jueves, 31 de octubre de 2013

Descargar

No me hinché, no me duele nada, no engordé. Solo lloro. Lloro copioso, abundante, redondo, caliente por las noches. Cualquier excusa es buena para activar la catarata emocional y esto sí se lo tengo que atribuir a las hormonas porque no me queda más remedio; es eso o pensar que estoy deprimida.
IC tuvo la brillante idea de seguir insistiendo con que tiene que organizarse con el trabajo y sugerir que, en todo caso, no hace falta que él esté para la transferencia de los embriones. El Yeti tendría más tacto que este muchacho en similares circunstancias. Como primer argumento le dije que necesitaba guardar reposo un par de horas después de la transferencia, pero esgrimió que en todo caso me podía tomar un taxi. Después directamente le dije que me iba a sentir una paria estando ahí sola y que antes que eso prefería pedirle a alguna amiga que me acompañe. Y dicho esto me sentí demasiado cansada para sacar el papiro y empezar a leer el cúmulo de razones que tengo para pedirle, exigirle que esté ahí ese día, pero repasé mentalmente los puntos más fuertes y ya con eso nomas se me hizo un nudo en la garganta. No obstante, decidí que me iba a controlar y que no iba a armar un escándalo. Pero poco después hubo otro altercado por una nimiedad que terminó con él diciéndome: "Bueno, calmate un poco, estás a full" y ahí ya tuve ganas de romper todo. IC tiene la tendencia a sentirse sobrepasado por las cosas que no puede manejar e, indefectiblemente, cuando se siente así me ataca.
Yo "estoy a full", ponele, por un montón de razones: algunas emocionales, otras psicológicas, incluso algunas estarán vinculadas a estas hermosas hormonas que me convierten en una gallina ponedora; pero más aún "estoy a full" porque a lo largo de este proceso que supone nuestro proyecto en común, además de mi trabajo, mis dos horitas diarias de bondi y demás actividades cotidianas, me ocupé de: sacar los turnos para las instituciones, pedir presupuestos, escanear papeles, presentar documentos, hacer transferencias bancarias, comprar medicación, juntar estudios para presentar, hacerme otros nuevos, comprar las carpetitas para entregar con la documentación exigida, poner el cuerpo para los pinchazos, poner el cuerpo para las ecografías, sacar los turnos para las ecografías, correr de un lado al otro, tratar de no llegar tarde al trabajo, hacer las consultas con el médico, etc. etc. etc., mientras que él, hasta el presente, me acompañó a tres entrevistas y se hizo un análisis de sangre. Ah, y me aplica las inyecciones.
No espero un monumento por ponerle el cuerpo a nuestro sueño, pero sí espero, mínimamente, encontrar en él un consuelo, una mirada cómplice, una palmada en la pierna, un abrazo y sobre todo mucha paciencia para aguantarme si me pongo pesada o monotemática, porque sí, estoy a full: esta aventura, que puede terminar en la nada misma, puede terminar también, en el mejor de los casos, en mellizos. No hay manera de que no se me revolucione el alma aunque más no sea con la idea.

Monitoreo #3

Parece que mis óvulos están creciendo, pero a un ritmo más lento de lo anticipado. Tengo que seguir con los mismos pinchazos de siempre más la última adquisición, o sea tres "respirá profundo" por noche de aquí a Dios dirá.
El día D se aleja, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta cuándo: parece que la aspiración no va a ser el fin de semana sino el lunes; la ecografía de mañana precisará un poco más, supongo.
Tengo que ir a comprar medicación de último momento, todas mis reservas ya fueron agotadas, igual que yo, que me siento afiebrada y cansada.
En la sala de espera no dejan de mostrar partos, cabecitas de bebés ensagrentadas, vaginas ajenas que se expanden a punto elástico, pinchazos, médicos... Se me revuelve el estómago. Quiero pararme de golpe y exigir a los gritos que pongan un canal de noticias, pero: 1) no tengo energía para hacer tamaño despliegue; 2) tengo que domar mis hormonas; 3) creo que el tele está bien, la que no encaja ahí soy yo.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Mejorando

