martes, 31 de diciembre de 2013

2013

Este año lo empezamos tirando cañitas voladoras en las frías calles de Berlín. Veníamos de un 2012 vertiginoso que había incluido un embarazo, un legrado y un casamiento, todo eso concentrado en los últimos 5 o 6 meses del año. En noviembre nos casamos, juntamos plata y nos fuimos de luna de miel al viejo continente. Yo, que nunca había podido volver, finalmente cerré el círculo de los recuerdos infantiles. Caminando por calles heladas pude contarle a IC: "Mirá, este fue mi jardín de infantes", "Acá viví", "A esta plaza me traía a jugar mi papá", "Acá patinaba", "Estas galletitas eran mis preferidas" y así, una reconstrucción biográfica que fue posible gracias al cuadernito de tapa roja que mi mamá conservó de aquella época, con todas las direcciones anotadas con su letra redonda y gordita, las "N" y "M" para adentro, como puentes exagerados.
Después volvimos y me animé a emprender desafíos nuevos, un taller literario, uno de ilustración, abrí este blog, conocí gente copada; retomamos los estudios de fertilidad, llevamos a cabo una ICSI que no funcionó, nos ilusionamos y desilusionamos en partes iguales, pero también nos fuimos reasegurando y comprometiendo cada vez más con el proyecto de la familia que teníamos deseos de armar. Y cuando ya estábamos dispuestos a cerrar la cortina de este año enfocados en el que vendría... zácate, LA sorpresa, esta nueva oportunidad que parece estar germinándome adentro.
Qué puedo decir. Gracias 2013. Ojalá el 2014 traiga esta nueva vida a la tierra el 27 de agosto, como pronostican las calculadoritas de embarazo online que consulto como al mismísimo oráculo. Ojalá este deseo mío se cumpla, ojalá el deseo de tantas parejas se cumpla, ojalá se cumplan todos los deseos de todas las personas que realmente desean algo desde las entrañas, sea lo que sea.

¡Feliz 2014!
Nos deseo a todos lo mejor.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Cómo se enteró la familia

Que sí, que no, que la parrala. Mil internas con IC respecto de cuán amplio iba a ser el círculo conocedor de la buena nueva: que es muy pronto; que si sale mal tu familia se pone re pesada; sí, es cierto, pero también les quitamos la posibilidad de ir participando del proceso (además, si nos prenden una velita o nos rezan un poco capaz que ayuda); bueno hacé lo que quieras; no, no, necesito que estemos de acuerdo; ok, te banco pero se los decís vos. Chan. Yo siempre me quejo de que mi mamá no tiene gran manejo emocional de las situaciones, pero omito decir que yo tampoco; y ahí estaba, frente a la enorme tarea de comunicar LA noticia a la familia. Nochebuena era el día, pero ¿cómo? Lo único que sabía era que no quería nada lacrimógeno. Improvisé: "Tengo dos noticias para darles, una buena y una mala. La mala es que la mitad de las papas de la ensalada rusa se cocinaron mal y los tres kilos que tenemos son un asco. La buena es que estoy embarazada". (?) Primero silencio, después caras de "hombres trabajando" y finalmente algarabía generalizada, mucha risa, mucho abrazo, a nadie le importaba ya mi incomible ensalada rusa :)
Igualmente a las doce brindando con IC hice el esperable papelón de las lágrimas que salen a borbotones, pero bueno, qué puedo hacer, mucha emoción, demasiada navidad para mí.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Cómo se enteró IC

Siempre quise hacer la gran Disney: "No me viene / pis en el palito / salto de alegría / se lo digo a IC de alguna forma original y emocionante", y esta vez parecía que iba a tener mi oportunidad. Por eso el viernes, antes de salir corriendo a la clínica para tener la confirmación de la confirmación, tuve la precaución de esconder la caja del test con el palito adentro bien al fondo de un cajón que uso yo y solo yo en el mueblecito del baño. Después salí corriendo y toda la historieta que ya conté. Una vez en la oficina, con el 288 de la beta positiva tatuado en mis retinas, andaba yo inventando y descartando las mil y una maneras de decírselo, cuando intempestivamente recibo un mensaje de Whatsapp de IC que pregunta, sin preámbulos: "¿Te hiciste un evatest?". Yo: cursor titilando. Él: "¿Algo que me quieras contar?". Yo: cursor titilando. Como no contestaba, IC pensó que había dado negativo y me dijo: "No importa, hablamos más tarde mejor". Yo: cursor titilando. Shit. Algo había salido mal y ya no me quedaba más remedio que decírselo; lo contrario hubiera sido ocultar vilmente información. Lo llamé: "Qué me olvidé?". "La tijera y el sobrecito arriba del tacho de basura". Gggrrrppfffffsss!!! Qué pelotudaaaa. Plan B: "Ok, andá al baño, fijate en el cajón tal, buscá una caja al fondo". "Sí, sí, te digo que está, buscá más al fondo". "Sí, detrás de las toallitas". "Abrila y agarrá el palito". "¿Qué ves?". Su voz, emocionada, contestaba del otro lado: "Positivo". Y ya, me emocioné yo también y por unos segundos no pudimos seguir hablando.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Mi regalo de navidad

El viernes pasado, a la salida de la oficina, volví como acordado a la guardia del hospital a llevar el resultado de la beta. En el medio me había dado la paranoia de que seguro que algo andaba mal: o la beta era baja y no me estaba dando cuenta o se habían equivocado de sangre, o no sé, algo. Estaba a la espera de la mala noticia, pero no: la médica miró el resultado y me dijo que estaba muy bien. Como la bombardié con mis antecedentes de embarazo detenido-tratamiento de fertilidad negativo-algunas manchas oscuras aisladas-tengo un miedo irracional me hizo una nueva orden para repetir el análisis el lunes. Me tenía que dar alrededor de 700; me dio 1400. El médico de la guardia me dijo (SIC): "Está todo perfecto, andá sacándote turno con un obstetra, mientras te mando a hacer estos análisis de orina y sangre, blablá", y ahí sí, mi corazón aliviado se soltó a andar al ritmo de la felicidad -que es el de la taquicardia-, y las piernas me temblaron de alegría y por primera vez las puertas del hospital me vieron salir con una sonrisa ancha, grande y generosa estampada en el medio de la jeta.
Flor de regalo de navidad.

viernes, 20 de diciembre de 2013

POSITIVO (Me vuelvo loca)

Durante las últimas 24 horas repetí "nopuedeser-nopuedeser-nopuedeser-nopuedeser" como un mantra destinado a mantener mi volátil imaginación a ras del suelo, porque ya sabemos que vuelo con mucho facilidad y también sabemos que a mí esas cosas no me pasan.
El miércoles, cuando fui al consultorio del doc para programar el segundo intento, era el día en que me tenía que venir. Manché oscuro y nada más. "Mmmmh... raro, esto ya lo conozco", pensé y me fui al médico. El resto del día, nada. Al otro día agarré un test de embarazo que tenía en casa y me lo hice "así me da negativo y me viene". POSITIVO. ¡Me cache en dié! Lo miré de arriba para abajo, consulté una y otra vez el instructivo, había dos rayitas pero el test estaba vencido, así que decidí que ese resultado alentador era falso. Me dije: "Esperás un día más, si no te baja, comprás un evatest y chau picho". Y así fue como llegamos a esta mañana de viernes, cuando salté de la cama al escuchar el despertador. Corrí primero a bajarme la bombacha para comprobar que todo seguía ok y luego a agarrar el evatest. No pasaron más de cinco minutos de ahí a la cruz positiva dibujándose suave y sorprendente en un palito que temblaba como loco, al ritmo de mis manos. Me miré en el espejo: sí, efectivamente, estaba tan pálida como lo presentía. Miré el reloj, me vestí y salí corriendo a tomar el 110 con el corazón en la boca y las piernas agotadas como después de rendir un final. Me fui a la guardia de ginecología de la clínica. "Mirá, vengo porque tengo dos evatest positivos". Me hicieron la orden, me saqué sangre, todo en una espiral vertiginosa. El residente que me atendió me dijo: "desde ya te digo que son muy raros los falsos positivos" y yo sonreí, al borde del desmayo. Me sacó sangre un chico piadoso que al ver la anotación "URGENTE" me avisó que en una hora y media tenía el resultado y que lo podía ver por internet. Sí, sí, ni te preocupes, ya estoy entrenada en estos vericuetos.
Y otra vez lo hice, otra vez caí en la trampa y abrí el pdf ni bien vi que decía "finalizado". Acá, en la oficina, por segunda vez en 30 días. Me abalancé sobre el monitor para ver mejor, para estar segura, para recorrer con mis dedos esos números que mis ojos se negaban a creer, acostumbrados a una rutina de lágrimas detrás: 288. Beta de 288.
Estoy embarazada. Y no lo puedo creer.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Los "NO"

Toda mi listita de preguntas se encontró con rotundos y categóricos "no":  "No, no me tengo que hacer ningún estudio complementario que pueda descubrir nada nuevo"; "No, no hace falta aplicar ninguna técnica extra que no hayamos usado en el intento anterior"; "No, no podemos esperar que sea una gran productora de óvulos, nuestro mejor pronóstico pueden llegar a ser 6 o 7 y ni siquiera esos me puede prometer". Hubo también un "sí": sí, vamos a cambiar el protocolo de medicación (cosa que siempre se hace en los sucesivos intentos) y vamos a aumentar un poco la dosis. En conclusión, todo salió bastante bien en primera vuelta, solo nos falló la implantación, cosa que está dentro de las probabilidades normales.
Me gusta su franqueza y su calma. Me dan seguridad.

martes, 17 de diciembre de 2013

Las preguntas

Anoto en un papelito arrugado un montón de precisiones técnicas, todas ellas seguidas por un signo de interrogación. Hace un año atrás no habría sabido qué corno significan términos como "columnas de anexina" o "natural killers", pero ahora manejo esos datos como dardos afilados que le voy a lanzar a mi médico mañana cuando lo vuelva a ver. Es como un gran déjà-vu: de nuevo en el mismo lugar, calendario en mano, recetario de por medio, poniéndonos de acuerdo en pasos y medicaciones. Pero también es distinto, porque esta vez no voy a ser complaciente; esta vez voy a apretar las clavijas y a preguntar por qué. ¿Por qué si estoy normal de reserva ovárica para mi edad produje la misma cantidad de óvulos que las chicas con baja reserva? ¿Hubo una falla en la medicación? ¿Hay algo más que debamos investigar? Y así, un millón y medio de preguntas más, que anoto en mi papelito arrugado, de un lado y del otro, con signos de interrogación al final. No quiero que la emoción de saberme ahí, ante de las puertas entornadas de una nueva oportunidad me hagan olvidar ninguna.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Leer en público

La anécdota con el rojo venía más bien a explicar por qué tampoco me gustaba demasiado el tema de las miradas sobre mí. Durante mucho tiempo siempre fui "la nueva", la que se paraba al frente de la clase y tenía que decir cómo se llamaba, de dónde venía y esperar que le asignen un banco. Al principio lo sufría una barbaridad. Con el correr del tiempo lo fui naturalizando, y como de ahí a la sobre-adaptación hay dos pasos, a lo último ya nadie se daba cuenta de lo mal que la pasaba. Ni siquiera mis padres: es el día de hoy que mi mamá sostiene que yo siempre fui de adaptarme requete bien.
La herencia de todo esto es que de más grande desarrollé un temor medio irracional a las situaciones que exigían "estar frente a", léase clases grupales en la facultad, hablar en público, contar una anécdota delante de gente desconocida, rendir un final oral, qué se yo, cosas aisladas que tuve que ir superando a costa de un gran esfuerzo de actuación. Y si empecé este texto diciendo que no me "gustaba", así, en pasado, el tema de las miradas sobre mí, es porque creo que a fuerza de tanto actuar, el personaje se comió a la actriz.
Buah, tampoco la pavada, pero hice mis notables progresos. El sábado pasado participé de la muestra de fin de año del taller literario; tenía que leer un monólogo con micrófono frente a bastante gente desconocida, en el marco de una muestra colectiva de los trabajos del taller. Creí que me iba a quedar sin voz o que me iba a temblar tanto que iba a ser un papelón. Que mis manos iban a parecer mariposas atadas a una hoja A4 tratando de escapar. No sé, que me iba a doler el estómago o que iba a transpirar frío. Pero nada de eso sucedió y puedo decir, no sin sorpresa, que hasta un poquito lo disfruté. Actué y la pasé bien. Lo cual, en términos biográficos supone también la superación de una etapa no muy feliz en mi desempeño social, cosa que me llena de orgullo, por el simple hecho de haberme animado.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Mi historia con el rojo

