viernes, 30 de mayo de 2014

Las patadas de Emilia y el cambio radical

Emilia se movió tanto ayer, con tanta fuerza y durante tanto tiempo, que no pude más que reír sorprendida ante la idea absurda de que, literalmente, la chiquita me estaba cagando a patadas. Pensé, automáticamente: "Esta me está diciendo '¿así que no crees en mí? ¿Así que tenés miedo? ¿Así que dudás de que tenga la fuerza para salir adelante? Tomá, tomá y tomá". Fue una humorada que primero me arrancó una sonrisa y después me hizo llorar; un pensamiento raro, que se disparó solo, mecánico, inconsciente, pero que me tiró luz sobre un aspecto en el que hasta entonces no había reparado: ¿qué pasaría si mañana ella se enterara de mis dudas, de mis vacilaciones, de mi temor, de mi "no querer comprarle cosas para no sufrir si todo no sale como deseado"? ¿Qué sentiría yo en su lugar, si me enterara de que mi mamá no mantuvo la certeza, la profunda convicción, la fe inquebrantable, el deseo absoluto y poderoso de mi fuerza, de mi capacidad, de mi apego a la vida?
Y todo cambió, otra vez.
No hay forma, no hay manera alguna posible de que yo evite sufrimiento en caso de que las cosas salgan mal, pero el punto es que no puedo creer que las cosas vayan a salir mal.
Ella va a poder, yo le tengo que creer

miércoles, 28 de mayo de 2014

La neo, ese futuro hogar

En la neo hace calor, es como un nidito sumido en luces tenues y sonidos amortiguados. Todos hablan en voz baja y sonríen amablemente al vernos pasar. De un lado, donde está el vidrio y las cortinas, están los niños que no necesitan más atención de la normal; del otro, del que está más cerca de la entrada, las incubadoras. Ese va a ser nuestro sector. Al lado de cada incubadora hay dos sillones bajitos para que los papás de estos chicos en situaciones más complicadas podamos eventualmente sentarnos a acompañarlos. Los de este lado tenemos acceso irrestricto a nuestros bebés; sería algo así como la ventaja de la desventaja. Podemos tocarlos, pero no amamantarlos (por lo menos no a los bebés con problemas cardíacos, ya que se fatigan mucho con el esfuerzo). Para suplir la falta de teta está el "lactario", donde podemos extraernos la leche con la que ellos después los alimentarán (¿por sonda? No pregunté).
En nuestro sector había una pareja sonriente mirando hacia dentro de una incubadora. La médica que nos hacía el tour nos contó que habían tenido trillizos; qué gol. Ni bien entramos nos miraron expectantes, como buscando futura complicidad. Yo sentí mucha ternura. Pensé: "No, todavía no. Esto es solo una entrada en calor".
Hoy Emilia cumple su semana 27 y se mueve como loca.
Yo ya sé dónde va a pasar sus primeros días y me siento mucho mejor 

lunes, 26 de mayo de 2014

Algo menos

De los tres grandes problemas de Emilia en el corazoncito, uno parecería ser que no está. Así que -aparentemente- no serían tres sino dos los grandes cucos a los que nos tenemos que enfrentar. Es una excelente noticia, ya que de estar sería algo más a reconstruir en la primera operación. Ese problema no estaba confirmado sino que se daba por supuesto, ya que está presente habitualmente cuando están los otros dos. Pero no, en este caso no. Seguimos con lo grave, lo serio, lo agudo, pero con algo menos. Una buena, ¡vamos todavía!

domingo, 25 de mayo de 2014

Hace un mes

Hace exactamente un mes llovía un poco; no mucho, creo, y yo me levantaba de la cama de un salto, sonriente e ilusionada: íbamos a saber si estábamos esperando una nena o un varón. Ya casi no me acuerdo como era pensar en "poroto" con la calma y tranquilidad de saber/creer que todo está bien, que lo peor ya pasó, que al cuco de los tres meses lo dejamos atrás y ahora solo resta el futuro límpido, diáfano como una mañana de primavera en el mar. Hace un mes se corría el velo edulcorado y yo perdía la inocencia del embarazo feliz; entraba de a poco, con pasos frágiles, en este mundo de incertidumbres en el que estoy aprendiendo a vivir. Hace un mes tomábamos real conciencia de cuánto amábamos a este bebé por venir, y empezamos a hablarle a la panza de verdad, a llamarla por su nombre y a cantarle más.
No todo lo que pasó fue malo.

