta vez! Queremos la revancha.
miércoles, 11 de febrero de 2015
Dos semanas, tres corazones
Hoy se cumplen dos semanas de su partida y siento que no voy a poder superar jamás mi animadversión hacia los miércoles.
Estos días pasó algo particular: cada día que salimos a caminar encontramos un corazón rojo de papel metalizado tirado en el suelo. Me causó sorpresa cuando me topé con el primero, porque recordé que ya me había pasado de encontrar uno una vez, en Buenos Aires, el día que nos casamos. Lo puse en la heladera agarrado con un imán. Desde que llegamos a Berlín encontramos un corazón por día, el primero lo vi yo, el segundo IC, el de ayer nuevamente yo.
Imposible no tentarse y pensar que nos los va mandando Emilia, mi corazón de algodón, mi pompón de cielo.
jueves, 5 de febrero de 2015
Una semana, un viaje
A las 23.05 hs del miércoles estábamos cenando en casa con IC, mi mamá y una amiga. Miré la hora y se me cerró la garganta: se cumplía una semana. Ahora ya hace más de una semana que Emilia está persiguiendo mariposas y yo por momentos siento que fue hace un milenio que sucedió todo, y en otros que la tengo que ir a buscar, que está durmiendo la siesta en mi cama.
Cada día estamos "mejor", tal como le prometimos. Puedo mirar sus fotos y vídeos sin terminar siempre llorando, pero el vacío, el silencio de la casa sin ella es demoledor.
Armamos un viaje de último momento: en un par de horas estamos partiendo hacia Berlín, donde vamos a quedarnos durante febrero. IC tiene una gran amiga que se ofreció a hospedarnos y nos está organizando actividades para ver si logra distraernos. Yo creo que el clima de allá, con su gris, con su bruma, con su llovizna, es perfecto para este momento.
martes, 3 de febrero de 2015
El miércoles, el horror
Fueron las horas más largas de mi vida y las pasé bordándole un corazón naranja, sentada en la sala de espera. Bordé y bordé, hasta que presentí que las cosas no iban bien. Nos vinieron a decir que mi leona la estaba peleando, pero que no la podían sacar del quirófano porque no lograban estabilizarla. Ahí arrancó la peor pesadilla de nuestra vida. Un par de horas después nos llamaron para que la veamos pasar: habían logrado detener la pérdida de sangre y la iban a subir a terapia intensiva. Nosotros saltamos de euforia, pero ahora me doy cuenta de que lo hicieron para que pudiéramos verla con vida por última vez.
Las horas que siguieron hasta que nos avisaron que Emilia ya no estaba entre nosotros me van a quedar tatuadas en el alma como las peores de mi vida. Mi princesa, "la pulga que sopapea a todas las pulgas", se había ido a un lugar de luz, se había convertido en luz. ¿Quién puede reprochárselo? Ahí donde ella está no existen las operaciones que duran seis horas, ni los cateterismos, ni los ecocardiogramas, los electros o las radiografías, ni los remedios (que tomaba religiosamente sin chistar, hasta dormida, cuatro veces al día), ni las tediosas recuperaciones ni las cicatrices, ni el dolor. Ni la nostalgia.
P.D: les agradecemos de todo corazón sus hermosos comentarios. Se los hice leer a IC (que no es lector del blog) porque me resultaron genuinamente reconfortantes en un momento de gran dolor. Él se emocionó a la par mía. Claramente Emilia dejó una enseñanza a cada uno de nosotros. Atesorémosla.