No sé si tuve fiebre o qué, pero ayer volví del trabajo, a las siete de la tarde, y me metí en la cama. Así, sin más. Interpreté que si mi cuerpo andaba arrastrándose como un fantasma por ahí, algo estaría tratando de decir. Así que llegué, me puse la joguineta más cómoda que tengo y derechito al sobre. Y se ve que algo de eso había, porque hoy me siento infinitamente mejor. También lloré unas cuantas lágrimas redondas y calientes, de esas que caen con fuerza y hacen un manchón, y creo que eso también ayudó. Lloré después de que IC me despertara al grito de "Amor, ya está la comida". Rarísimo. En cualquier otra circunstancia esa hubiera sido música para mis oídos, pero estoy sensible (hermoso eufemismo) y me desperté asustada. Miré el reloj y vi que habían pasado 20 minutos de la hora de ponerme las inyecciones. Puse cara de culo, IC medio que se calentó y vino a darme las inyecciones dando grandes zancadas y haciendo movimientos ampulosos. Me asusté el doble, pensando que los pinchazos iban a llegar al intestino. Me dolieron bastante los dos, ratificando la hipótesis de que esto tiene mucho de emocional, y ya, me fui al baño a llorar. También lloré por el cansancio acumulado, por el dolor de la antitetánica (que todo lo que no dolió al momento de la aplicación me está doliendo ahora, post facto), lloré por una angustia que me vino de no sé dónde y que me trepó la garganta en un minuto, y supongo que también habré llorado un poco por las hormonas; pero no, prefiero hacerme cargo de mi emocionalidad desbordada antes que caer en ese recurso ramplón. Creo que también lloré porque horas antes IC me había estado insistiendo vehementemente para que le pregunte al médico que si la punción era el lunes más o menos a qué hora sería. Dijo algo así como "no te ofendas, no lo tomes a mal, pero yo tengo 'responsabilidades' y me tengo que organizar" y no sé bien qué más dijo porque a esa altura ya se me había subido la sangre a la cabeza. No vamos a ponernos a competir por quién maneja más responsabilidades en el trabajo; solo quiero detenerme en el hecho de que estoy poniendo el cuerpo para un proyecto común. Lo hago por voluntad propia, ya saben, sarna con gusto y todo eso; pero con gusto o sin gusto estoy poniendo el cuerpo y algo en esa frase me jodió. Entiendo, igual, lo del laburo, pero no sé. Igualmente el doc. me confirmó que creía que la aspiración sería el sábado o domingo. Día D a la vista y -espero- fin de la era de los pinchazos.

martes, 29 de octubre de 2013

Monitoreo #2

Eso que dije respecto de que le iba encontrando la vuelta a los pinchazos... no, para nada. Es cuestión del día, de la sensibilidad, qué se yo, a veces casi no los siento y otras veces me duele. Me pasa más lo último que lo primero, pero no pierdo las esperanzas de encontrarle el yeite antes de que todo el proceso termine. Ayer encima agregué la antitetánica, así que oficialmente estoy en camino de convertirme en colador.
Hoy tuve el segundo monitoreo: parece que todo avanza perfecto. Por lo que entendí, tengo varios folículos en cada ovario, así que vamos a tener material con el cual trabajar. Esto es muy bueno, si consideramos que hay personas que tienen que suspender el tratamiento por falta de respuesta ovárica. Me agregaron un tercer pinchazo para mañana (no me lo quiero ni imaginar). El jueves temprano tengo otra ecografía; según lo que vean me dirán cómo tengo que seguir, pero la señal de que nos estamos acercando al día D es que ya me enchufaron la medicación que sirve para que los óvulos maduren.
Sigo muy normal, salvo por el enorme cansancio que me aplasta; avanzo como un autómata, tengo el cuerpo como cuando la gripe. Mi familia no sabe nada, así que ni siquiera puedo llamar a alguno para hacerme la víctima; es más, casi que evito hablar con nadie porque siento que no tendría de qué hablar. Al margen del trabajo, todo lo demás se vincula con este tratamiento directa o indirectamente. Sí, supongo que me convertí en la persona monotemática que temía ser, pero lo bueno es que no me pesa. Esto es como cuando uno tiene que rendir un final, pedir un aumento, etc.: es inevitable que sea un tema que sobrevuele la cabeza todo el tiempo, lo importante es no sufrirlo. Y por ahora creo que la expectativa le va ganando a todo lo demás.