Tengo un tema con la mirada de los otros que me viene de muy chica. Está ligado a un recuerdo de los primeros días en el jardín de infantes, en un país extranjero cuyo idioma desconocía, cuando la maestra me obligó a salir al patio para socializar con el resto de mis compañeros en vez de quedarme entre sus polleras, como había hecho durante la primera semana. En principio la intención estuvo bien, pero fue ejecutada con un método tan brutal que no se puede creer: me llevó al patio engañada y ni bien puse un pie afuera cerró sorpresivamente la puerta tras de mí, sin avisarme. Nada, me tiró a los leones. Ni bien me di cuenta de la trampa, giré aterrorizada y empujé la puerta con toda la fuerza que me cuerpito de 4 años me permitió. No sé de dónde saqué la polenta para compertirle a un adulto, pero lo cierto es que con mis dos trencitas le presenté batalla. Por supuesto que después de un breve tira y afloje la puerta se cerró maciza, sonora, y yo me quedé llorando angustiada del lado de afuera, con mi campera roja. Quedé paralizada, chupándome el dedo, clavada en el patio, y el semicírculo apretado de chicos curiosos no tardó en formarse a mi alrededor. Me miraban y me hacían preguntas que yo no podía entender; supongo que preguntaban qué me pasaba, que por qué lloraba, pero yo no entendía y solo me quería ir. Como Lorenzino. Que tanto tiempo después haya estudiado Cs. de la Comunicación es un dato que en este contexto se explica solo.
Tengo 38 años y es el día de hoy que no puedo contar esta anécdota sin que me den ganas de autoabrazarme, de lo mal que lo pasé. Recuerdo como si fuera ayer las miradas clavadas en mí, la impotencia de no poder comunicarme, el miedo de estar ahí sola  y la enorme congoja que me hacía llorar con hipo. También me acuerdo del brazo izquierdo de la campera lleno de mocos. No recuerdo mucho más, no sé cómo terminó el día.
Ya de grande, un día reparé en que no toleraba usar ropa roja. No entendía por qué, el color me gustaba, solo que no lo podía llevar puesto: sentía que llamaba demasiado la atención. Hice terapia, traje a colación este recuerdo y ¡milagro!: volví a usar rojo.
Qué increíble es la mente.

martes, 10 de diciembre de 2013

Ganas de agenda

En la lista de cosas a comprar tengo anotado -además del arbol de navidad y sus enseres recientemente incluido- "una agenda". No sé cuál, pero tiene que ser especial, nada de esas agendas hechas por montones. Tengo muchas ganas, no, mejor dicho, tengo ansiedad por comprar una linda y particular agendita 2014 y ver todas sus páginas en blanco y sentir la calma que me provoca saber que tengo tantas opciones por delante, aunque el entusiasmo por rellenarla con anotaciones redonditas y prolijas me dure, con suerte, dos meses, y también aunque cada una de esas opciones tan libres y románticas en mi fantasía de hoy la más de las veces se reduzcan a la rutina de la vida diaria, a la oficina y al tupper y al colectivo de mañana y a todas esas responsabilidades que por ahora decido no modificar. No me importa. No me importa porque saber que tengo ese tiempo por delante me llena de alegría y de optimismo, y me hace sentir que todo está ahí, posible y disponible para ser usado-vivido-estrenado-disfrutado-cambiado, ahí nomás, al alcance de mi mano, o tal vez un poco más lejos, pero ahí, ahí para mí, para todos; y entonces me invade una felicidad repentina como una ola de mar bravío, y se me humedecen los ojos (porque soy tan pero tan llorona que hasta sentir felicidad me da emoción), y me dejo llevar por esa sensación de diciembre y fiestas que pende en el aire como guirnaldas, como mi sonrisa.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Viernes

Viernes. Viernes con luz de verano y olor a cerveza y festejo de que por fin llegaste, viernes, que prometés muchos ratos de algodón y anticipás sábado y domingo de descanso y de amor, y de compras, limpieza, lavado de ropa, y seguro que algún que otro roce, también, porque la vida, ya sabés, pero muchas horas y horas de placer y sonrisas, y algún que otro plan que no voy a cumplir, seguro; también cobayos peludos gruñones que me harán reír, películas, series, tal vez un libro si logro concentrarme un rato, pero no, no creo, con IC cerca siempre prefiero icerear, y después que todo pasa tan rápido: los baños, el olor a fruta fresca y el perfume estival, la piel tibia, la siesta con las cortinas blancas meciéndose y después un poco la angustia del ocaso también, la noche, las estrellas, el reloj que avanza incansable y se va llevando nuestra diversión para acercarnos de nuevo al yugo. Pero no importa, que avance, que sus agujas movedizas no van solas; él avanza, pero yo también, IC también, el sol, la alegría, el amor avanzan y vienen y van, pero lo bueno es que siempre vuelven.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Lo que quedó de las vacaciones

Del sueño de las vacaciones en playas brasileñas de arenas blancas, cocoteros y mucho mar, pasamos a las más modestas en carpa conociendo algún lugar nuevo dentro del país, y de ahí saltamos a la realidad de que si queremos intentar de nuevo no nos podemos ir de vacaciones. Hay algunos días entre la ecografía inicial y los días subsiguientes donde, más allá de los pinchazos diarios, uno es libre de moverse por ahí, pero la necesidad de mantener refrigerada la medicación ya de por sí nos tacha la carpa de la cabeza. Para ir a algún lugar con heladera tenemos que alquilar o ir a hotel y los números se nos están poniendo estrechos. Al mismo tiempo, entiendo que son nuestras únicas vacaciones del año y que si este tratamiento también llega a fracasar nos vamos a querer morir de quedarnos sin el pan y sin la torta (más yo que IC, por supuesto, porque tengo un carácter mucho peor y soy holgadamente más mañosa). Una quinta sería una alternativa ideal que nos permitiría tener vacaciones y hacer el tratamiento en simultáneo, pero por lo que estuve averiguando valen más o menos lo mismo que un tercer intento, así que dejémoslo ahí: está claro que prefiero tener la tercera vuelta, si hiciera falta.
Conclusión: andamos sacando cuentas de cuánto saldría comprar un buen aire acondicionado para pasar enero lo más frescos posible en casa. Sí, suena bastante chotito; sobre todo porque el sol da de frente toda la tarde en verano y el departamento tiende a convertirse rápidamente en un sauna. Lo peor: desde mi insolado balcón se escuchan magnificados los chapoteos y grititos de algarabía que llegan de la pileta de los de enfrente (malditos afortunados).
Pero si sale bien... ¡Oh, qué alegrón y qué me importan las vacacionessss!

martes, 3 de diciembre de 2013

La tormenta

Todas las mañanas antes de venir a trabajar me clavo un incesante zapping entre los canales de noticias para encontrar al tipito que me dice la temperatura y el pronóstico. Siempre, o casi, termino acordándome de él, de su mamá, de su abuela y compañía, en ese u otro orden, dado que le pifian más que yo con la corazonada de la ICSI positiva. No puedo explicar de manera razonable por qué sigo haciendo caso del estúpido pronóstico; supongo que soy de esas personas que nunca pierden las esperanzas, o que soy lo suficientemente "control freak" para querer anticiparme a todo, o que no me gusta andar incómoda por la vida, ya sea con calor, frío o mojada. Como sea, ayer, por supuesto, no fue la excepción. El señor del clima me dijo, mirándome a los ojos, que no me preocupara, que iba a haber un sol radiante, que a los chicos que no tengo tenía que vestirlos con shorts y a la lona, y que no lleve paraguas porque no iba a llover hasta la noche. Y yo, como es de esperar, salí sin paraguas.
Para cuando me subí al colectivo a la salida del trabajo, estaba todo completamente encapotado. Que era inminente que se iba a caer el cielo pasó de simple hipótesis a realidad contundente con las ráfagas tipo zonda que, unos minutos después, nos hicieron sacudir en más de una esquina. Una violenta cortina de agua nos impedía mirar por la ventanilla tanto como nos obligaba a respirar el aire viciado y húmedo del interior del colectivo, que, para colmo, venía atiborrado. Cada tanto subía algún transeúnte empapado que nos iba anticipando la que se nos venía cuando bajemos. Horror. Ahogada, pegajosa, empecé mi habitual rosario de puteadas contra el gordito de un canal, el gil del otro, la chiquita de la minifalda de un tercero, el ex chico de programas de música de un canal más arriba, y así.
Pero, ¡oh, sorpresa! Unos 35 minutos después, cuando bajé del colectivo, no solo ya no llovía, sino que además había un arco iris enorme recortándose entre las nubes todavía cargadas. Los sentidos metafóricos y las analogías que se pueden hacer con esta anécdota climatológica son tantos que no los voy a enumerar, pero se entiende que la moraleja es tan pero tan optimista que me la quiero tatuar.
Hay que mantenerse positivo y esperar lo mejor. Siempre.


lunes, 2 de diciembre de 2013

Los números, las cuotas, los negocios

La institución en la que hicimos el primer intento ofrece, para los socios de Osde, un plan de pagos. Yo no tengo dicha obra social, pero IC sí (el plan más bajo, pero Osde al fin), así que en su momento nos acercamos a averiguar de qué se trataba el famoso "Plan 1000". Aclaro antes que nada que cuando uno está entusiasmado con que finalmente va a encontrar la solución a todos sus problemas está más que bien predispuesto, por lo que puede ser que no hayamos leído la letra chica y que no nos hayamos preocupado especialmente por el tema de los vencimientos, las cuotas, los montos, etc., sobre todo porque eramos muy optimistas y no creímos que fuéramos a llegar a un segundo intento. JA, ilusos.
"El plan" te ofrece dos tratamientos de alta complejidad (dos módulos, los llaman) cada uno a pagar en seis cuotas. Doce cuotas en total. Es decir que como yo pagué la primera cuota en octubre, la última cuota del primer tratamiento se me vence en marzo. Perfecto.
En mi ingenua cabecita de Alicia en el país de las maravillas resultaba MUY lógico que, independientemente de cuándo uno decidiera hacer el segundo intento, todas las cuotas fueran consecutivas. O sea: doce cuotas = doce meses = empecé en octubre de 2013, termino en octubre de 2014. No. Error. Para nada. Ahora que me estoy poniendo en campaña para ir por la segunda vuelta me entero de que antes de empezar el segundo tratamiento tenés que tener cancelado el primero y, además, como si eso no fuera suficiente, tenés que tener pagas también las tres primeras cuotas del segundo módulo. Es decir que si querés hacer los intentos seguidos no te financian más de cinco cuotas en total. Está bien, lo que resta del primer tratamiento lo puedo pagar en dos veces, pero igual es una millonada de plata. Es prohibitivo. Y acá es la parte en la que me agarra la ira y el instinto pirómano contra la institución y sus cristales impolutos y sus sillitas Bauhaus y sus monitores que te taladran la cabeza con la maravilla de la vida que te dejan tocar con las puntas de los dedos. Podes con tus sueños siempre que el cuerpo te deje, pero sobre todo siempre que te alcance el dinero, porque la ciencia, la vida, la medicina, you know, darling, nada es gratis en esta vida, nada le escapa al negocio, ni siquiera la vida, nada.

sábado, 30 de noviembre de 2013

PD: Cuando le conté a mamá

El día que le conté a mamá la experiencia que habíamos atravesado me emocioné un poco y la voz se me entrecortó. Detesto que me pase eso: cuando cuento algo que me llega muy adentro del alma se me corta la voz. Primero temblequea, después hace huelga, y ahí ya viene lo de la nariz colorada y toda esa historia. En general mi mamá tiene problemas para manejar las emociones, pero esta vez abandonó la banqueta en la que estaba sentada frente a mí, del otro lado de la barra de la cocina, le dio la vuelta, me abrazó y se puso a llorar conmigo. Y me conmovió profundamente. Y me hizo mucho bien.