jueves, 22 de mayo de 2014

La nueva obstetra

El cirujano me derivó a una nueva obstetra que atiende casos de alta complejidad. Si fuera por mí no cambiaría a mi médica de apellido eslavo y personalidad calma, tan a tono con el Hospital Alemán, por este consultorio en edificio de pasillos olorosos a encierro, comida y mediodía. Pero se ocupa de casos como el mío, me dijeron, y realiza partos en el Sanatorio Anchorena, nuestra próxima morada en un par de meses. Eso sumado a que yo, para mí, pasé a un quinto plano y que pienso en el parto como en un medio para llegar a cosas "más importantes" (léase encontrarme con mi bella Emilia y enfrentar su operación), hacen que vaya sin chistar y que cruce el pasillo oloroso hasta sentarme en la minúscula y bizarra sala de espera. IC, como siempre, firme a lo soldado al lado mío, al lado nuestro.
"¿Sabías que las nenas tienen mejor pronóstico?", me preguntó la médica sonriendo en alguno de los 30 minutos que duró nuestra entrevista. "Sí, suelen tener mayor resistencia", agregó. Y ya, todo lo demás se evaporó: el consultorio antiguo con flores de plástico, los libros de medicina destartalados y cubiertos de polvo, la moquette azul gastada de la entrada, el olor a comida del pasillo. Quería abrazarla y agradecerle el ser la primera en tirarme una soga desde que este recorrido empezó. Un rayito de sol, un dardo de flor en este camino en el que nada parece escaparle a lo "grave", "severo" o "complejo".
"Cuando vayas al sanatorio avisame así les presento al equipo de neonatología y les muestro el lugar", me dijo, "así nos vamos conociendo todos": al fin y al cabo "ellos son los que van a estar con tu bebé todo el tiempo, tienen que conocerte, ir armando un vínculo con el caso de ustedes". Y de pronto el día de lluvia gris me trae esta linda sensación de red de contención, de trabajo mancomunado, de grupo, de "familia", como me dijo en su momento el cirujano: nosotros, la obstetra, los cirujanos, los neonatólogos, las enfermeras... todos por Emilia.
Qué bueno, hay equipo

miércoles, 21 de mayo de 2014

Cuatro días sin llorar

Cuatro días casi enteros en los que por ahí, a lo sumo, se me pusieron los ojos brillosos como un espejo, pero no, no lloré. No me rodó ni una lágrima redonda y caliente por la mejilla como la luna por Callao. Cuento cada una de estas horas con orgullo, con alegría, las agito como una bandera para vos, Emilia. Como mucho tuve algún cosquilleo en la nariz, se me habrá puesto un poco colorada, ponele, pero solo eso.
Todo lo demás fue esperanza.