lunes, 28 de octubre de 2013

Las vacaciones

Las vacaciones se convierten, en este momento del año, en el faro que me recuerda que no voy a ahogarme en el océano; son mi equivalente de la clásica zanahoria del el burro, la razón al fondo del horizonte que evita que abandone todo y salga corriendo de la oficina YA.
De los iniciales planes paradisíacos que incluían playas brasileñas de arena blanca y mar turquesa pasamos a unos mucho (mucho) más modestos días de veraneo en carpa conociendo alguna nueva región del interior de nuestro país. La razón de este drástico cambio no tiene que ver con chauvinismos de ninguna índole, sino, sencillamente, que este tratamiento que estamos encarando se lleva puesto nuestro proyecto de vacaciones bajo el cocotero. Que el intento lo amerita, no cabe la menor duda, pero lo cierto es que más o menos estamos hablando del valor de un autito usado. Un disparate.
Sea como fuere, las vacaciones en carpa se me antojan soñadas; no sé si me estoy tratando de convencer o qué, pero estoy contenta con la idea de agarrar el auto e ir recorriendo pueblitos, parando donde nos guste y rajando de donde no; con la libertad de la carpa, sin reservas, bien gasolero e improvisado como me gusta a mí.
IC, por su lado, no da señales de decepción por no ir al mar. Creo que esas eran mis vacaciones soñadas y que él se siente mucho más cómodo con esta nueva idea.
Sería lo que los yankis llaman una win-win situation.

sábado, 26 de octubre de 2013

Efectos secundarios

Me da risa ver las expectativas que tengo puestas en los potenciales "efectos secundarios" de estas hormonas que -como deliberadamente descarté los prospectos para no sugestionarme- ignoro cuáles podrían ser. Me sorprende descubrir que voy por las terceras dosis y no siento nada. ¿Qué esperaba sentir, realmente? ¿Qué creía? ¿Que me iba a convertir en Mr. Hyde? ¿Que súbitamente me iba a inflar como el pez globo? No sé, es como ridículo ponerme contenta por sentirme normal. Igual está bien, no me quejo, no me quejo.
Otra buena: vamos mejorando la técnica de los pinchazos: descubrí que cuanto más me aprieto el rollo de la panza que hay que sostener para meter la aguja (para que IC meta la aguja, está claro) menos me duele el pinchazo y el drenaje de la dosis. Claro, te duele menos el pinchazo porque te está doliendo el apretón en el rollo. Es la misma lógica que usan las depiladoras que después de pegar el tirón para despegar la cera te golpean: un clavo saca otro clavo, un dolor neutraliza a otro, y así. No sé si gano mucho, en realidad, pero me da menos fobia. Porque eso sí, soy medio el perro de Pavlov: empieza a caer la nochecita y yo ya me empiezo a poner ansiosa.



viernes, 25 de octubre de 2013

Más serena

Después del ataque de angustia de ayer, acá estoy, con los segundo pinchazos puestos y calma como el agua. El médico me dijo que está todo perfecto, seguimos.