jueves, 28 de noviembre de 2013

38 velitas

Este es un cumpleaños extraño. Estuve tan distraída últimamente que se me vino la fecha encima sin que me dé cuenta. Hoy recibo saludos y me dicen que lo mejor está por venir, que este es mi año, que se me van a cumplir todos los deseos, que ya voy a ver. Yo sonrío y elijo creer fervientemente que sí. Algo de mágico hay en los cumpleaños, las velitas, los deseos, así que, sí, gracias, me voy a adueñar de toda esa buena onda y esos hermosos deseos, y voy a hacer de este año que estoy estrenando toda esa maravilla que me anticipan.
 ¡Salú! 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Volver a intentar

Varias charlas con IC, llamado al médico, y ya está, decisión tomada: volvemos a intentarlo en enero. Esta vez vamos a probar durante nuestras vacaciones, para evitar andar corriendo de un lado a otro y los nervios y las preguntas de mi jefa y las horas en la oficina que no se pasan más. Si luego hace falta un nuevo intento, bueno, será en circunstancias normales porque tiempo libre ya no nos va a quedar (ni dinero para intentarlo, supongo).
Estamos muy comprometidos con el plan, más que antes diría. Ahora estamos pasando por la fase de "conectarnos con nuestro deseo". Yo soy muy de la fe ciega en la ciencia, por lo que en el tratamiento anterior realmente no me preocupé demasiado ni por los nervios, ni por la concentración, ni por estar conectada con lo que me estaba pasando desde una postura que no fuera racional, porque creo que si existen hijos fruto de violaciones, quiere decir que ni el estrés, ni el deseo, ni nada subjetivo importa realmente. Peeeero, como esta es una circunstancia completamente diferente (y necesito aferrarme a algo que me de la ilusión de que hay algo que yo puedo hacer), siento que es momento de conectar con mi deseo y con esa parte espiritual que, guardada bajo siete llaves o no, en tanto seres humanos, todos tenemos. Y se ve que a IC le está pasando lo mismo, porque de pronto viene y me dice, de lo más serio, que "mentaliza" y que "ve" un útero con un embrión adentro que se va desarrollando y yo me muero de amor y ternura y también un pelín de risa, pero más lo primero que lo último. Y no es que me ría por maldad sino de nervios, porque se nota que me da miedo creer, pero sobre todo volver a intentar.

martes, 26 de noviembre de 2013

El árbol del navidad

Me quiero comprar un árbol de navidad. No hay chicos en la casa y no soy católica, pero no me importa. Amo los arbolitos. Me divierte armarlos, colgarles las bolitas, combinar los colores, poner las luces, enroscar las guirnaldas; disfruto en partes iguales tanto del proceso de armado como del clima de fiesta que enciende en las casas cada noche. Nunca lo dije. Siempre fingí que no me importaba: una estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales no puede morirse por armar un arbolito de navidad, horror. Pero con cada año que pasa me voy sacando prejuicios de encima y me acerco de a poco más a quien soy.
El año pasado me casé, este año me compro el arbolito!

sábado, 23 de noviembre de 2013

La aceptación

En un comentario de por ahí abajo una lectora tocó un punto que me parece importante: dijo algo así como que no aceptar las cosas solo las hace más dolorosas. Creo que resistirse, negar, no aceptar, rechazar son reacciones a las que tendemos todos cuando nos vemos enfrentados a situaciones indeseadas.
Acá les comparto una reflexión del Hua Hu Chin* que en estos días me dio mucha paz, me ayudó a aceptar mis circunstancias y por ende a soltarlas:


"Quienes desean encarnar el Tao** han de aceptarlo todo.
Aceptarlo todo significa en primer lugar no tener cólera ni resistencia hacia ninguna idea o cosa, 
viva o muerta, con forma o sin forma.
La aceptación es la verdadera esencia del Tao.

Aceptarlo todo también significa apartarse de cualquier concepto de separación:
hombre y mujer, yo y otro, vida y muerte.
La división es contraria a la naturaleza del Tao.

Renunciando al antagonismo y a la separación 
se entra en la unidad armoniosa de todas las cosas."


* El Hua Hu Chin es un libro chino del siglo 300 d.C. que consta de recopilaciones de textos que transmiten las enseñanzas fundamentales del taoísmo. Si a alguien le interesa, se consigue en la web.
** En una simplificación muy grosera que es lo máximo que puedo ofrecer, con la palabra Tao los orientales refieren a lo inasible que constituye la esencia de la vida, la esencia de la existencia, el flujo del Universo bajo cuya ley se ordenan todas las cosas. Es realmente un concepto muy abstracto.

viernes, 22 de noviembre de 2013

El balance

Lo primero que me pasa cuando voy a llorar es sentir un intenso hormigueo en la punta de la nariz. Esos pinchazos que se me dan por dentro se corresponden, visto desde afuera, con un súbito y completo enrojecimiento de la piel. Después vienen las muecas, las lágrimas y todo lo demás, pero el verdadero indicador del llanto que está por explotar, en mi caso, es la nariz. Por ende, si logro contar algo que me genera dolor sin que se me ponga roja, quiere decir que ya superé la tristeza.
Desde que me enteré del negativo el lunes al mediodía fui haciendo mi recorrido interior y -felizmente- llegué a esa etapa donde puedo contar lo que pasó sin hormigueos ni lágrimas. Estoy contenta por eso. Lo que pasó es triste y no lo puedo cambiar, pero sí puedo decir que fue una experiencia de la que aprendí y/o reforcé algunas cosas muy positivas, a saber:
Que me casé con el hombre indicado. Esta es de las que reforcé, ya lo sabía pero no viene de más recordarlo. Sí, tuve momentos en los que sentí que IC era un desalmado, pero la realidad es que estuvo a mi lado todo el tiempo, mimándome, cocinando, dejándome descansar, pinchándome, etc. Los momentos que manejó con horrible tacto se corrigieron con una charla en la que le expliqué lo que me hacía sentir. Nuestra relación sin dudas salió fortalecida de este trance, lo que no es poco.
Que no hay que encarar un tratamiento tan costoso y demandante a las apuradas. Es un proceso que de por sí es tensionante, por lo que hay que intentar reducir lo más posible las causas externas de estrés. Ojalá pudiera hacer mi próximo intento por ejemplo durante las vacaciones.
Hay que preguntar y sacarse todas las dudas. Yo suelo ser muy respetuosa y no preguntar si no me explican, porque tiendo a pensar que si no me dicen nada es porque no hay nada para decir. Error. No me dicen nada porque no pregunto. La realidad es que como pacientes estamos poniendo el cuerpo y, en mi caso, un monto de dinero importante. Ambas razones justifican de sobra que se nos informe correctamente de todas las etapas y situaciones que vamos transitando.
Y por último, pero no menos importante, que frente a las situaciones de la vida como por ejemplo esta se teje una red de solidaridad y buena vibra que me emociona profundamente. No hay mujer a la que no le haya contado mi situación que, por más desconocida que fuera, no dedicara unos instantes a empatizar conmigo y darme una palabra de aliento, desearme algo bueno, decirme que no pierda las esperanzas, que no baje los brazos. En cada oportunidad sentí un lazo invisible con esa persona, una conexión femenina que me retrotrajo a algo muy tribal, muy simbólico, que me llenó de paz. También reafirmé que tengo pocas amigas pero de fierro, que me quieren y que me apoyan, que me aguantan la neurosis y se bancan mis desplantes. Y también que siempre hay gente nueva y copada dispuesta a dar una mano, una idea o simplemente un abrazo, ya sea cara a cara o virtualmente.
O sea, resumiendo, que perdí una posibilidad, pero gané un montón de cosas que me hicieron crecer y que, sin dudas, me van a hacer llegar más fuerte al próximo intento.
¡¡Por lo menos esto me da positivo!! :)
Buen fin de semana

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Desgano

No tengo ganas de nada. No tengo ganas de estar en la oficina ni de escribir para el taller (no tengo ganas siquiera de ir al taller); tengo una fiesta el sábado y me fallan las ganas de ir; quedé con mis abuelos en llevarlos a un paseo el lunes feriado que ahora quisiera cancelar; hoy tengo turno en la peluquería para tintura y si no fuera por mi Superyó que lo supervisa todo, faltaría con gusto (igualmente, pocas cosas me embolan más que el ritual de la peluquería, las ganas de faltar no son exclusivas de ahora).
Ni hablemos de mi cumpleaños nº 38 la semana próxima, que se va a desenvolver en un escenario muy distinto al fantaseado. Todo se veía más lindo y divertido bajo la luz de mi positivo imaginario, y ahora tengo que adaptarme a la idea de cumplir con las mismas obligaciones pero bajo otras circunstancias, bastante más chotas.
Entera, incrédula y acomodándome de a poco. Así me siento hoy.

martes, 19 de noviembre de 2013

Procesar

Ayer esperé ansiosa que fueran las 17.30. Esperé sentadita en mi silla giratoria, mirando la pantalla y fingiendo trabajar. A la hora señalada me despedí de mis compañeros de oficina en la esquina, y ni bien vi que cada uno había tomado su rumbo dejé rodar la primera lágrima de las mil millones que le siguieron. Lloré un montón; hoy tengo los ojos en compota: soy un pequeño monstruo decepcionado. Por fin 20.30 llegó IC. Me agarró mirando la carpeta del tratamiento, pasando revista a las facturas, las indicaciones de la medicación, un montón de papeles que ya quedaron en el pasado. Me miró, lo miré, pucherié y entendió todo. Revoleó desde la puerta su mochila y corrió a arrodillarse a mis pies y a darme el abrazo más largo, más tierno, más contenedor, más apretado, más humano, más amoroso que podría haber esperado y automáticamente empecé a sanar.
Al rato nos miramos y mantuvimos la siguiente conversación:
Él-"Vení, vamos a hacer cosas de gordos"
Yo-"Dale, vamos a hacer cosas de gordos"
Y nos destapamos una cerveza, nos abrimos unas papas fritas, preparamos una pizza, nos lastramos unos bon-o-bon y nos reímos (yo lloré) y nos reímos más (yo lloré de nuevo), y nos miramos profundo, y nos hicimos promesas y miramos un capítulo de Mad man y nos fuimos a dormir. Me desperté una, dos, tres veces a la noche. Soñé cosas relacionadas al tema, no sé bien qué. Y hoy me desperté y me sentí fuerte.


P.D.: Gracias por el apoyo todos estos días; aunque parezca loco, se siente 


lunes, 18 de noviembre de 2013

Negativo

Así, como una cachetada en el medio de la cara. Y ahora este dolor de cabeza que me clava a la silla de la oficina donde tuve la mala, malísima idea de dejarme llevar por la curiosidad. Total seguro que es positivo. Ingenua. No tuve en cuenta que una de las opciones implicaba lidiar con esta desproporcionada sensación de decepción, con tanto estupor, incredulidad, miedo, tristeza, dolor.
Lloro seca. No quiero montar un espectáculo y menos que mi jefa se entere del resultado antes que IC.
IC... no me imagino afrontar ese momento, darle la noticia. Por qué no me habré atenido al plan original: esperar en casa a que él llegue de trabajar y ver el resultado juntos.
No lo puedo creer.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Recuerdos

Una, dos, tres, cuatro conchillas componían mi hilera de caracolas de mar. Una a una las iba disponiendo despacito sobre el borde marrón, lustroso, del sillón de cuero. El rastro de arena entre ellas testimoniaba mis movimientos indecisos, que buscaban, para cada una, la mejor ubicación posible: simétrica, equidistante. Por debajo de mis piernas sentía subir el frío de las baldosas, pero arrodillada a esa altura la “obra” me quedaba perfecta. Cada tanto miraba de reojo, disimulada, al señor gordo, muy serio, que estaba sentado al lado, en la punta derecha del sillón. Todo el despliegue de arena y conchillas le estaba dirigido, como una ofrenda. Era el anzuelo que se me ocurrió tenderle para cautivar su interés: deseaba locamente que me mirara y me dijera lo que me decían todos los grandes, que qué bonita nena. Así que me hacía la linda, acomodando las conchillas blancas que había juntado por la mañana, sin perder las esperanzas de que funcionara mi seducción de criatura de bucles castaños y nariz respingada. Pero no, no funcionó. Finalmente el señor gordo me miró, pero fue con disgusto y desinterés, y con el dorso de la mano barrió de una vez con todas mis conchillas y su rastro de arena. 
De ese instante suspendido en la memoria recuerdo especialmente la sorpresa, el estupor. También la angustia, que en seguida se me enroscó en la garganta, el fuego de las mejillas y las lágrimas haciendo fila para salir. El señor gordo del sillón de cuero fue uno de los primeros en decirme que no, que el mundo no giraba alrededor mío. Fue en un lobby de un hotel en Atenas, donde pasamos la navidad de no sé que año, ‘81 pongamos. Y todavía me acuerdo del gesto de desprecio grabado en su rostro.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Los ajenos