lunes, 19 de mayo de 2014

Armar o no armar

Amigos y conocidos que desean ayudar y/o desprenderse de las cosas que ya no usan de sus hijos chiquitos me siguen ofreciendo la bañaderita, ropa, el cambiador, etc. Lo hacen con tacto, pudorosamente, como no sabiendo cuál es la mejor manera para preguntarme si sigo aceptando cosas para Emilia, si estoy en stand-by o si directamente entré en etapa negación rotunda y plena, y rechazo llorando todo lo que venga en ese sentido.
Yo no sé cómo explicar la situación en la que me encuentro. Por un lado estoy positivamente segura de que no quiero llenar la casa de cosas de las que tal vez me tenga que desprender con sumo dolor; definitivamente no quiero tener que desmontar una habitación con ositos, cuna y carteles; no quiero un escenario que termine de destruirme el corazón en caso de que las cosas no salgan bien, y desde este punto de vista es que no estoy aceptando cosas grandes (léase bañaderita, cunas, cochecitos ni nada por el estilo). Pero, al mismo tiempo, Emilia está y es mi profundo deseo que siga estando, y creo que va a tener la fuerza, el impulso vital, el coraje y el apego a la vida suficientes como para lograrlo, así que también quiero actuar con la normalidad del que espera fervientemente a su bebé y empieza a disfrutar de su presencia por anticipado, juntando cositas que levanta en el aire para imaginar como le van a quedar.
Es basándome en esto último que decidí que le voy a pedir a mi suegra que teja como previsto un "porta- infant" color lavanda, porque quiero que actuemos en pos de ese día en el que la vamos a sacar del sanatorio para llevarla a casa. Y también voy a comprarle alguna ropita, porque no seremos materialistas pero quiero que mi chiquita tenga su ajuar. Porque quiero enfatizar que la estamos esperando y no negarla ni darme por vencida antes de tiempo.
En fin, esas son las dicotomías que dividen mis sensaciones últimamente.

viernes, 16 de mayo de 2014

"Un poco de normalidad"

Eso me pidió IC, con la voz entrecortada, antes de anoche.
"La panza está acá y crece redonda, divina. Disfrutemos esto, disfrutemos las putas tres horas diarias que podemos vernos, riámosnos... No sé, paremos un poco de hablar de médicos, operaciones, enfermedad y angustia, volvamos a ser un poco nosotros porque todavía falta mucho y no podemos seguir así", me tiró sin respirar, entre bocados de una cena que no nos pasaba por la garganta. Mi primer reacción fue, digamos, una mezcla entre la sorpresa, la ofensa y el enojo; me sentí un toque herida. Después procesé y entendí que no me pedía que no habláramos de Emilia, sino que me pedía que habláramos de lo hermosa que va a ser, de cuánto la vamos a disfrutar y amar, de lo suave que se mueve en su mundo de agua dulce. Pero también de cómo terminó el capítulo de Mad Men de ayer, o del pago de las expensas, o de la comida de los cobayos, o de la última novedad de la oficina.
Y sí, tiene razón: no tenemos que dejar de ocuparnos del tema, pero sí impedir que nos absorba por completo, que nos robe la alegría o que nos prive de vivir plenamente lo bueno que sí está pasando, a pesar de que -inevitablemente- el monotema va a ser nuestro decorado de fondo durante los meses que quedan.
Para cuando IC llegó anoche yo ya tenía todo esto más masticado y algo digerido, así que por suerte la cosa fluyó. Preparamos unos ricos fideos con brócoli, miramos tele y cerramos la noche llorando de risa por una imitación suya que me resultó hilarante. Fue tanto lo que me reí que tuve que correr al baño para que no se me escape una gota de pis (esto sí que no me pasaba antes).
Supongo que esta es la famosa montaña rusa de emociones de la que hablan todos los que ya estuvieron en nuestro lugar. 