jueves, 24 de octubre de 2013

La ansiedad, el miedo

Paren la calesita, me quiero bajar. Siento que me apuré, que estoy malgastando una valiosa oportunidad y que mi médico estuvo mal en no detenerme, cuando es evidente que yo soy una loca.
El tema es el siguiente: en la institución donde me voy a realizar la ICSI me piden un millón y medio de estudios. Algunos los tengo, otros no (chagas, toxoplasmosis,  etc. no son precisamente de rutina). Cuando hablamos de los tiempos con mi médico le expliqué claramente que tenía ganas de empezar en el ciclo siguiente, pero que me faltaban varios estudios y no sabía si iba a llegar. Me dijo que con que estuvieran en trámite era suficiente. También me dijo que si quería pasarlo para el mes siguiente no había problema, pero yo, cabezona, dije que no, que quería intentar ahora.
Hoy me fui a sacar los dos litros de sangre necesarios para llenar los quichicientos tubitos y me encuentro con que los resultados van a estar más o menos para la fecha en que -supuestamente- se va a realizar la transferencia de embriones. Enloquecí.
Cualquier cosa me desborda, me siento en terreno desconocido, no entiendo nada, me explican poco y además de todo soy tarada, por lo que me ahogo en un vaso de agua con mucha facilidad. No hablemos de lo neurótica que soy, y de lo difícil que resultan para mí ciertas cosas que para otros son pan comido. Tipo: llamar al laboratorio, rogar, suplicar, llorar, amenazar, lo que sea.  Igualmente, venciendo mi neurosis llamé al laboratorio, y muy amablemente -en contra de todas mis fantasías/expectativas- me informaron que me lo pueden tener para unos días antes, pero como esto es minuto a minuto, no me puedo relajar y quedarme tranquila con que van a estar: tengo que volver a llamar en un par de días y así, insistir hasta que alguno se apiade y me diga que sí, que no joda más, que ya están listos.
Y ya está, quiero suspender todo, parar, hacer las cosas con tiempo, no correr, poder estar tranquila y concentrada. Estoy angustiada, arrepentida, tengo miedo, me siento presionada, me quiero matar. ¿Por qué no encaro nunca las cosas como una persona nomal?
Ya está, lo dije.

Los primeros pinchazos

Para cuando IC sacó la última agua, tenía las piernas relajadas como me pasa cada vez que me asusto mucho y después me calmo abruptamente. Son los nervios, que me aflojan las piernas.
La verdad, supongo que para la mayoría no es para tanto. A mí me dolió, sobre todo una de ellas, porque hay que hacer una manipulación para poner el líquido en la jeringa que hace que se desafile un poco la aguja, pero no es para hacer un drama, aunque a las mariconas como yo nos encante tener una razón para hacernos las víctimas. IC me preguntaba cada dos minutos si estaba bien porque me escuchaba que respiraba fuerte; sí, me sentía perfecta, era el susto nomas: me cuesta horrores lidiar con la ansiedad que me provoca lo desconocido. Estoy segura de que las aplicaciones de esta noche no me van a poner ni la mitad de nerviosa, porque ya sé qué es lo máximo que puede pasar. Maldita control freak.
Por lo demás, no siento nada de nada. Contrariamente a lo que hago siempre, esta vez no quise ni leer los prospectos. Hasta el momento, ningún efecto secundario. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

El monitoreo

Hoy tuve el primer monitoreo. No sé exactamente qué era lo que tenían que ver; yo entendí que tenían que chequear que no hubiera quedado ningún folículo del período pasado, pero no, parece que no era eso, sino que tenían que comprobar que hubieran folículos del tamaño correcto para el momento del ciclo en el que estoy. Y sí, los hay: hay varios en ambos ovarios de menos de 10 mm, lo cual parece que está muy bien. Así que si el doc me da la veña, hoy cuando salgo de la oficina paso por la farmacia a comprar la medicación y empiezo con los pinchazos.
Dios quiso que me casara con una persona que sabe aplicar inyecciones y lo bien que hizo en juntarnos, porque yo jamás hubiera podido saltar la barrera de la autopreservación para inyectarme dos medicaciones, a falta de una, en la panza. Creo que solo bajo amenaza de muerte podría hacer algo así. Sí, soy re exagerada; supongo que si IC no supiera poner inyecciones tomaría yo el toro por las astas, pero por suerte sabe, así que puedo mariconear tranquila. El primer pinchazo será el peor, supongo. No saber cuánto duele, qué se siente me genera una tensión extra. Me dicen que no duele nada, que me deje de joder, pero yo tengo como este morbo de imaginarme el peor escenario para después sentirme aliviada; es como un mecanismo de defensa, o simplemente mi personalidad, no lo sé, pero no lo puedo evitar.
Estoy un poco asustada. Contenta, pero asustada.