Uno en esta situación de espera busca alguna pista, una clave, un código secreto a descifrar, algo que nos tranquilice y que nos diga "sí, estás", pero no. Esa señal no aparece. Nada, ninguna, cero. Lo único que hay es una delantera a punto de explotar y algunos pinchazos en el útero, pero según Don Google eso es por la progesterona que me clavo tres veces al día. Así que estamos en el mismo lugar que al principio, compelidos a esperar.
Pero la búsqueda me arrastró por medio internet y me llevó a visitar un montón de blogs y de sitios y demases, y descubrí que yo, que me sentía la peor de todas por lo que conté acá, vengo a ser más o menos Heidi. Eso es NADA comparado con todo lo que sucede ahí afuera. He leído acerca de gente que no puede alegrarse de que su mejor amiga quedó embaraza o su hermana o su prima, gente que deja de ir a los cumpleaños de los hijos de sus amigos porque no puede "tolerar" ver bebés alrededor, mujeres que dejan de verse con personas queridas porque están embarazadas y no "soportan" sus panzas -que viven como una ofensa personal- y mucho menos aguantan verlas disfrutar de sus embarazos. Capaz que tienen amigas de mierda que les refriegan la maternidad por la cara, o que hablan de "amigas" pero en realidad son "conocidas", como ese montón de gente que uno tiene en Facebook y que en realidad importa nada. No sé. Lo que es yo, no sé si seré un bicho raro (probable), pero no siento nada de eso. Sí tuve envidia, no voy a venir acá a hacerme la hipócrita, pero nunca de una amiga. Jamás mi tema con la maternidad empañó la alegría de ver nacer hijos de gente querida. Es más: voy a verlos, los tengo, los alzo, juego, qué me importa, no son míos. ¡Y yo quiero hijos míos! Los ajenos no me hacen sentir ni bien ni mal, son ajenos.
Y, volviendo a lo nuestro, esa es la situación que queremos cambiar. Y estoy a tres días de enterarme de si esta vez lo logré o no.
No sé cómo voy a hacer para abrir los resultados el lunes.
Nervios.


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Nos conocemos la cara

Así que era esto, la famosa betaespera, este tiempo detenido en el tiempo que voy avanzando a velocidad babosa. ¿Ansiedad? Sí, tengo. ¿Intriga? Un montón. Pero lo que se dice "pasarla mal"... no, para nada, mucho peor me resultó todo lo anterior. Supongo que debe ser mucho más difícil para las que no trabajan, el tiempo desocupado se debe estirar hasta límites surrealistas, pero -por esta vez, afortunadamente- no es mi caso.
Lo que tiene de bueno este tiempo de espera, suspendido en el aire, es que más allá del resultado es un momento de puro optimismo, pura ilusión. Es tiempo de temor y de ansiedad también, obvio, pero por ahora todo es posible. Hasta que no nos den un resultado que niegue el positivo, todavía estamos en carrera, y eso lo hace un tiempo de bienestar para mí. Acuno un sueño, y está bueno.

martes, 12 de noviembre de 2013

La razones de nuestro silencio

¿Por qué solo un puñadito de grandes amigos saben de la espera que estamos atravesando? ¿Por qué decidimos/sentimos/nos salió no compartirlo con la familia y los amigos in extenso? Un poco supongo que viene de la mano del pudor del acto de concebir un hijo, que en condiciones normales se da en lo más profundo de la esfera de lo privado y que permanece desconocido para todos hasta tanto la pareja decida comunicarlo al afuera. Otro poco -bastante- tiene que ver con la relación particular que tengo con mis padres, que me vuelve reticente a compartir con ellos las emociones fuertes: falta de empatía, inestabilidad emocional y dificultades para expresar los sentimientos (mi madre) y dramatismo y negativismo (mi padre), son las características que más me afectan e irritan de ellos; si a esto le sumamos que los roles "adultos-niños/padres-hijos" en mi casa han sido históricamente invertidos, se comprenderá que no me sienta cómoda reposando en ellos. Un tercer elemento tiene que ver con el manejo de las ansiedades propias y ajenas, que hace que nos resulte preferible poner un cerco perimetral que nos proteja de la invasión para autopreservarnos y lograr mantener la calma.
También estará la consabida precaución, supongo. Porque cuando el año pasado las cosas salieron mal, además de nuestra propia pena tuvimos que lidiar con "los Otros": ese colectivo que, de alguna manera, se sintió interpelado y al que hubo que ubicar para lograr que se respete el deseo de intimidad y silencio que nos urgía.
Supongo que no es cuestionable cómo cada uno siente que debe manejar los episodios vitales de su vida; lo que me da pena es que no sienta compartir con ellos las cosas importantes.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Cumpleaños I

Los 40 de IC llegaron con muchos amigos en casa y rondas de pizza que amasamos con amor y calor el día anterior. Fue un festejo "plan B", ya que la primera idea había sido tirar unas hamburguesas a la parrilla en el patio de mi suegra, pero tres sitios de pronóstico meteorológico on-line nos convencieron de que iba a llover. Por supuesto que hubo sol y humedad la mayor parte del día, pero igual el festejo estuvo bien: más apretados, con más calor, pero en casa. Solo estuvo la familia más cercana, el resto fueron grandes amigos de varias décadas y algunos más nuevos pero igualmente queridos. El regalo más hermoso que recibió fue, sin dudas, un pequeño retrato hecho en acuarelas por un pintor amigo. Yo no tuve tiempo de comprarle nada, pero a él esas cosas no le importan. Secretamente compartimos la ilusión de que nuestro regalo sea otro, pero para confirmar eso todavía falta una semana.

jueves, 7 de noviembre de 2013

A esperar

Culminando este mes ficcional que viví, esta mañana me colocaron en el útero dos posibilidades. Ojalá puedan quedarse a vivir la aventura que les propongo.
Pero, como decía mi tío Pancho: si tiene que ser será, la suerte está echada. Ahora no resta más que esperar.

martes, 5 de noviembre de 2013

Reteniendo el aire

♥ Retengo el aire para que no se me escape este sueño que estoy tejiendo con tanto susto: "Tenemos dos embriones en perfecto desarrollo", le dijo el doc a IC y la cadena siguió hasta mí. Yo no me animaba siquiera a preguntar, preferí que fuera IC quien me dijera lo que hubiera para oír y esta vez me dio buenas noticias. Voy a respirar despacito para que no haya viento en el laboratorio, ya saben, por eso del aleteo de una mariposa... Hay dos embriones mitad él y mitad yo en un laboratorio a 30 cuadras de donde me encuentro, y por ahora el sueño sigue.
El jueves a las 8 am es la transferencia. Son muchas horas hasta el jueves ♥  

lunes, 4 de noviembre de 2013

Día D

Escribo sobre el día D desde la cama, donde guardo obediente el reposo recomendado por mi nuevo mejor amigo: el anestesiólogo, que me hizo pasar un rato genial mientras ellos se ocupaban de pincharme los ovarios en busca de mis preciados óvulos, que al final de cuentas no resultaron ser más que tres y un cuarto dudoso. Por el momento no tengo noticias de nada, solo la panza hinchada y una pila de nueva medicación para los próximos días: ibuprofeno 600, un antibiótico, óvulos de progesterona, aspirineta y ácido fólico.
Yo me quedé algo amargada con eso de que fueran tan pocos óvulos, tanto pinchazo para solo obtener tres o cuatro huevitos, pero nadie más pareció lamentarlo: el doc se mostró optimista, y le dijo a IC que todo había salido perfecto. Mañana van a confirmarnos lo que ya nos adelantaron, que la transferencia sería el jueves. Mientras tanto yo me pregunto si habrán fecundado, si estarán sobreviviendo, si nos quedará material para transferir, un sinfín de signos de interrogación que de pronto acallo pensando que si todo hubiera salido mal, supongo que ya nos lo habrían avisado.
La fecha para la beta es el 18 de noviembre, exactamente dentro de 14 días. En la libreta que le dediqué a esta aventura abrí una página para anotar potenciales actividades distractivas. La cuestión es mantener mi cabeza ocupada, y creo que eso voy a lograrlo más que nada haciendo cosas con mis manos.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Domingo

La calma de saber que ya no hay más pinchazos. Ayer fueron los últimos tres y lo festejé como Maradona el gol a los ingleses en el 86.
El domingo me agarra tomando mate frente a la compu; IC todavía duerme y una suave brisa me cosquillea en los pies; los cobayos se asoman para sentir a qué huelo hoy y escucho los pájaros del barrio cantar por ahí. Siento una rara mezcla de alegría, calma y perplejidad; rara pero linda. Alegría porque se terminó una etapa del tratamiento, la más larga, la más pesada, y alegría también por la posibilidad que se nos abre por delante mañana; calma, porque ya nada me pone tan nerviosa como los pinchazos, ni siquiera el temita de la sedación y de la aspiración de óvulos; y perplejidad porque todavía no puedo creer que mañana, si todo sale bien, en un laboratorio luminoso y cibernético va a comenzar el proceso que puede culminar en vidas humanas, mis -potenciales- hijos.
Es tan de ciencia ficción que no me entra en la cabeza 

viernes, 1 de noviembre de 2013

Monitoreo #4

A punto caramelo. Así estamos -parece- mis óvulos y yo. Ya nos confirmaron que la aspiración será el lunes por la mañana, 8.30 hs. Nos dieron los papeles de consentimiento que tenemos que firmar, todas las indicaciones del caso, el frasquito para la recolección de la muestra y las recetas para la última medicación extra. Restan dos días de pinchazos y listo, basta para mí, basta para todos
Emocionalmente estoy mejor, y no se lo debo precisamente a las hormonas. Probablemente haya ayudado mucho la charla con IC, en la que -lo más amablemente que pude- le expliqué que no tengo resto como para andar controlándome, y que en estos días necesito que tamice absolutamente todo lo que quiera decir: todo pensamiento tiene que pasar, antes de salir, por su CCPI (Comité de Censura Preventiva Interno). Fue una charlita productiva que me alivió mucho, porque realmente no quería llegar al día D peleados. Tampoco tengo mucha cintura como para evitarlo: con los días me fui convirtiendo en una bomba de mecha corta, así que le pedí encarecidamente que se cargue al hombro la responsabilidad del diálogo.
Por lo demás, yo soy muy zorra, porque cuento lo villano e insensible que es pero callo que se está ocupando de la cena de toda la semana, que va a buscar con el auto donde le pido, que hoy que pudo me acompañó al monitoreo, etc.
Ser objetiva, en estos días, me parece imposible. Por suerte, falta menos.

jueves, 31 de octubre de 2013

Descargar

No me hinché, no me duele nada, no engordé. Solo lloro. Lloro copioso, abundante, redondo, caliente por las noches. Cualquier excusa es buena para activar la catarata emocional y esto sí se lo tengo que atribuir a las hormonas porque no me queda más remedio; es eso o pensar que estoy deprimida.
IC tuvo la brillante idea de seguir insistiendo con que tiene que organizarse con el trabajo y sugerir que, en todo caso, no hace falta que él esté para la transferencia de los embriones. El Yeti tendría más tacto que este muchacho en similares circunstancias. Como primer argumento le dije que necesitaba guardar reposo un par de horas después de la transferencia, pero esgrimió que en todo caso me podía tomar un taxi. Después directamente le dije que me iba a sentir una paria estando ahí sola y que antes que eso prefería pedirle a alguna amiga que me acompañe. Y dicho esto me sentí demasiado cansada para sacar el papiro y empezar a leer el cúmulo de razones que tengo para pedirle, exigirle que esté ahí ese día, pero repasé mentalmente los puntos más fuertes y ya con eso nomas se me hizo un nudo en la garganta. No obstante, decidí que me iba a controlar y que no iba a armar un escándalo. Pero poco después hubo otro altercado por una nimiedad que terminó con él diciéndome: "Bueno, calmate un poco, estás a full" y ahí ya tuve ganas de romper todo. IC tiene la tendencia a sentirse sobrepasado por las cosas que no puede manejar e, indefectiblemente, cuando se siente así me ataca.
Yo "estoy a full", ponele, por un montón de razones: algunas emocionales, otras psicológicas, incluso algunas estarán vinculadas a estas hermosas hormonas que me convierten en una gallina ponedora; pero más aún "estoy a full" porque a lo largo de este proceso que supone nuestro proyecto en común, además de mi trabajo, mis dos horitas diarias de bondi y demás actividades cotidianas, me ocupé de: sacar los turnos para las instituciones, pedir presupuestos, escanear papeles, presentar documentos, hacer transferencias bancarias, comprar medicación, juntar estudios para presentar, hacerme otros nuevos, comprar las carpetitas para entregar con la documentación exigida, poner el cuerpo para los pinchazos, poner el cuerpo para las ecografías, sacar los turnos para las ecografías, correr de un lado al otro, tratar de no llegar tarde al trabajo, hacer las consultas con el médico, etc. etc. etc., mientras que él, hasta el presente, me acompañó a tres entrevistas y se hizo un análisis de sangre. Ah, y me aplica las inyecciones.
No espero un monumento por ponerle el cuerpo a nuestro sueño, pero sí espero, mínimamente, encontrar en él un consuelo, una mirada cómplice, una palmada en la pierna, un abrazo y sobre todo mucha paciencia para aguantarme si me pongo pesada o monotemática, porque sí, estoy a full: esta aventura, que puede terminar en la nada misma, puede terminar también, en el mejor de los casos, en mellizos. No hay manera de que no se me revolucione el alma aunque más no sea con la idea.

