martes, 28 de abril de 2015

Tres meses

Tres meses sin vos, mi todo.
Te extraño, te amo, ojalá de alguna extraña manera lo sepas ♥
Mamá



lunes, 27 de abril de 2015

Conocer a una amiga

Fue, ni más ni menos, como lo descibió: juntarse a "conocer a una amiga". De eso se trató la tarde, de aprehender un rostro nuevo, descubriendo en él la familiaridad de las palabras leídas. La observé fascinada, como amigas de muchos años que se olvidaron las caras y ahora las redescubren, como si su rostro fuera uno de esos juegos infantiles de unir puntos, solo que en vez de puntos era unir historias y personas y recuerdos y anécdotas; unir lo leído, lo intuido y lo imaginado, con la persona real frente a mí. Ahondamos en detalles dispersos, rellenamos las partes que nos faltaban, saltamos de un tema al otro, reemplazamos lo que fantaseamos por lo que era. Encontramos más cosas en común. Nos reímos, nos emocionamos. Escuché una afirmación maravillosa. Es fresca, es genuina, es positiva, es sana, es dulce, es linda y me encantó conocerla en persona.
Gracias Amapola, hasta la próxima ♥

martes, 21 de abril de 2015

Ocho meses atrás

Exactamente a esta hora nacía Emilia hace 8 meses atrás.
Te amo mi chiquita, buceadora de cielos, saltarina de nubes.
Mamá.

miércoles, 15 de abril de 2015

Dos días

Dos días sin llorar lágrimas gordas y calientes, sin el puñal hurgándome en el alma, sin el rictus de dolor transformando mi cara en la careta triste del teatro.
No es valentía, como algunas de ustedes piensan. Esto solo está pasando por IC.
Es como cuando dejamos de fumar: yo no volví a caer en el vicio por él; él no volvió por mí. Sabíamos que el primero que cayera iba a arrastrar al otro, y todo el esfuerzo que no éramos capaces de hacer por nosotros mismos, sí podíamos hacerlo por el otro, y más.
El domingo a la noche IC se desmoronó. Hasta ahora, si bien se emocionaba, lloraba y la extrañaba, nunca lo había visto vaciarse de dolor. Solía ser yo la del duelo a la vista 24/7, pero el domingo le tocó a él.
Lloró, lloró, lloró y lloró más, y habló sin que pudiera entenderle nada al principio, y lloró más tranquilo después, y siguió hablando y ahí entendí que lloraba porque la extraña, porque no llegó a pasar un día del padre junto a ella, porque quiere volver a perderse en la profundidad de sus ojos y que su risa lo traiga a la realidad. Lloró porque extraña volver a casa del trabajo y escuchar el cotidiano "¿Quién llegóóóó? ¡Llegó papááááá! Hoooolaaaa papááááá" y verla hacerse la linda con él -porque sí, aunque no lo crean a los cinco meses ya se hacía la linda con su papá y era de lo más hermoso verlos, tan enamorados. Lloró porque le cantaba "Baby don't worry, about a thing, 'cause every little thing 's gonna be all right" y siente que le mintió. Lloró porque finalmente se nos cumplió el deseo de sufrir en su lugar, pero la puta madre, cómo duele.
Y yo, mientras escuchaba lo que me decía oí lo que necesita: poder apoyarse también en mí, aliviar la carga, no estar siempre para consolarme. Necesita verme bien para poder estar bien.
Y en eso ando, intentando estar bien por él, por ella, y por mí.

martes, 14 de abril de 2015

Y un día no lloré

Me emocioné con recuerdos, pero no lloré de dolor.
Vamos que se puede, Emilia, dame fuerzas.
Un día a la vez ♥

lunes, 13 de abril de 2015

El comentario desatinado

Cuando Emilia partió, IC le pidió a una vecina con la que tenemos confianza que se encargara de avisarle a los demás lo ocurrido, como para evitar que todos nos preguntaran por ella al vernos volver solos. Esta vecina cumplió, y encontrarnos con el resto fue menos dramático de lo que nos habíamos imaginado. En general, al cruzarnos en algún pasillo, los más cercanos nos dieron un fuerte y silencioso abrazo; los demás se hicieron los boludos, a lo sumo algún comentario sobre el clima, el nuevo súper que van a abrir en el barrio o sobre la perra que chumba cuando la dejan sola.
Pero está este vecino que evidentemente no habla con nadie y que, evidentemente también, no se enteró de lo acontecido. Con él ya nos cruzamos la semana pasada y se nota que registró que estábamos sin la beba. Ayer volvió a ocurrir: nos cruzamos fugazmente en la cochera.
Muy domingo, mucho silencio, se ve que el vecino en cuestión se sintió en la obligación de hacer algún comentario, y en un triste intento por ser gracioso, nos tiró: "¿A la nena ya la regalaron??".
Nos quedamos tan perplejos que no pudimos más que balbucear unos tímidos [estúpidos] "Sí, sí", mientras intentábamos a toda máquina procesar lo desatinado del comentario. "Hacen bien, yo también al mío", contestó mientras subía al ascensor para seguir con su vida, todo contento de su broma.
Las puertas se cerraron; IC y yo nos miramos, atónitos. Y el domingo nos aplastó de pronto con todo su furia, con todo el peso de la ausencia, con todo su dolor.