domingo, 20 de octubre de 2013

Instrucciones para arruinar un festejo

Las que se brindan a continuación son instrucciones orientativas, no pretenden ilustrar todas las formas posibles de arruinar un festejo como el del día de la madre, sino ejemplificar una, muy eficaz.

Atención: para que estas instrucciones funcionen es necesario que hayan otros familiares/participantes dispuestos a colaborar, sino, no sale.

1) Organice pasar el día de la madre en la casa de A. Invite mucha gente, incluidos la suegra de su hija y demás parentela.
2) Otro pariente -si es su hermana, mucho mejor- debe cambiar el lugar de reunión por la casa de B, consultando a todos los involucrados menos a usted.
3) Es importante que Ud. no se entere de este cambio sino de forma azarosa, un par de días antes del festejo propiamente dicho. Cuanto más cerca de la fecha se entere, más eficiente resultará esta técnica, y cuanto más azarosa la forma, también.
4) Una vez anoticiada, arme un escándalo de proporciones mayúsculas, aprovechando la volada para cargar al desafortunado episodio con connotaciones dramáticas, que vienen de kilos de años de conflictos no resueltos con su familia.

TADAAAAAA. Con esto debería bastar para que todos los participantes terminen con dolor de estómago, después de oír una linda caterva de gritos y reclamos.
Los créditos de esta ingeniosa técnica son todos de mi madre (no me atrevería a quitarle protagonismo en este día tan especial)

Como resultado de la aplicación exitosa de estas instrucciones, el festejo familiar se dividió en dos. Mi madre decidió que no íbamos a pasarlo en lo de mi tía, con mi abuela, sino en mi casa, donde está parando una pareja amiga por unos días. Todos peleados.
Yo sigo atónita.

--------------------

Feliz día a las madres argentinas, a las cuerdas y a las que no lo son tanto. A todas, por esas cosas del misterio del amor, las queremos entrañablemente. 
Aun a la mía, que, indudablemente, se inscribe en el segundo grupo.


sábado, 19 de octubre de 2013

Primavera

Me estiro, remolona y destapada, a lo largo de la cama, los brazos paralelos a mis orejas, los pies tan rígidos que llego a los confines de las sábanas, y sonrío con los ojos cerrados al darme cuenta de que no tengo frío. 
El invierno ya pasó, y puedo decirlo por el canto de los pájaros que se abre camino a través de las cortinas que visten ventanas abiertas, y por esa energía renovada que hace que me despierte más fácil y que salir de la ducha sea agradable. 
Puedo decir que es primavera también porque disfruto caminar las cuadras que me separan de la parada de colectivos, y por el olor a jazmín y a azahar que me acompaña en el recorrido. 
Pero, sobre todo, puedo decir que es primavera porque sonrío más, me conmuevo más y siento más amor

jueves, 17 de octubre de 2013

La cantidad

La cantidad es otro aspecto a tener en cuenta en estos tratamientos de fertilidad, porque desde el minuto uno te aclaran que ellos "trabajan" con dos embriones, lo cual, traducido, quiere decir que te implantan dos embriones fecundados, ni uno más, ni uno menos. Y con eso quieren advertirte que no jodas, no te van a poner más de dos así que no insistas, pero también quiere decir que te prepares porque, por si todavía no te habías dado cuenta, como resultado de este tratamiento caben tres posibilidades:
- Que no prenda ninguno
- Que prenda uno
- Que prendan dos y sean mellizos. MELLIZOS.
Dos niños al unísono. Nunca me senté a pensar cómo sería tener dos bebés al mismo tiempo, pero ahora es una opción que tengo que contemplar a la fuerza. Voy absorbiendo información y atando cabos a medida que voy transitando cada etapa. No sé cómo es el proceso de las demás mujeres en esta situación, el mío es medio lento, medio lelo.