Monitoreo #3

Parece que mis óvulos están creciendo, pero a un ritmo más lento de lo anticipado. Tengo que seguir con los mismos pinchazos de siempre más la última adquisición, o sea tres "respirá profundo" por noche de aquí a Dios dirá.
El día D se aleja, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta cuándo: parece que la aspiración no va a ser el fin de semana sino el lunes; la ecografía de mañana precisará un poco más, supongo.
Tengo que ir a comprar medicación de último momento, todas mis reservas ya fueron agotadas, igual que yo, que me siento afiebrada y cansada.
En la sala de espera no dejan de mostrar partos, cabecitas de bebés ensagrentadas, vaginas ajenas que se expanden a punto elástico, pinchazos, médicos... Se me revuelve el estómago. Quiero pararme de golpe y exigir a los gritos que pongan un canal de noticias, pero: 1) no tengo energía para hacer tamaño despliegue; 2) tengo que domar mis hormonas; 3) creo que el tele está bien, la que no encaja ahí soy yo.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Mejorando

No sé si tuve fiebre o qué, pero ayer volví del trabajo, a las siete de la tarde, y me metí en la cama. Así, sin más. Interpreté que si mi cuerpo andaba arrastrándose como un fantasma por ahí, algo estaría tratando de decir. Así que llegué, me puse la joguineta más cómoda que tengo y derechito al sobre. Y se ve que algo de eso había, porque hoy me siento infinitamente mejor. También lloré unas cuantas lágrimas redondas y calientes, de esas que caen con fuerza y hacen un manchón, y creo que eso también ayudó. Lloré después de que IC me despertara al grito de "Amor, ya está la comida". Rarísimo. En cualquier otra circunstancia esa hubiera sido música para mis oídos, pero estoy sensible (hermoso eufemismo) y me desperté asustada. Miré el reloj y vi que habían pasado 20 minutos de la hora de ponerme las inyecciones. Puse cara de culo, IC medio que se calentó y vino a darme las inyecciones dando grandes zancadas y haciendo movimientos ampulosos. Me asusté el doble, pensando que los pinchazos iban a llegar al intestino. Me dolieron bastante los dos, ratificando la hipótesis de que esto tiene mucho de emocional, y ya, me fui al baño a llorar. También lloré por el cansancio acumulado, por el dolor de la antitetánica (que todo lo que no dolió al momento de la aplicación me está doliendo ahora, post facto), lloré por una angustia que me vino de no sé dónde y que me trepó la garganta en un minuto, y supongo que también habré llorado un poco por las hormonas; pero no, prefiero hacerme cargo de mi emocionalidad desbordada antes que caer en ese recurso ramplón. Creo que también lloré porque horas antes IC me había estado insistiendo vehementemente para que le pregunte al médico que si la punción era el lunes más o menos a qué hora sería. Dijo algo así como "no te ofendas, no lo tomes a mal, pero yo tengo 'responsabilidades' y me tengo que organizar" y no sé bien qué más dijo porque a esa altura ya se me había subido la sangre a la cabeza. No vamos a ponernos a competir por quién maneja más responsabilidades en el trabajo; solo quiero detenerme en el hecho de que estoy poniendo el cuerpo para un proyecto común. Lo hago por voluntad propia, ya saben, sarna con gusto y todo eso; pero con gusto o sin gusto estoy poniendo el cuerpo y algo en esa frase me jodió. Entiendo, igual, lo del laburo, pero no sé. Igualmente el doc. me confirmó que creía que la aspiración sería el sábado o domingo. Día D a la vista y -espero- fin de la era de los pinchazos.

martes, 29 de octubre de 2013

Monitoreo #2

Eso que dije respecto de que le iba encontrando la vuelta a los pinchazos... no, para nada. Es cuestión del día, de la sensibilidad, qué se yo, a veces casi no los siento y otras veces me duele. Me pasa más lo último que lo primero, pero no pierdo las esperanzas de encontrarle el yeite antes de que todo el proceso termine. Ayer encima agregué la antitetánica, así que oficialmente estoy en camino de convertirme en colador.
Hoy tuve el segundo monitoreo: parece que todo avanza perfecto. Por lo que entendí, tengo varios folículos en cada ovario, así que vamos a tener material con el cual trabajar. Esto es muy bueno, si consideramos que hay personas que tienen que suspender el tratamiento por falta de respuesta ovárica. Me agregaron un tercer pinchazo para mañana (no me lo quiero ni imaginar). El jueves temprano tengo otra ecografía; según lo que vean me dirán cómo tengo que seguir, pero la señal de que nos estamos acercando al día D es que ya me enchufaron la medicación que sirve para que los óvulos maduren.
Sigo muy normal, salvo por el enorme cansancio que me aplasta; avanzo como un autómata, tengo el cuerpo como cuando la gripe. Mi familia no sabe nada, así que ni siquiera puedo llamar a alguno para hacerme la víctima; es más, casi que evito hablar con nadie porque siento que no tendría de qué hablar. Al margen del trabajo, todo lo demás se vincula con este tratamiento directa o indirectamente. Sí, supongo que me convertí en la persona monotemática que temía ser, pero lo bueno es que no me pesa. Esto es como cuando uno tiene que rendir un final, pedir un aumento, etc.: es inevitable que sea un tema que sobrevuele la cabeza todo el tiempo, lo importante es no sufrirlo. Y por ahora creo que la expectativa le va ganando a todo lo demás.

lunes, 28 de octubre de 2013

Las vacaciones

Las vacaciones se convierten, en este momento del año, en el faro que me recuerda que no voy a ahogarme en el océano; son mi equivalente de la clásica zanahoria del el burro, la razón al fondo del horizonte que evita que abandone todo y salga corriendo de la oficina YA.
De los iniciales planes paradisíacos que incluían playas brasileñas de arena blanca y mar turquesa pasamos a unos mucho (mucho) más modestos días de veraneo en carpa conociendo alguna nueva región del interior de nuestro país. La razón de este drástico cambio no tiene que ver con chauvinismos de ninguna índole, sino, sencillamente, que este tratamiento que estamos encarando se lleva puesto nuestro proyecto de vacaciones bajo el cocotero. Que el intento lo amerita, no cabe la menor duda, pero lo cierto es que más o menos estamos hablando del valor de un autito usado. Un disparate.
Sea como fuere, las vacaciones en carpa se me antojan soñadas; no sé si me estoy tratando de convencer o qué, pero estoy contenta con la idea de agarrar el auto e ir recorriendo pueblitos, parando donde nos guste y rajando de donde no; con la libertad de la carpa, sin reservas, bien gasolero e improvisado como me gusta a mí.
IC, por su lado, no da señales de decepción por no ir al mar. Creo que esas eran mis vacaciones soñadas y que él se siente mucho más cómodo con esta nueva idea.
Sería lo que los yankis llaman una win-win situation.

sábado, 26 de octubre de 2013

Efectos secundarios

Me da risa ver las expectativas que tengo puestas en los potenciales "efectos secundarios" de estas hormonas que -como deliberadamente descarté los prospectos para no sugestionarme- ignoro cuáles podrían ser. Me sorprende descubrir que voy por las terceras dosis y no siento nada. ¿Qué esperaba sentir, realmente? ¿Qué creía? ¿Que me iba a convertir en Mr. Hyde? ¿Que súbitamente me iba a inflar como el pez globo? No sé, es como ridículo ponerme contenta por sentirme normal. Igual está bien, no me quejo, no me quejo.
Otra buena: vamos mejorando la técnica de los pinchazos: descubrí que cuanto más me aprieto el rollo de la panza que hay que sostener para meter la aguja (para que IC meta la aguja, está claro) menos me duele el pinchazo y el drenaje de la dosis. Claro, te duele menos el pinchazo porque te está doliendo el apretón en el rollo. Es la misma lógica que usan las depiladoras que después de pegar el tirón para despegar la cera te golpean: un clavo saca otro clavo, un dolor neutraliza a otro, y así. No sé si gano mucho, en realidad, pero me da menos fobia. Porque eso sí, soy medio el perro de Pavlov: empieza a caer la nochecita y yo ya me empiezo a poner ansiosa.



viernes, 25 de octubre de 2013

Más serena

Después del ataque de angustia de ayer, acá estoy, con los segundo pinchazos puestos y calma como el agua. El médico me dijo que está todo perfecto, seguimos.

jueves, 24 de octubre de 2013

La ansiedad, el miedo

Paren la calesita, me quiero bajar. Siento que me apuré, que estoy malgastando una valiosa oportunidad y que mi médico estuvo mal en no detenerme, cuando es evidente que yo soy una loca.
El tema es el siguiente: en la institución donde me voy a realizar la ICSI me piden un millón y medio de estudios. Algunos los tengo, otros no (chagas, toxoplasmosis,  etc. no son precisamente de rutina). Cuando hablamos de los tiempos con mi médico le expliqué claramente que tenía ganas de empezar en el ciclo siguiente, pero que me faltaban varios estudios y no sabía si iba a llegar. Me dijo que con que estuvieran en trámite era suficiente. También me dijo que si quería pasarlo para el mes siguiente no había problema, pero yo, cabezona, dije que no, que quería intentar ahora.
Hoy me fui a sacar los dos litros de sangre necesarios para llenar los quichicientos tubitos y me encuentro con que los resultados van a estar más o menos para la fecha en que -supuestamente- se va a realizar la transferencia de embriones. Enloquecí.
Cualquier cosa me desborda, me siento en terreno desconocido, no entiendo nada, me explican poco y además de todo soy tarada, por lo que me ahogo en un vaso de agua con mucha facilidad. No hablemos de lo neurótica que soy, y de lo difícil que resultan para mí ciertas cosas que para otros son pan comido. Tipo: llamar al laboratorio, rogar, suplicar, llorar, amenazar, lo que sea.  Igualmente, venciendo mi neurosis llamé al laboratorio, y muy amablemente -en contra de todas mis fantasías/expectativas- me informaron que me lo pueden tener para unos días antes, pero como esto es minuto a minuto, no me puedo relajar y quedarme tranquila con que van a estar: tengo que volver a llamar en un par de días y así, insistir hasta que alguno se apiade y me diga que sí, que no joda más, que ya están listos.
Y ya está, quiero suspender todo, parar, hacer las cosas con tiempo, no correr, poder estar tranquila y concentrada. Estoy angustiada, arrepentida, tengo miedo, me siento presionada, me quiero matar. ¿Por qué no encaro nunca las cosas como una persona nomal?
Ya está, lo dije.

