jueves, 27 de febrero de 2014

Un variadito

Trabajo, trabajo, trabajo, mucho trabajo que se lleva las horas volando y me sorprende afuera de la oficina antes de llegar a la sensación de agobio. Lástima que cierro este libro y ya se termina: me esperan semanas de hacer la plancha y ahí sí, le relatividad del tiempo que se estira como un chicle jirafa de 9.30 a 17.30.
Fui a la obstetra. Me hizo recostar en la camilla, palpó un poquito y me avisó que el poroto va ganando lugar: el útero llega casi hasta el ombligo y ahora puedo decir, sin acudir a metáforas, que este bebé llena mi centro.
Escuché de nuevo su corazón, pero esta vez con un aparatito con el que la médica me iba presionando el bajo vientre; al principio me costó descifrar que esos "fffffff.... ffffffff.... ffffffff....ffffffff..." eran los latidos, estaba muy acostumbrada al más sencillo tucutú tucutú de las ecografías. Según IC este sonido es, sin embargo, más realista: "¿Cuál es el ruido de un corazón?", me preguntó, sencillo, como lo dice todo él. Y sí, claro, supongo que el de la sangre que circula, el ruidito a músculo que presiona para hacerla pasar. También escuché muchos ruidos fuertes, como cuando uno sopla sobre un estetoscopio, y resulta que esas interferencias eran las pataditas del pichón, que a juzgar por la frecuencia, se ejercita bastante ahí adentro.
Una novedad: ayer me cedieron por primera vez el asiento en un colectivo. Me sentí inexplicablemente orgullosa y creo que sonreí demasiado.

lunes, 24 de febrero de 2014

Mi hermana y el gran susto

Cuando el sábado por la mañana mi hermana M. me ordenó, con la voz alterada por las lágrimas y la respiración agitada, que le diga a IC que pare el auto y agarre el puto teléfono, se me heló la sangre. Algo grave tenía que haber pasado. Efectivamente, mi cuñado, mi queridísimo cuña, S., se había caído de una escalera de 7 metros y estaba tendido en el suelo con dificultades para respirar. Ella lo vio caer de espaldas, lo vio golpear la tierra húmeda con la nuca y los omóplatos, vio doblársele las piernas por encima de la cabeza y finalmente rebotar contra el suelo, su cuerpito delgado completamente abandonado a la aceleración. No acá, a la vuelta, donde yo pudiera llegar corriendo como mi adrenalina me exigía, sino en el delta, río adentro, allá lejos, donde viven.
M. ya había gritado, puteado, comprobado los signos vitales de S., llamado a la lancha-ambulancia, armado un improvisado bolso, atado los perros, cerrado las ventanas, agarrado los documentos/plata/billetera/llaves, corrido la lancha para hacerle lugar a la ambulancia, intentado en vano comunicarse con un vecino, cuando nos llamó para que alguien le diga que todo iba a estar bien. Y estuvo, aunque parezca mentira. IC y yo, que estábamos en la calle, en Capital, dimos la vuelta en U y volamos a la estación fluvial de Tigre donde los vimos llegar: S. es una tablita, todo sujetado, con cuellera y suero, y mi hermana, férrea a su lado. Cuando nos vio parados sobre la dársena se desmoronó. Nos dimos un abrazo de esos que se dan en las malas, repleto de angustia y de incertidumbre, pero de ahí en adelante todo fue para mejor. Lo trasladaron a una clínica de la zona, lo dejaron en el shock-room, le hicieron tomografías, radiografías, ecografías; le buscaban fracturas, hemorragias, inflamaciones, hematomas. En su lugar se encontraron un flaquito pura fibra que acusaba un mareo de vez en cuando y algunos rasguños. Y dolor, mucho dolor, pero nada más.
Lo dejaron ir a las siete de la tarde. Fuimos a casa los cuatro, "por cualquier cosa": temíamos que la noche llegara con vómitos, fiebre o dolores de cabeza, y la idea de que entonces se encontraran de nuevo solos, lejos, en la isla, nos daba a todos la misma inseguridad.
Esa noche brindamos con el corazón repleto de alegría y alivio. Brindamos por la vida, en todas sus formas, por la suerte, por el amor. Ayer domingo los llevamos de nuevo hasta Tigre, donde un vecino los iba a ir a buscar con su lancha. Los vimos partir agarraditos de la mano, con una bolsa llena de estudios y el andar lento, cansino. Se subieron a la lancha felices de volver a su casa y nos saludaron sonrientes y agradecidos por la ventanita de la cabina.
IC y yo nos quedamos de este lado, contentos y un poco vacíos a la vez, viéndolos partir desde la dársena.