viernes, 10 de abril de 2015

Las amigas, la verdad

Después de este viaje armamos con las chicas un grupo de Whatsapp.
Fue hermoso tenerlas tan cerca durante el resto del embarazo, el nacimiento de Emilia y todo lo que vino después, presentes con el cotorreo cotidiano, como si estuviéramos acá a la vuelta con la pava en el fuego, a punto de tomarnos unos mates. En todo este tiempo nació, vivió y murió mi hija; los hijos de L. y también los de la otra L. siguieron creciendo; nació el hijo de N.; mi amiga P. quedó embarazada por inseminación y lo perdió, y S. quedó embarazada de una nena, que nació ayer.
Durante los cinco meses de Emi subí fotos y videos para que las tías babosas vieran crecer a nuestra leona. Cuando ella partió, todas largaron a sus hijos con sus maridos, pararon sus laburos, frenaron sus trámites y se tomaron el primer micro/avión que encontraron para correr a acompañarme. Fueron las que se ocuparon de que tanto IC como yo comiéramos, durmiéramos y riéramos a pesar de la tragedia que nos había partido al medio, organizándose en grupos y turnos para hacernos las compras, cocinar y todo lo que hiciera falta. Ese grupo de hermosas mujeres, laboriosas, humanas, enérgicas emprendieron con amor, junto a mi mamá, la tarea para la que no me daba el corazón: doblar y guardar toda la ropita de Emilia, sus toallas y sábanas limpias que andaban dando vuelta por la casa. Acomodaron su habitación como para que me quede un lindo lugar al que siempre recurro cuando así lo necesito, mayormente para llorar abrazada al oso gigante que nos regalaron y del que creo que nunca hablé, pero que aparece en la foto de esta horrible entrada.
Pero la vida sigue. Ellas volvieron a sus familias, yo ya no subo fotos. Ellas siguen acompañándome como siempre, pero de a poco van volviendo a la normalidad. Y N. empieza, tímidamente, a volver a subir fotos de su bebé (que nació 15 días después que Emi), y S. acaba de tener la segunda nena del grupo y por supuesto pone fotos de su linda bebé. Y yo. Yo me debato entre el amor que les tengo a ellas y a sus hijos, lo lindos que los veo, lo que me alegro de que estén bien, sanos, creciendo, viviendo, y la enorme envidia y el dolor, el enojo y la bronca que sin querer me generan. Porque con cada una de sus fotos revivo la ausencia de mi hija. Me da dolor no poder alegrarme genuinamente, no poder dividir los tantos, no poder sentir solo lo primero que siento (que por lo general es bueno), sin el pinchazo amargo que me viene inmediatamente después.
La solución inmediata -salir del grupo-, no puedo, ni quiero tomarla por un millón de razones. Solo me queda esperar que con el tiempo se me vaya el pinchazo amargo. Y también desear que pueda volver a subir, yo también, algún día, lindas fotos y videos, aun a pesar de que creo que nunca voy a dejar de sentir el dolor de su ausencia, la de mi Emilia, bomboncito de praliné, mi pompón de vida, ojos de mar y alma de mariposa.

martes, 7 de abril de 2015

Libélulas y mariposas

Los días previos a la partida de Emilia la casa se nos llenó de bichos. El balcón estaba plagado de libélulas, de abajo del auto salían mariposas que nos revoloteaban alrededor, un pájaro quiso entrar al living y se dio contra el ventanal, vaquitas de San Antonio caminaban por las cortinas, grillos cantaban escondidos en las macetas y hasta un agilucho se posó un par de veces sobre el escape de la estufa de nuestra habitación. Esto empezó a suceder unos días antes del cateterismo y lo tomamos como una señal de buen augurio.
Ahora, en cambio, me gusta pensar que ya sabían que pronto iba a ser una de ellos y se agolparon, curiosos, en los umbrales de nuestra casa para venir a conocerla. Me los imagino cuchicheando, admirando su belleza, comentando lo bien que se vería como mariposa o como libélula, disputándosela, jugando muy seriamente a "piedra, papel o tijera" para ver quién se la iba a quedar en el primer turno.
Creo que ganó el equipo de las mariposas, porque al día siguiente de que Emilia partió, una mariposa chiquitita salió de debajo del auto y se posó sobre mi mano.
Desde entonces, cada vez que me cruzo con alguna de ellas agito mi llamador de ángeles -ese que usé desde el principio del embarazo para que le fuera familiar y que ahora sigo usando cada día, para que me encuentre fácil- y digo, como un canto: "Hola Emiliaaaa"... También me pongo inexplicablemente contenta cuando me sigue alguna libélula o cuando diviso algún pajarito.
Con facilidad la gente podrá pensar que estoy loca, pero a mí me reconforta.

La nube

A veces me pregunto si todo fue un sueño o si realmente existió; si Emilia fue mi hija, si la imaginé, si me la inventé. Miro una y otra vez esas bellísimas e insuficientes fotos y me sorprendo al recordar que hace dos meses y monedas la tenía conmigo, le cambiaba el pañal, le preparaba una mamadera, la bañaba, salía con ella, escuchaba su voz, era lo primero que veía al despertar y lo último que miraba antes de dormir... Son instantes de fuerte irrealidad en los que siento que miro la vida a través de una nube.
Después pasan y sigo, mitad autómata, mitad yo.