Los primeros pinchazos

Para cuando IC sacó la última agua, tenía las piernas relajadas como me pasa cada vez que me asusto mucho y después me calmo abruptamente. Son los nervios, que me aflojan las piernas.
La verdad, supongo que para la mayoría no es para tanto. A mí me dolió, sobre todo una de ellas, porque hay que hacer una manipulación para poner el líquido en la jeringa que hace que se desafile un poco la aguja, pero no es para hacer un drama, aunque a las mariconas como yo nos encante tener una razón para hacernos las víctimas. IC me preguntaba cada dos minutos si estaba bien porque me escuchaba que respiraba fuerte; sí, me sentía perfecta, era el susto nomas: me cuesta horrores lidiar con la ansiedad que me provoca lo desconocido. Estoy segura de que las aplicaciones de esta noche no me van a poner ni la mitad de nerviosa, porque ya sé qué es lo máximo que puede pasar. Maldita control freak.
Por lo demás, no siento nada de nada. Contrariamente a lo que hago siempre, esta vez no quise ni leer los prospectos. Hasta el momento, ningún efecto secundario. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

El monitoreo

Hoy tuve el primer monitoreo. No sé exactamente qué era lo que tenían que ver; yo entendí que tenían que chequear que no hubiera quedado ningún folículo del período pasado, pero no, parece que no era eso, sino que tenían que comprobar que hubieran folículos del tamaño correcto para el momento del ciclo en el que estoy. Y sí, los hay: hay varios en ambos ovarios de menos de 10 mm, lo cual parece que está muy bien. Así que si el doc me da la veña, hoy cuando salgo de la oficina paso por la farmacia a comprar la medicación y empiezo con los pinchazos.
Dios quiso que me casara con una persona que sabe aplicar inyecciones y lo bien que hizo en juntarnos, porque yo jamás hubiera podido saltar la barrera de la autopreservación para inyectarme dos medicaciones, a falta de una, en la panza. Creo que solo bajo amenaza de muerte podría hacer algo así. Sí, soy re exagerada; supongo que si IC no supiera poner inyecciones tomaría yo el toro por las astas, pero por suerte sabe, así que puedo mariconear tranquila. El primer pinchazo será el peor, supongo. No saber cuánto duele, qué se siente me genera una tensión extra. Me dicen que no duele nada, que me deje de joder, pero yo tengo como este morbo de imaginarme el peor escenario para después sentirme aliviada; es como un mecanismo de defensa, o simplemente mi personalidad, no lo sé, pero no lo puedo evitar.
Estoy un poco asustada. Contenta, pero asustada.

domingo, 20 de octubre de 2013

Instrucciones para arruinar un festejo

Las que se brindan a continuación son instrucciones orientativas, no pretenden ilustrar todas las formas posibles de arruinar un festejo como el del día de la madre, sino ejemplificar una, muy eficaz.

Atención: para que estas instrucciones funcionen es necesario que hayan otros familiares/participantes dispuestos a colaborar, sino, no sale.

1) Organice pasar el día de la madre en la casa de A. Invite mucha gente, incluidos la suegra de su hija y demás parentela.
2) Otro pariente -si es su hermana, mucho mejor- debe cambiar el lugar de reunión por la casa de B, consultando a todos los involucrados menos a usted.
3) Es importante que Ud. no se entere de este cambio sino de forma azarosa, un par de días antes del festejo propiamente dicho. Cuanto más cerca de la fecha se entere, más eficiente resultará esta técnica, y cuanto más azarosa la forma, también.
4) Una vez anoticiada, arme un escándalo de proporciones mayúsculas, aprovechando la volada para cargar al desafortunado episodio con connotaciones dramáticas, que vienen de kilos de años de conflictos no resueltos con su familia.

TADAAAAAA. Con esto debería bastar para que todos los participantes terminen con dolor de estómago, después de oír una linda caterva de gritos y reclamos.
Los créditos de esta ingeniosa técnica son todos de mi madre (no me atrevería a quitarle protagonismo en este día tan especial)

Como resultado de la aplicación exitosa de estas instrucciones, el festejo familiar se dividió en dos. Mi madre decidió que no íbamos a pasarlo en lo de mi tía, con mi abuela, sino en mi casa, donde está parando una pareja amiga por unos días. Todos peleados.
Yo sigo atónita.

--------------------

Feliz día a las madres argentinas, a las cuerdas y a las que no lo son tanto. A todas, por esas cosas del misterio del amor, las queremos entrañablemente. 
Aun a la mía, que, indudablemente, se inscribe en el segundo grupo.


sábado, 19 de octubre de 2013

Primavera

Me estiro, remolona y destapada, a lo largo de la cama, los brazos paralelos a mis orejas, los pies tan rígidos que llego a los confines de las sábanas, y sonrío con los ojos cerrados al darme cuenta de que no tengo frío. 
El invierno ya pasó, y puedo decirlo por el canto de los pájaros que se abre camino a través de las cortinas que visten ventanas abiertas, y por esa energía renovada que hace que me despierte más fácil y que salir de la ducha sea agradable. 
Puedo decir que es primavera también porque disfruto caminar las cuadras que me separan de la parada de colectivos, y por el olor a jazmín y a azahar que me acompaña en el recorrido. 
Pero, sobre todo, puedo decir que es primavera porque sonrío más, me conmuevo más y siento más amor

jueves, 17 de octubre de 2013

La cantidad

La cantidad es otro aspecto a tener en cuenta en estos tratamientos de fertilidad, porque desde el minuto uno te aclaran que ellos "trabajan" con dos embriones, lo cual, traducido, quiere decir que te implantan dos embriones fecundados, ni uno más, ni uno menos. Y con eso quieren advertirte que no jodas, no te van a poner más de dos así que no insistas, pero también quiere decir que te prepares porque, por si todavía no te habías dado cuenta, como resultado de este tratamiento caben tres posibilidades:
- Que no prenda ninguno
- Que prenda uno
- Que prendan dos y sean mellizos. MELLIZOS.
Dos niños al unísono. Nunca me senté a pensar cómo sería tener dos bebés al mismo tiempo, pero ahora es una opción que tengo que contemplar a la fuerza. Voy absorbiendo información y atando cabos a medida que voy transitando cada etapa. No sé cómo es el proceso de las demás mujeres en esta situación, el mío es medio lento, medio lelo.

martes, 15 de octubre de 2013

Los tiempos

Los tiempos son muy rápidos. Y cuando digo muy, no exagero: hay que esperar la próxima menstruación, se toma una montaña de medicación y se hace un seguimiento durante diez días, se extraen los óvulos, se fecundan, se esperan otros tres o cuatro días y -si sale todo bien- se implantan. No sé bien qué idea cibernética y ficcional tenía yo respecto del tratamiento, pero ciertamente nunca caí en la cuenta de que todo esto no es más que un tratamiento ajustable a un ciclo biológico: se trata de amalgamarse a él, darle una manito, intervenir ingenierilmente, pero manejando exactamente los mismos tiempos que en la naturaleza más natural. Y por más lógica y pavota que parezca esta reflexión, nunca se me había ocurrido, por lo que salir del consultorio de F., mi nuevo médico de fertilidad, a sabiendas de que en el mundo de los condicionales existe la posibilidad de estar embarazada el mes próximo me resultó todo un hallazgo que me dejó como caminando sobre nubes. Y no digo solo de felicidad, sino también de sorpresa.

sábado, 12 de octubre de 2013

Segunda entrevista: impresiones

El médico de mi amiga MENCANTÓ. Esa sensación de frialdad y extrañeza que había sentido en la primera entrevista en el otro lugar se disipó por completo cuando nos enfrentamos a este muchachote de mirada tranquila, hablar pausado y cero formalismos. Simple y campechano, habla directamente, sin vueltas, sin rodeos. Se tomó 40 minutos, me hizo preguntas que nadie me había hecho antes, y concluyó: "Chicos, para ustedes lo mejor es la ICSI. A la larga van a gastar menos plata y tienen más chances. Con los antecedentes de ustedes no tengo dudas de que van a quedar". Le conté tímidamente, como avergonzada, que ya habíamos tenido una entrevista con Fulana de Tal; su respuesta fue, entre otras cosas, lo que me decidió a atenderme con él: "Fulana es una excelente profesional, así que si querés seguir con ella hacelo con total tranquilidad porque es una mujer súper seria, blahblah", y el hecho de que no propusiera una puja de egos, en un terreno tan plagado de ellos, me mostró la sencillez que estaba buscando en él.
Ahora sí, podemos decir formalmente que tenemos médico y que arrancamos.  

jueves, 10 de octubre de 2013

La segunda entrevista

Hoy me toca el turno con el doctor B, el autor conceptual de los mellizos de mi amiga. Digamos que sin conocerlo casi que ya incliné la balanza hacia él, no sé ni para qué estoy haciendo la pantomima de ir al médico A y luego al B para comparar, cuando claramente ya tengo buena onda con uno de movida. Y buenas referencias, tengo buenas referencias de este médico que, además, cobra menos (dato no menor en toda esta movida fertilística). Y, fundamentalmente, tengo también dos hermosos casi sobrinos que atestiguan lo bien que hace su trabajo.

Demasiada variedad

Quiero reflotar la idea de hacer algún taller de pan para aprender los secretos de la masa, las variedades y las posibilidades que existen en ese terreno que amo por igual hacer y comer. Tal vez amo más lo segundo, pero igual, compiten cabeza a cabeza. Probablemente quiera hacerlo para sentirme un poco más cerca de esa imagen mental que me viene invadiendo las mañanas de los últimos días: yo con una tabla de madera con dos panes recién amasados, las sierras de fondo, un horno de barro hacia el que me dirijo, una higuera en un costado. El decorado será, por el contrario, porteño, y la cocina mucho más chica y calurosa, nada es perfecto, pero uno alimenta los sueños como puede y tal vez los míos ahora necesiten pan.
En el fondo me siento rara, incómoda con esta versatilidad tan profunda que tengo, estos intereses tan variados y locos. Envidio un montón a los que descubren a los 18 que lo suyo es estudiar la reproducción de las libélulas y se mandan la carrera, el postgrado, el doctorado y el postdoctorado en esa dirección, toda la vida encolumnada detrás de una única y coherente pasión que los encarrila. Yo, por el contrario, salto de acá para allá, coqueteo con una idea y luego con otra, aprendo a hacer telar y después salto a la crítica de cine, o viceversa, no sé. A veces siento que es una virtud, pero las más de las veces lo creo un defecto: es un desparramo de energía fenomenal.

miércoles, 9 de octubre de 2013

El problema de no saber qué hacer

Pasa que cada tanto se me activa la desesperación, el instinto de huida, el deseo de naturaleza, las ganas de cortar con la rutina de la gran ciudad y la oficina; basta ya de computadora todo el día, sirenas de ambulancias, bocinazos, caras largas, colas y muchedumbre apretada y transpirada. Siento que me ahogo y que quiero campo, verde, sierra, trigo, no sé, algo lejos donde me alcance el aire y las cortinas blancas puedan flamear en silencio.
Me sumerjo en esa postal calma y ensoñada, y enseguida aparece mi superyó, el amargado de la cuadra, que me pregunta, incisivo, de qué pienso vivir en ese paraíso terrenal. Ahí me abatato y pienso que no, que no puedo, que estoy atada a esta gran ciudad por tantas razones que me da fiaca enumerar. Y sin embargo... Entonces tranzo conmigo misma propuestas más flexibles, más aceptables para ese ser un tanto cobarde en que me he convertido con esta década rara cuyo paso estoy apurando, y pienso que en un radio cercano, 70/80/90 km, algo lindo y tranquilo tiene que haber, no puede ser que no. No es posible que haga falta cortar con todo lo conocido y sumarle la distancia y la tonada, el acento diferencial para realmente encontrar esa paz y esa calma que creo estar buscando. Ponele que sí, que existe ese lugar. Me entusiasmo de nuevo, me imagino horneando pan y ya creo de nuevo que puedo tejer esperanzas en forma de trenza, con muchos hilos y muchos colores, hasta que aparece la citadina que habita algún lugar remoto de mi ser y me traba el ovillo: me asegura, me jura y me perjura que cuando esté inmersa en esa calma voy a querer volver.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Ojos rojos