viernes, 21 de febrero de 2014

El salto de la rana

Estoy con el subidón de la euforia que me dura desde hace exactamente cinco horas, cuando, mientras veía a la ranita que llevo adentro mover los brazitos, las piernas, la cabeza, arquearse y saltar en su bolsita tibia, en la hamaca paraguaya que le proveo ahí abajo de mi ombligo, escuché a la médica decir que sí, que estaba todo perfecto, que el huesito de la nariz se había visto al toque y que el pliegue de no se qué tenía exactamente la medida que tenía que tener. Y yo, para variar, exploté en una catarata de lágrimas que dejé correr hasta vaciarme, y entonces pude prometerme que hoy las gastaba todas, porque hoy es la despedida de la angustia y del silencio, de los nervios, de las dudas. Hoy, dejo todo eso atrás y me pongo a tejer y a disfrutar, a sabiendas de que riesgos siempre existen, pero ya menos, mucho menos.
Oh, el amor y la felicidad... 

miércoles, 19 de febrero de 2014

El amor, que todo lo puede

Se ve que esta semana anduvieron peleando vocecita y cabeza, y ganó la primera: en un rapto de optimismo compré lana para tejerle una mantita al poroto. Ya me dijeron de todo: que el polar es mejor, que pesa menos, que el bebé no se resbala, etc. etc., y yo escucho, sonriente... ¡pero es que me hablan de practicidad cuando yo pienso en amor! Pienso en mis manos, mis pobres manos que necesitan acortar la brecha, ocuparse, materializar este deseo tan ferviente que tengo en algo tangible, crear algo en el afuera igual que se está gestando esta vida adentro, simultaneidad de creación y de arte; pienso en amor y quiero tardar como Penélope, tejiendo y destejiendo como una loca hasta que esta pequeña ciruelita que me imagino flotandome adentro esté realmente acá y pueda usarla una vez. Quiero envolverlo aunque sea una sola vez en esa manta de amor y ahí sí: aguante el polar que es más liviano y la manta tirala en la esquina del sillón, ¡qué importa!

Pd: El amarillo realmente no es tán patito y el gris es más claro, pero saqué la foto de noche, y de noche, ya se sabe, todos los gatos son pardos y mis lanas también.


martes, 18 de febrero de 2014

La que tiene la posta

Hace unos diez años me estaba separando de un novio de larguísima data, con el que realmente creí que me iba a casar. Fue una relación muy difícil de terminar, porque nos queríamos mucho y nos llevábamos muy bien, pero -siempre hay un pero- llegado un momento sentimos que nos faltaba algo y que lo que teníamos no nos alcanzaba para seguir. Fue un camino muy largo el que nos llevó a separarnos definitivamente: un año entero de idas y vueltas, acercamientos, alejamientos; a veces volvía él, a veces yo. Una noche de verano al final de ese camino, me fui a lo de mamá a llorar mi angustia tranquila. Acodada en la mesita de la cocina, con las mejillas mojadas, comía papas fritas de paquete cuando mi mamá me dijo lo siguiente: "Por más confundida que estés, tratá de escuchar tu vocecita interna. En el fondo, siempre sabés qué querés, siempre sabés cómo se van a dar las cosas más allá de lo que tu cabeza opine. Escuchá esa vocecita, porque esa es la que te dice la verdad". En ese momento, la mía decía que por más doloroso que fuera tenía que dejarlo ir, y no se equivocó. Después de ese primer acierto, empecé a darle más protagonismo y me di cuenta, por ejemplo, que cuando mi cabeza pensaba que me iba a ir mal en un final, la vocecita decía que no, que iba a aprobar, que lo que tenía era julepe y que tal vez pasara raspando. Siempre que las ponía a competir, la vocecita era la que tenía la posta. A veces me olvido de ella -tengo una cabeza muy celosa, que no gusta de compartir cartel- pero en momentos como este, en el que tengo por delante una ecografía importante y mi cabeza me llena de miedos, mi vocecita me dice que todo va a estar bien. Y por eso la quiero tanto: porque ella es la optimista de la casa.