martes, 15 de octubre de 2013

Los tiempos

Los tiempos son muy rápidos. Y cuando digo muy, no exagero: hay que esperar la próxima menstruación, se toma una montaña de medicación y se hace un seguimiento durante diez días, se extraen los óvulos, se fecundan, se esperan otros tres o cuatro días y -si sale todo bien- se implantan. No sé bien qué idea cibernética y ficcional tenía yo respecto del tratamiento, pero ciertamente nunca caí en la cuenta de que todo esto no es más que un tratamiento ajustable a un ciclo biológico: se trata de amalgamarse a él, darle una manito, intervenir ingenierilmente, pero manejando exactamente los mismos tiempos que en la naturaleza más natural. Y por más lógica y pavota que parezca esta reflexión, nunca se me había ocurrido, por lo que salir del consultorio de F., mi nuevo médico de fertilidad, a sabiendas de que en el mundo de los condicionales existe la posibilidad de estar embarazada el mes próximo me resultó todo un hallazgo que me dejó como caminando sobre nubes. Y no digo solo de felicidad, sino también de sorpresa.

sábado, 12 de octubre de 2013

Segunda entrevista: impresiones

El médico de mi amiga MENCANTÓ. Esa sensación de frialdad y extrañeza que había sentido en la primera entrevista en el otro lugar se disipó por completo cuando nos enfrentamos a este muchachote de mirada tranquila, hablar pausado y cero formalismos. Simple y campechano, habla directamente, sin vueltas, sin rodeos. Se tomó 40 minutos, me hizo preguntas que nadie me había hecho antes, y concluyó: "Chicos, para ustedes lo mejor es la ICSI. A la larga van a gastar menos plata y tienen más chances. Con los antecedentes de ustedes no tengo dudas de que van a quedar". Le conté tímidamente, como avergonzada, que ya habíamos tenido una entrevista con Fulana de Tal; su respuesta fue, entre otras cosas, lo que me decidió a atenderme con él: "Fulana es una excelente profesional, así que si querés seguir con ella hacelo con total tranquilidad porque es una mujer súper seria, blahblah", y el hecho de que no propusiera una puja de egos, en un terreno tan plagado de ellos, me mostró la sencillez que estaba buscando en él.
Ahora sí, podemos decir formalmente que tenemos médico y que arrancamos.  

jueves, 10 de octubre de 2013

La segunda entrevista

Hoy me toca el turno con el doctor B, el autor conceptual de los mellizos de mi amiga. Digamos que sin conocerlo casi que ya incliné la balanza hacia él, no sé ni para qué estoy haciendo la pantomima de ir al médico A y luego al B para comparar, cuando claramente ya tengo buena onda con uno de movida. Y buenas referencias, tengo buenas referencias de este médico que, además, cobra menos (dato no menor en toda esta movida fertilística). Y, fundamentalmente, tengo también dos hermosos casi sobrinos que atestiguan lo bien que hace su trabajo.