No, no tengo alergia a esta primavera remolona, que ignora el calendario y se esconde bajo los pliegues de mi frazada. Imposible tenerle alergia a lo que no llega. Lo mío es mucho peor: le tengo alergia a los cobayos. Eso dictaminó ayer la oculista de guardia que me atendió un mes después de que comenzara esta tortura de la picazón en los ojos; un mes me llevó convencerme de que no, no se iba a ir solo. Y no, tampoco era conjuntivitis, ni presión ocular, ni nada de lo que mis compañeros de oficina especularon (supongo que con algo de temor, en el fondo de esa preocupación).
"¿Y qué vas a hacer con los cobayos?", me preguntó -cruel- la doctora. "NADA, ¡¿qué voy a hacer?!". "Mmmmh... yyyy... pero si seguís con el foco de la alergia en tu casa..." vas a pasar los peores ocho años de tu vida, faltó que dijera (seguro lo pensó).
Por lo pronto, arrancamos tratamiento por diez días con gotitas varias, mucho lavado de manos cada vez que rasco sus cabecitas  y a cruzar los dedos, porque mi Felipe y mi Harry ¡no se van!

lunes, 30 de septiembre de 2013

Lo inesperado

A los ignorantes como yo, el puerto de San Clemente del Tuyú, más que puerto, nos parece un amarradero. Nunca antes había estado ahí, así que le hice seguir a IC las flechas que indicaban "Puerto para allá", "Ahora para acá", "Después para allá", "Ahora dobla acá" y "Listo, llegaste", con mucha ansiedad por conocer el lugar. Atrás, mi suegra y la madrina de IC, con quienes viajamos el fin de semana a la costa para despedir las cenizas de mi suegro. Llovía a cántaros y fue un poco una decepción ver que de puerto no tenía más que un par barquitos pesqueros de morondanga. Lo que salvó el mediodía brumoso de la total tristeza fue que, al igual que en los demás "puertos" que conozco, aunque a menos escala, habían algunos restaurantes especializados en pescados. Nos metimos en uno cruzando los dedos y nos atendió un mozo un poco fanfarrón que nos prometió que probaríamos los platos más ricos que la ría nos pudiera brindar. Lo cierto es que comimos la picada de mar MÁS RICA de mi vida, así que ahora no sé si es mozo era fanfarrón o simplemente sincero.
Entre cornalitos, chipirones y vino blanco brindamos a la memoria de J., y también por los círculos que se cierran, que siempre permiten que otros nuevos se abran.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Las cosas que hacemos mejor de a dos

Ayer tuve un día muy largo, de esos que arrancan a las 8 de la mañana y no paran hasta las 10 de la noche; todo ese tiempo fuera de mi casa me resulta mucho tiempo, pero lo bueno del día es que:
1) lo arranqué haciéndome un estudio que necesito para el camino de la reproducción
2) lo terminé en un taller de ilustración copado que estoy haciendo, en el que la consigna es crear un mundo, un mundo completo con sus propias leyes, su lógica de funcionamiento interno, su flora, su fauna, sus habitantes, etc. Es un espacio un poco extraño para mí, en el que me siento bastante sapo de otro pozo: la mayoría de las compañeras son diseñadoras gráficas, gente más vinculada a la expresión artística plástica o simplemente de mente más creativa que la mía (a la vista de los resultados). A mí todo me cuesta más, me siento lenta, soy como un perro batata en una carrera de galgos. Pero igual, vaya uno a saber por qué, me gusta. Como no había ido a la última clase, el fin de semana pasado me encontré con la faraónica consigna de inventar por mi cuenta 30 animales, que debían corresponderse con 10 niveles de una jerarquía igualmente inventada, 3 animales por nivel, para la clase siguiente. Medio paralizada, busqué la forma de superar mis limitaciones: la clave estaba en IC. "Te tengo que pedir un favor: necesito que me ayudes a pensar mi mundo", tiré el domingo a la noche mientras cocinábamos. Dos minutos después, copa de vino mediante, le estaba contando lo que tenía en mente. Tres minutos más tarde, él desplegaba su bagaje de conocimiento documental (gracias, National Geographic) y lo ponía al servicio de este nuevo mundo, que fuimos inventando entre los dos. No llegamos a los 30 animales, pero avanzamos en el proyecto, tomamos decisiones fundamentales, armamos una lógica sólida y salió algo bastante bueno. 
En un momento me abstraje de la situación y vi a IC como en una película, en cámara lenta, revolviendo la olla, contándome cómo se hidratan los anfibios en las zonas del mundo que planificamos con baja gravedad, y pensé que realmente somos un buen equipo.

martes, 24 de septiembre de 2013

La primera entrevista

La primera entrevista en un centro de fertilidad y yo todavía no puedo conectarme ni con el lugar ni con la situación. Me doy cuenta de que sigo incrédula, en etapa de negación: no puede ser que esto no suceda de manera natural, no puede ser que sea una más del montón de parejas que pueblan esta sala de espera futurista y transparente. Sí, de hecho lo es, y estoy ahí, físicamente, pero me muevo con incomodidad entre las butacas Bauhaus y esos pares de ojos que acuerdan tácitamente no mirarse. Trato de no mirar yo también, pero me da curiosidad ver los rostros de los otros.
La médica, simpática. Me distraen un poco sus dientes postizos frontales, muy perfectos en comparación con el resto de las piezas. La mente se me fuga por la ventana que tiene detrás, por donde veo dos obreros trabajar en la terraza de la casa de enfrente. Escucho que IC cuenta su parte, entusiasta, ¿tenso? La doc nos muestra en una pantalla cómo se mete una jeringa adentro de un óvulo y yo, incómoda, solo veo la resistencia del óvulo, el espermatozoide que avanza, retrocede, y finalmente es lanzado al interior de una célula que se resigna a aceptarlo. La magia de la tecnología puesta al servicio del milagro de la vida.
Nos mira los estudios, nos explica opciones, nos pide algunos estudios complementarios que van a ayudar a decidir el tratamiento más adecuado. Pros y contras de baja y alta complejidad. La médica se pone a nuestra disposición, me da su número de celular y nos saluda cálidamente en el marco de la puerta.
Una vez en la vereda, IC me confiesa que estaba nervioso antes de la entrevista. Me da ternura que me lo diga; le sonrío grande y me le abrojo un poco.
Estoy emocionalmente suspendida, creo.

martes, 17 de septiembre de 2013

La tristeza

Cuando me agarra la tristeza los ojos se me ponen para abajo, como cuando tengo fiebre pero sin rojo; se caen, pierden vida y no parecen tener nada importante que decir.
Cuando me agarra la tristeza todo lo que pienso me da ganas de llorar; yo inclusive, que me doy pena.
Cuando me agarra la tristeza me siento niña y desprotegida, y pierdo mi natural optimismo.
No me pasa muy seguido, pero qué feo cuando pasa.
Es como si me lloviera adentro.

viernes, 13 de septiembre de 2013

La cama nueva

Hoy llegó la cama nueva. La primera que compramos en conjunto con IC y la primera que compramos en nuestras vidas por separado también. Hasta ahora subsistimos durmiendo en un colchón que nos regalaron mis suegros hace como nueve años -cuando decidimos jugarnos por la convivencia, a los 10 meses de conocernos-, apoyado sobre la base de un fouton abierto, que -esa sí-  fue mi primera adquisición vinculada al descanso (a menos que consideremos la bolsa de dormir como la primera, en cuyo caso el fouton pasaría a la cola). Como es sabido, un fouton está diseñado para armarse y desarmarse, por lo que es flexible y móvil, al estar dividido al medio: la "parrilla" sobre la que se apoya el colchón está compuesta por dos partes que se unen con tornillos y eso es lo que se sube y se baja formando el sillón, forma en que lo usé durante el tiempo que viví sola y durante los primeros meses en la casa de IC también: de día sillón; de noche, cama. Al cabo del tiempo, es inevitable que el mecanismo se estropee e igualmente inevitable resulta que cuando uno se sienta de un lado para, ponele, ponerse las zapatillas, haga "QUIQUI"; pero un "QUIQUI" grave, no así de simpático como se lee escrito, sino como uno dicho por un ogro, molesto y buchón. En el silencio de la noche, darse vuelta también era un tema, dependiendo del lugar sobre el que estuviera apoyado el compañero; todo esto para no hablar de las escenas de la vida pasional, porque uno está tan concentrado en otra cosa que no presta atención a los ruidos, pero imagino que debían constituir una pieza de orquesta bastante delatora.
En el medio, armamos un hogar que más o menos nos representara en el espacio que los -intocables- muebles de la nonna nos dejaban; luego, nos mudamos a una casa que triplicaba el tamaño de la anterior y la fuimos armando de a poco, pero -inexplicablemente- mudamos la "cama" con nosotros. Supongo que lo hicimos, fundamentalmente, por un tema económico y luego, pasada la primera época de austeridad y de otras prioridades, lo mantuvimos así por la costumbre, por esa cosa del statu quo; no sé, no se nos ocurrió o no pudimos o no quisimos cambiar nuestra cama hasta ahora. Y la verdad que nunca me había puesto a pensar en la dimensión simbólica que conlleva esto, en todo lo que representa, y en lo raro que es que hasta ahora no nos hayamos comprado una. Siempre lo analicé en términos prácticos, económicos, de vagancia, de cuelgue, etc., pero recién ahora que finalmente lo hicimos y compramos el fundamento de nuestros sueños en la medida, el color, la textura y los resortes que quisimos, me doy cuenta de la cabal importancia de haber vivido todo este tiempo en una cama ensamblada con algo mío adaptado a algo elegido por mis suegros.
Sin intenciones de ser malagradecida ni darle más vueltas a algo que -creo- no reviste tanta importancia, me asombra un poco que hayamos pasado tanto tiempo de esta manera y me alegro MUCHO de poder inaugurar esta nueva etapa que siento que estamos comenzando con nuevos sueños y mucho amor, todos ellos generados en esta cama nueva, nuestra, elegida, catada y paladeada íntegramente por nosotros ♥

martes, 10 de septiembre de 2013

El camino de la fertilidad

Todavía no empecé ningún tratamiento y ya voy juntando miedos.
Tengo miedo:
* a obsesionarme con el tema y que pase a constituir el eje de mi vida
* a vivir pendiente de tomas de remedio, pinchazos, ecografías y visitas al médico
* a desilusionarme. Miedo a construir expectativas desmedidas, como suelen ser las mías, y verlas rotas
* a la medicación, a las hormonas, a los efectos que ese cocktail pueda tener en mi organismo
* a sentir dolor, físico y moral, pero sobre todo físico
* a los nervios que presiento están por venir, cuyo cosquilleo eléctrico ya reconozco
* a que se convierta en mi monotema
En fin, miedos, un montón. Y también dos turnos con sendos centros de fertilidad a ver qué pasa.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Lo que viene

Tuve el ansiado turno con mi médico. Revisó todos mis estudios, los de mi marido, y ahora sí puedo decir que fuimos oficialmente derivados a fertilización asistida, con todo lo bueno y todo lo malo que hay encerrado en eso!
Más allá de todo, para mí es una buena noticia, porque cierra un ciclo de tres años de incertidumbre. Es cierto que no sé si soy del todo consciente del camino que se me abre por delante, y tal vez sea la inconsciencia de la ignorancia lo que me pone contenta, pero la realidad es que es la única opción que tenemos, así que tampoco tiene sentido darle mucha vuelta.
Estoy optimista porque la sensación es de avance, de arranque, de futuro promisorio, de opciones por venir y lo demás lo iré resolviendo sobre la marcha, como fui haciendo con todo lo que nos ocurrió en este proceso.
Siento que finalmente tomé esa decisión que venía postergando y eso es un gran alivio.
Los cómo, dónde, cuándo y resultados lo iremos viendo sobre la marcha.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Lo tuyo es mío y lo mío es tuyo

La tranquilidad de los padres pasa por saber bien a sus hijos; la de los hijos, por saber bien a sus padres. Es como un círculo mágico de constitución dudosa: preocupación, altruismo, narcisismo y afecto, en parte más o menos equilibradas. Mi papá quiere darme todo lo que tiene para quedarse tranquilo; yo quiero que se quede con todo lo que tiene para quedarme tranquila. No podemos así. Él se enoja porque no acepto su ofrecimiento y trato de hacerle entender que, al igual que él, yo también me preocupo por su futuro y que necesito saber que, llegado el caso, tiene recursos con los que contar. Él me dice que no se puede rechazar un regalo y yo le digo, entonces: muchas gracias, te regalo mi regalo. Y así seguimos por un buen rato, mientras nos tomamos el café.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La empatía