viernes, 14 de febrero de 2014

La cadena de miedos

¿Es normal tener taaantos miedos? Que si la beta da bien, que si duplica cada 48 hs, que si voy a escuchar el corazón, que si voy a volver a escucharlo y ahora -la nueva, la última- si tendrá síndrome de down o alguna falla cromosómica?? O sea, ¿esto sigue así por los siglos de los siglos? ¿Voy a estar asustada el resto de mi vida? ¡Y TODAVÍA NO NACIÓ!
Algunos estamos tantos años para lograr esto, para llegar hasta acá, que es justamente "acá" donde las fantasías terminan. Después directamente uno salta al sueño del pibito en la cuna, ya en el afuera, protegido, sano, rechoncho y amorosamente cuidado. Del medio solo nos imaginamos una panza y felicidad. Error. Hay algo más: un par de temores que parece que vienen aparejados. Mi circuito parece ser este: dos o tres semanas de total bienestar y felicidad, luego un temor que me empieza a obsesionar, luego una ecografía que espanta el miedo, y vueeelta a empezar en la rueda de las emociones cambiantes.
Soltar, relajar y reenfocar la mente traidora en todo lo hermoso y feliz de este proceso es un claro ejercicio que tengo por delante.

jueves, 13 de febrero de 2014

Semana 12

Y finalmente un día llegamos a primera base! En qué estado llegamos es un poco un intríngulis chíngulis, porque nos fuimos de vacaciones con el flamante resultado de una ecografía preciosa y desde entonces no tuvimos más noticias; peero suponemos que en ciertos casos (como este) cobra sentido el dicho no news, good news y miramos para adelante. El último escollo a sortear en esta primera etapa es la ecografía con "translucencia nucal y huesos nasales", que creo que es para medir el riesgo de síndrome de down y no sé si algo más. Si esto sale bien, ahí sí, festejamos con pitos y matracas y ya le cuento al mundo entero lo feliz que estoy. Lo feliz y lo calma, porque una vez pasado el sacudón hormonal y emocional inicial todo se fue calmando dulcemente y la vida siguió con su sencillo fluir. Descubrí que puedo vivir sin dedicarle a esta ciruelita que me crece adentro el 100% de mis pensamientos, cosa que por un lado me tranquilizó bastante, porque tampoco la pavada de convertirme en un monotema (aunque, por supuesto, es mi tema de conversación preferido), y, por el otro, me ayudó a que el tiempo se me pasara más rápido y llegara de una vez el tan temido -y ansiado- final del primer trimestre. Ahora la aventura sigue en el segundo.

martes, 11 de febrero de 2014

Volver un poco

Volver lentamente, remoloneando, empujada por la lluvia y los mosquitos que me dijeron "Basta, ya tuviste suficiente costa, volvé a tu casa y encontrate con tu cama comodísima y tus plantas y tus cosas y el silencio", aaaaah el silencio... Son un tema los dúplex en la costa, sobre todo cuando uno vive medio a contramano y pretende ser dos en el lugar donde habitan por lo general 6 u 8 con perro, trailer, kayak, cuatri y moto. Pero  está el mar, que todo lo malo lo borra; ya con solo verlo basta, ese mar inmenso que se extiende para los costados y para el fondo y que se empalma con el cielo, a veces de un color, a veces de otro; ese mar enamorado de la arena que la envuelve con su espuma blanca, el mismo que nos custodia y nos arrulla con su canto en las larguísimas caminatas que hacemos casi todos los días por su orilla, planeando, soñando un poco, imaginando cómo será, armando castillos de palabras que se erigen sobre la arena mojada y las manos entrelazadas.