Demasiada variedad

Quiero reflotar la idea de hacer algún taller de pan para aprender los secretos de la masa, las variedades y las posibilidades que existen en ese terreno que amo por igual hacer y comer. Tal vez amo más lo segundo, pero igual, compiten cabeza a cabeza. Probablemente quiera hacerlo para sentirme un poco más cerca de esa imagen mental que me viene invadiendo las mañanas de los últimos días: yo con una tabla de madera con dos panes recién amasados, las sierras de fondo, un horno de barro hacia el que me dirijo, una higuera en un costado. El decorado será, por el contrario, porteño, y la cocina mucho más chica y calurosa, nada es perfecto, pero uno alimenta los sueños como puede y tal vez los míos ahora necesiten pan.
En el fondo me siento rara, incómoda con esta versatilidad tan profunda que tengo, estos intereses tan variados y locos. Envidio un montón a los que descubren a los 18 que lo suyo es estudiar la reproducción de las libélulas y se mandan la carrera, el postgrado, el doctorado y el postdoctorado en esa dirección, toda la vida encolumnada detrás de una única y coherente pasión que los encarrila. Yo, por el contrario, salto de acá para allá, coqueteo con una idea y luego con otra, aprendo a hacer telar y después salto a la crítica de cine, o viceversa, no sé. A veces siento que es una virtud, pero las más de las veces lo creo un defecto: es un desparramo de energía fenomenal.

miércoles, 9 de octubre de 2013

El problema de no saber qué hacer

Pasa que cada tanto se me activa la desesperación, el instinto de huida, el deseo de naturaleza, las ganas de cortar con la rutina de la gran ciudad y la oficina; basta ya de computadora todo el día, sirenas de ambulancias, bocinazos, caras largas, colas y muchedumbre apretada y transpirada. Siento que me ahogo y que quiero campo, verde, sierra, trigo, no sé, algo lejos donde me alcance el aire y las cortinas blancas puedan flamear en silencio.
Me sumerjo en esa postal calma y ensoñada, y enseguida aparece mi superyó, el amargado de la cuadra, que me pregunta, incisivo, de qué pienso vivir en ese paraíso terrenal. Ahí me abatato y pienso que no, que no puedo, que estoy atada a esta gran ciudad por tantas razones que me da fiaca enumerar. Y sin embargo... Entonces tranzo conmigo misma propuestas más flexibles, más aceptables para ese ser un tanto cobarde en que me he convertido con esta década rara cuyo paso estoy apurando, y pienso que en un radio cercano, 70/80/90 km, algo lindo y tranquilo tiene que haber, no puede ser que no. No es posible que haga falta cortar con todo lo conocido y sumarle la distancia y la tonada, el acento diferencial para realmente encontrar esa paz y esa calma que creo estar buscando. Ponele que sí, que existe ese lugar. Me entusiasmo de nuevo, me imagino horneando pan y ya creo de nuevo que puedo tejer esperanzas en forma de trenza, con muchos hilos y muchos colores, hasta que aparece la citadina que habita algún lugar remoto de mi ser y me traba el ovillo: me asegura, me jura y me perjura que cuando esté inmersa en esa calma voy a querer volver.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ojos rojos

No, no tengo alergia a esta primavera remolona, que ignora el calendario y se esconde bajo los pliegues de mi frazada. Imposible tenerle alergia a lo que no llega. Lo mío es mucho peor: le tengo alergia a los cobayos. Eso dictaminó ayer la oculista de guardia que me atendió un mes después de que comenzara esta tortura de la picazón en los ojos; un mes me llevó convencerme de que no, no se iba a ir solo. Y no, tampoco era conjuntivitis, ni presión ocular, ni nada de lo que mis compañeros de oficina especularon (supongo que con algo de temor, en el fondo de esa preocupación).
"¿Y qué vas a hacer con los cobayos?", me preguntó -cruel- la doctora. "NADA, ¡¿qué voy a hacer?!". "Mmmmh... yyyy... pero si seguís con el foco de la alergia en tu casa..." vas a pasar los peores ocho años de tu vida, faltó que dijera (seguro lo pensó).
Por lo pronto, arrancamos tratamiento por diez días con gotitas varias, mucho lavado de manos cada vez que rasco sus cabecitas  y a cruzar los dedos, porque mi Felipe y mi Harry ¡no se van!