Por fin pude hablar con alguien que pasó por la pérdida de un embarazo. Es la primera vez que puedo compartir la vivencia en primera persona con alguien que pasó por la misma "experiencia" (peor, en realidad, porque no perdió uno, sino dos embarazos) y qué alivio, qué alivio enorme poder reírse con alguien que te entiende y armar el top five de las frases hechas:
1) "la naturaleza es sabia",
2) "si tiene que ser será y si no, por algo es",
3) "cuando te relajes vas a quedar" ("a fulanita le pasó, cuando se dio por vencida se embarazó"),
4) "¿probaste con reiki?",
5) La más cruel de todas: "¿no será que en el fondo no querés?"
Es taaaan larga la lista de boludeces que hay que escuchar y dejar pasar, que esta lista queda corta; en el fondo, qué importa lo que dicen los demás, si uno está tan concentrado en su propio dolor, lidiando con la decepción... pero, vamos, ¡que igual molesta!
Para mí toda esta historia quedó en el terreno de lo anecdótico, lo pienso y no me duele, fue tan en el pasado que no hiere, no genera sentimientos ya, pero igual estuvo bueno poder hablarlo con alguien que siente empatía con uno, que comprende, que sabe cómo es pasar por eso y sabe cómo se comportan los demás, que son un tema extra con el que lidiar.
Además estuvo lindo el asado, el reencuentro y, por sobre todo, la buena noticia de que la tercera es la vencida!

sábado, 31 de agosto de 2013

Dos reacciones para una noticia

"¡Pará un poco, me apabullás!", me lanza enojado IC del otro lado del teléfono y yo me quedo en silencio, de este lado de la línea, con cara de cobayo sorprendido, sin saber qué contestar. Quisiera decirle un montón de cosas hirientes que me calmen, pero eso no es una opción. Respiro hondo y me cuelgo pensando cómo puede ser que lo que para mí es obvio para él sea un notición que acaba de caerle como balde de agua fría. IC es un optimista perdido, y todos sabemos que para ser tan optimista también hay que ser algo negador. Dado que no me gustan las grandes caídas, mi método es el opuesto: prefiero planear el peor escenario y dejarme sorprender por lo bueno; siempre me anticipo a las cosas malas que puedan ocurrir y, a decir verdad, no me considero negativa por eso (solo un poco control freak). A esta diferente manera de encarar las cosas se suma mi anómalo y exacerbado poder de adaptación, heredado de una infancia llena de mudanzas y viajes por el mundo. Algún día tanto estrés tenía que rendir sus frutos. Igualmente, a veces no sé si me juega a favor o en contra, porque proceso las cosas tan rápidamente que creo que los demás interpretan que no me importa nada. No es así, solo pasa que tengo enormes propiedades homeostáticas con el entorno. Funciona más o menos de esta manera:
1) me entero, infiero o descubro algo que cambia una condición en la que vengo viviendo;
2) me quedo callada, fijo la vista sobre algo indeterminado y empiezo a analizar la nueva situación, hechos, consecuencias;
3) ordeno las cosas por color, por tamaño, por forma, por temperatura;
4) descompongo las circunstancias y las vuelvo a componer;
5) analizo las posibilidades y organizo los próximos pasos a seguir.
Para cuando todo este proceso termina ya tengo algunas decisiones tomadas, el escenario ordenado y me siento más o menos cómoda, más o menos adaptada a esta nueva circunstancia, que ya interpreto como bastante normal. Hago todo esto tan naturalmente que jamás me detengo a pensarlo, es la forma en la que abordo los problemas, no me lo cuestiono. Cuánto dura este proceso de asimilación dependerá, fundamentalmente, de la gravedad de lo que está en juego y del impacto emocional que me provoque; es obvio que no proceso todo en 10 minutos, pero las cosas que no son tan graves, que tienen solución, que cambian los planes, pero buah, tampoco es la muerte de nadie, no me llevan demasiado tiempo.
Enterarme de que tenemos que ir a inseminación artificial no es algo que me sorprenda, siendo que hace tres años que estamos en carrera y hasta ahora solo logramos un aborto espontáneo, que para eso mejor hubiera sido nada. No me sorprende, no me deprime, no me agarra mal parada. Lo vengo intuyendo, pensando y digiriendo hace bastante, por lo que asumir lo que sale del otro lado del teléfono no me lleva más que un par de "Oooh", "Y bueno", "Qué va a ser", "Mejor así, la verdad...", "¿Vos cómo estás?". Fue casi un alivio saber que hay un plan, que alguien tomó el toro por las astas y que no se nos van a seguir pasando los años en este suspenso ridículo.
El problema que yo tengo es que no soy buena entendiendo los tiempos ajenos y esa es la parte que tengo que entrenar: no está bien que no pueda domar mi ansiedad y darle a IC el tiempo que necesite para aceptar esta nueva situación. Tengo que aprender a callarme más la boca.
(Y él debería aprender a no enojarse conmigo cuando en realidad está enojado con la vida, pero eso es harina de otro costal.)

jueves, 29 de agosto de 2013

Los padres y las cosas

El ocaso de los ídolos, cuando atañe a los padres, se va dando, por lo que pude ver, de manera bastante natural con el paso del tiempo. Algunos obtuvimos el empujoncito de varios años de terapia, otros llegan sin ayuda, pero la cuestión es que todos, más tarde o más temprano, terminamos por subir la escalera que nos lleva al panteón de las esfinges y, raudamente, las bajamos del pedestal para reubicarlas (por fin) en planta baja, ahí donde se las puede mirar sin tener que forzar la nuca.
Ciertos padres, o, mejor dicho, ciertas imágenes de nuestros padres, llegan más dañadas, mutiladas y corroídas que otras; eso dependerá de la experiencia individual, pero los que tuvimos la suerte de tener padres “mássomeno normales” no necesitamos un proceso tan lapidario y nos conformamos con mirarlos bajo una nueva luz: la de los simples mortales. Ya con lograr desautorizarlos y quitarles el peso de “la verdad”, creo que la mayoría nos disponemos a recorrer ese espiralado camino que nos conduce hacia la adultez con bastante –sino alegría, por lo menos– calma. Mucho más allá de eso, en los confines de ese proceso, se halla el doloroso momento en el que la balanza se inclina demasiado para el lado de enfrente y somos inexorablemente catapultados hacia el otro lado del espejo; pero para eso falta y no lo quiero ni pensar.

Ahora bien, cuando a todo este recorrido personal se suman, además, los problemas de salud de los padres, las cosas se complican y se mezclan, y ya nada parece ni tan sencillo ni tan determinado. Y cuando la salud que está en juego no es la que ataca el hígado sino la que roza lo mental, la cosa se complejiza todavía un nivel más arriba, y los tabúes y las ambigüedades ocupan un lugar indeterminado cuya simple existencia, por menor que sea, da vergüenza admitir. 

domingo, 25 de agosto de 2013

Mi esperanza

Como será de optimista mi esperanza, que se agarra de una ramita de laurel en el medio de una tormenta oceánica. Ella reniega de la lógica y de los análisis, porque vive de la magia de lo posible. Cuando me pongo pesada con mis argumentos, se queda muy seria, me mira a los ojos y hace: "Shh-shhhh", con un dedo cruzado sobre la boca. Mi esperanza es indiferente a los razonamientos, se tapa los oídos para no escucharlos o simplemente opta por sentarse dándome la espalda, y se dedica a coser colores con los indicios que la alimentan, indiferente a mí, a mis ideas, a mis números. Mi esperanza siempre parece primavera; es risueña, medio autista y cabezona, pero me salvó de la desesperación tantas veces, que la necesito como al aire.

jueves, 22 de agosto de 2013

La preocupación

Eso es lo que creo que cambió entre mis amigas y yo desde que nos conocimos, a los doce o trece años, hasta ahora: el nivel de preocupación que tenemos respecto de todo. No es que la vida se va poniendo más difícil, ni que el trabajo cotidiano y las responsabilidades son un flagelo, como nos vaticinaron de chicas algunos adultos (aunque, tal vez, estos factores un poco colaboren); el tema diferencial -para mí- es la conciencia que se tiene respecto de todo lo que nos pasa y nos hace huella constante; la capacidad de prever, de anticiparse, de sacar conclusiones y evaluar consecuencias que fuimos ganando con los años, que nos destierra definitivamente del estado de placidez despreocupada en la que (los que tuvimos suerte) crecimos y nos desarrollamos. Con el tiempo, adquirimos plena conciencia de que los problemas de nuestros padres ya no son más esas cosas "de grandes" que no nos incumben, y poco a poco se hace evidente la necesaria intervención en los asuntos familiares, el hacerse cargo de los temas de salud de unos y otros, tal vez de dinero, los asuntos legales que pudieran surgir, las nimiedades de la vida doméstica... todos esos temas van ingresando, de a poco, en filita, en la esfera de las propias responsabilidades, de las propias preocupaciones, y así vamos llenando, con cada tema ajeno que resolvemos, el compartimiento de la "adultez". Las que tienen hijos supongo que se deben sentir todavía más abrumadas, con tamaña multiplicación de responsabilidades y temores en forma casi exponencial. Sin embargo, -al menos en este caso- parecería que se cumple el refrán que reza que todo lo que no te mata te fortalece, ya que si estos procesos se van sucediendo naturalmente, a las edades "que corresponde", etc., toda esa nueva "carga" que vamos tomando se acompaña también de una mayor fuerza y calma para abordarla, así que podríamos decir, ya haciendo abuso de la sabiduría popular, que la vida aprieta pero no ahorca. 
En definitiva, se trata de un equilibrio que va inclinando el eje de sustentación primero de un lado, después hacia el centro y, más tarde, del otro, y, como una bola que va girando en la callecita de la vida, vamos recorriendo el circulo que nos conduce a su cierre, y así es como más que nunca ahora siento que lo estoy promediando, y está muy bien así.

viernes, 16 de agosto de 2013

Señora y señora P.

Este fin de semana largo viajo a la Patagonia para el casamiento de una gran amiga mía, una de las mejores, de las más hermanas que tengo: P.
Mi amiga se casa con su novia. La revelación acerca de que nunca iba a haber un Sr. y una Sra. P. no es algo que haya ocurrido hace tanto; pongamos tres años atrás, lo cual en nuestros 37 de vida no representa gran cosa. Mi amiga es muy particular, digamos que ya de por sí no es la encarnación de la alegría, pero con los años se había vuelto cada vez más hermética, más huraña, más depresiva y fue como una espiral en descenso, cada vez peor y peor, hasta que vino la revelación, y ahí la cosa cambió rotundamente. 
P. remontó como nadie se hubiera imaginado que podría. Claro que sigue sin ser la alegría de vivir, pero aceptarse y mostrarnos quien era realmente le cambió la vida; supongo que le habrá generado gran alivio confirmar que ni su familia ni sus amigos cambiamos en nada nuestra relación con ella, ni nuestra percepción acerca de ella. Es más, creo que cuando lo supimos, todos pensamos: “Claaaaro, ¡¿pero cómo no me di cuenta antes?!”.
Creo que tener que falsear la propia identidad, ocultar algo que nos constituye como individuos debe ser uno de los castigos más grandes que nuestra cultura nos impone...

¡Confetis y amor para todos este finde largo!

jueves, 15 de agosto de 2013

Bochorno

Ese momento fatal en que después de apretar "Send" te das cuenta de que ese mensaje no era para el destinatario hacia el cual está viajando ya mismo, con esa inevitabilidad de la tecnología que nos rodea, mientras se te congela la respiración, mientras te ponés pálida y pensás: "¿CÓMO PUEDO SER TAN BOLUDA??".
Una broma entre compañeros de oficina llegó a las manos de un medio-jefe. El medio-jefe llamó 45 minutos después de haber recibido ese mail que no era para él. No hizo mención al mismo, pero no hizo falta. Ese raro llamado (este medio-jefe no llama casi nunca) fue su manera de decir: "Lo leí. No voy a decir nada al respecto, pero sufran sabiendo que me llegó".
Siempre encuentro la forma de superarme a mí misma.