sábado, 28 de febrero de 2015

Un mes

Hoy hace un mes la llevamos a Emilia a que resuelva su destino. Antes de entrar al quirófano le hicieron un chequeo general y entre otras muchas cosas le revisaron las uñas, para ver que el color estuviera bien. Me dio un poco de vergüenza y otro poco de risa darme cuenta recién en ese momento de que tenía algo de mugre acumulada debajo de las uñas de los dedos gordos de los pies. Ahora me da orgullo, porque esa roña la había juntado el día anterior, saltando como loca en su jumper, sonriente, al ritmo de nuestros aplausos.
Así vivió ella: feliz, movediza, saltarina y serena, mi botón de vida, pedacito de mar. Y de eso me aferro para poder seguir. Me siento orgullosa de ella y también de nosotros.
Pero la extraño con cada célula, con cada glóbulo, con cada nervio, con cada cachito de piel. 



"Explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco, llevándome."
Alejandra Pizarnik

martes, 17 de febrero de 2015

Tres semanas y un sueño

Mañana se cumplen tres semanas y la extraño cada día, cada minuto, cada segundo, con cada célula de mi cuerpo.
Desde que Emilia se hizo rayito de sol vengo despertándome cada día en medio de la noche. Supongo que algo me perturba, un sueño o algún pensamiento; sin embargo, hasta anoche no recordaba haberla soñado nunca. Pero ayer soñé con ella. Soñé que Emilia moría en mis brazos y que yo la arrullaba, la mimaba, la besaba, le cantaba suavecito, la acariciaba y la protegía hasta el final. En el sueño me sorprendía ver cuánto tardaba en apagarse. Finalmente ella se iba con una sonrisa en sus labios y mucha paz en su rostro. Creo que eso intenté darle hasta último momento, y creo que un poco lo logré. Supongo que por eso también me desperté sin culpa.
Pero la echo tanto de menos que cada vez que lo pienso me dan ganas de llorar.

jueves, 12 de febrero de 2015

El ácido fólico

Lo confieso: estoy tomando ácido fólico otra vez. Amé tanto ser la mamá de Emilia que quiero volver a intentarlo, y parece que a IC le pasa igual.
Ella no va a volver, pero podemos sentir nuevamente ese amor infinito.
Cosmos: ¡danos una manito esta vez! Queremos la revancha.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Dos semanas, tres corazones

Caminamos como locos por las frías calles de Berlín. Ni el silencio, ni el orden, ni la belleza circundante de los parques y callecitas logran hacernos olvidar a nuestra pequeña Emilia, "la pulga que sopapea a todas las pulgas", como solía decirle yo, haciéndola reír. Su recuerdo es dolor por la ausencia, pero cada día aceptamos más. Bueno tal vez no es correcto usar el plural en este caso: yo acepto cada día más, IC está en una fase de odiar la vida por considerarla injusta; él siente que la vida te da para después quitarte. Yo pienso que Emilia vino como vino, con un corazoncito muy complicado y que nuestro milagro fue haber podido vivir con ella unos cinco meses increíbles, sin que se le revelara ni un solo síntoma. Esa fue la bendición, que nosotros tomamos como normalidad.
Hoy se cumplen dos semanas de su partida y siento que no voy a poder superar jamás mi animadversión hacia los miércoles.
Estos días pasó algo particular: cada día que salimos a caminar encontramos un corazón rojo de papel metalizado tirado en el suelo. Me causó sorpresa cuando me topé con el primero, porque recordé que ya me había pasado de encontrar uno una vez, en Buenos Aires, el día que nos casamos. Lo puse en la heladera agarrado con un imán. Desde que llegamos a Berlín encontramos un corazón por día, el primero lo vi yo, el segundo IC, el de ayer nuevamente yo.
Imposible no tentarse y pensar que nos los va mandando Emilia, mi corazón de algodón, mi pompón de cielo.

jueves, 5 de febrero de 2015

Una semana, un viaje

A las 23.05 hs del miércoles estábamos cenando en casa con IC, mi mamá y una amiga. Miré la hora y se me cerró la garganta: se cumplía una semana. Ahora ya hace más de una semana que Emilia está persiguiendo mariposas y yo por momentos siento que fue hace un milenio que sucedió todo, y en otros que la tengo que ir a buscar, que está durmiendo la siesta en mi cama.
Cada día estamos "mejor", tal como le prometimos. Puedo mirar sus fotos y vídeos sin terminar siempre llorando, pero el vacío, el silencio de la casa sin ella es demoledor.
Armamos un viaje de último momento: en un par de horas estamos partiendo hacia Berlín, donde vamos a quedarnos durante febrero. IC tiene una gran amiga que se ofreció a hospedarnos y nos está organizando actividades para ver si logra distraernos. Yo creo que el clima de allá, con su gris, con su bruma, con su llovizna, es perfecto para este momento.

martes, 3 de febrero de 2015

El miércoles, el horror

Se fue para el sanatorio preciosa, como siempre. Blanca como la nieve, ojos de cielo, charlando con sus grititos en el asiento de atrás del auto. Tengo la tranquilidad de haberla llevado al quirófano yo misma, haciéndola jugar y saludando a todos los que nos cruzamos en el camino. Me forcé a reír y hacer bochinche, como siempre, para que estuviera tranquila. Creo que lo logré. La recosté en la mesa de operaciones, le sostuve las manos hasta que la durmieron, le di un beso en su puñito izquierdo y me fui. Sé que no pasó más nada  en su conciencia, ella nunca llegó a sentir que yo ya no estaba físicamente a su lado. Solo lloriqueó un poquito cuando le pusieron la mascarilla, porque no le gustó el olor de la anestesia.
Fueron las horas más largas de mi vida y las pasé bordándole un corazón naranja, sentada en la sala de espera. Bordé y bordé, hasta que presentí que las cosas no iban bien. Nos vinieron a decir que mi leona la estaba peleando, pero que no la podían sacar del quirófano porque no lograban estabilizarla. Ahí arrancó la peor pesadilla de nuestra vida. Un par de horas después nos llamaron para que la veamos pasar: habían logrado detener la pérdida de sangre y la iban a subir a terapia intensiva. Nosotros saltamos de euforia, pero ahora me doy cuenta de que lo hicieron para que pudiéramos verla con vida por última vez.
Las horas que siguieron  hasta que nos avisaron que Emilia ya no estaba entre nosotros me van a quedar tatuadas en el alma como las peores de mi vida. Mi princesa, "la pulga que sopapea a todas las pulgas", se había ido a un lugar de luz, se había convertido en luz. ¿Quién puede reprochárselo? Ahí donde ella está no existen las operaciones que duran seis horas, ni los cateterismos, ni los ecocardiogramas, los electros o las radiografías, ni los remedios (que tomaba religiosamente sin chistar, hasta dormida, cuatro veces al día), ni las tediosas recuperaciones ni las cicatrices, ni el dolor. Ni la nostalgia.

P.D: les agradecemos de todo corazón sus hermosos comentarios. Se los hice leer a IC (que no es lector del blog) porque me resultaron genuinamente reconfortantes en un momento de gran dolor. Él se emocionó a la par mía. Claramente Emilia dejó una enseñanza a cada uno de nosotros. Atesorémosla.