jueves, 15 de mayo de 2014

Soy chota

Sí, me llegó el día de sentirme una persona de mierda, una amiga de mierda: ayer N. me escribió ni bien salió del scan fetal que todo salió perfecto, que espera un varón que está óptimo, y me invadió la alegría y el alivio por mi amiga y su bebé, pero también el dolor agudo y punzante de la envidia, el deseo frustro de estar en ese lugar de bienestar y felicidad despreocupada, y no inmersa en la nebulosa de dudas, hipótesis e indefiniciones en la que estoy nadando desde hace dos semanas.
Creo que el eje de esta sensación abrumadora y contradictoria viene del hecho de que el novio de N. tiene una malformación congénita en el corazón: lo tiene del lado derecho, y tiene un par de arterias que no se sabe bien para dónde van. O sea: tienen riesgo de tener un hijo con cardiopatía. No tanto como si fuera la madre la del problema, pero tienen. Por el contrario, nosotros no tenemos antecedentes, supuestamente no teníamos más chances que las que el azar nos quiso dar. Y acá estamos. Eso es lo que me desequilibró. Ni siquiera me atrevo a pensar que lo que quisiera es cambiar lugares porque NO, de ninguna manera quisiera que a ella le vaya mal, pero fue la única situación hasta ahora que me llevó a la inconducente pregunta de "¿Por qué a nosotros?". Dos minutos después me sentí asqueada. Asqueada y cansada de mí, de esa clase de pensamientos, de mi mezquindad, de la situación, del agotamiento de no haber transitado ni un día desde el 25 de abril sin haber llorado aunque más no sea un minuto.
Después me consolé pensando que es normal, que soy humana, que sería la madre Teresa de Calcuta si ni siquiera me atreviera a pensar en lo injusto que es todo. Porque sí, siento que esto es injusto, que estuvimos un montón de años intentando llegar hasta acá, que fueron muchas frustraciones y muchos meses vacíos, que hubo un bebé que no pudo seguir y que avanzamos aun con ese pequeño duelo mediante, que luego le pusimos el cuerpo, el alma y el bolsillo a un tratamiento que no funcionó y que finalmente cuando todo parecía terminar en el happy ending que creí que merecíamos, zas, nos cae este balde de cubitos encima.
Me sentí abrumada y abatida.
Por eso cuando salí de la oficina me fui a pasear. Caminé por ahí y compré una libretita monona para Emilia, para ir anotando todos sus turnos y sus doctores y sus teléfonos, y también para recordar todo lo que va pasando, con la esperanza de que algún día pueda leerlo a la distancia y esbozar una sonrisa amarga y aliviada. Y también me regalé mi primer momento de gorda embarazada: me fui a un lindo bar y pedí un cafe con leche mitad y mitad con una enorme porción de cheesecake rebosante de frutos del bosque que caían por doquier. Y así, entre cucharadas y emociones, volví lentamente a sentirme yo.

miércoles, 14 de mayo de 2014

El cirujano

Nos mostró un póster con formas de corazones normales y anormales y trató de explicarnos qué es lo que tiene Emilia haciendo un rejunte de problemas. "Es muy complejo, es muy serio, pero nosotros vamos a dar todo por ella", nos dijo, y eso es todo lo que necesitaba oír. Para él era una mala noticia tener que decirme que la iban a operar tres veces (la primera a los pocos días de nacida, la segunda a los cinco o seis meses y la tercera alrededor de los dos años y medio), pero en la realidad paralela en la que yo vivo desde que me enteré de su cardiopatía lo que escuché decir es: "lo vamos a intentar", "no todo está perdido", "no es una opción sentarnos de brazos cruzados a verla morir", y fue realmente un gran alivio sentir que alguien tan sereno sentado frente a nosotros sabe exactamente qué es lo que hay que hacer. Así que cuando salí del consultorio lloré como siempre que salimos de alguna consulta que concierne a mi luciérnaga, pero solo para aflojar tensiones, para relajar y sacar esos nervios y ese miedo que se me habían acumulado disimuladamente, esa preocupación frente a un potencial "no hay nada para hacer" que por suerte no oí. 
Después me fui a mi casa, me recosté sobre la cama, puse sobre mi panza la piedra de cuarzo rosado para el corazón que nos dio mi hermana y me dediqué, feliz, a ver como mi Emilia la pateaba hasta hacerla saltar.
Seguimos

lunes, 12 de mayo de 2014

Las coincidencias

Fue muy loco descubrirme googleando "Emilia", "Canciones para Emilia" y toparme con este tema tan hermoso, tan oportuno, tan adoptable.
Emilia, ya tenés tu canción ♥





miércoles, 7 de mayo de 2014

La frase y el ovillo que se desata

"Nunca sabes lo fuerte que eres hasta que ser fuerte es tu única opción". Leí esta frase dando vueltas por Facebook y me pareció increíblemente realista: no es que uno sea fuerte como una virtud propia, sino que las circunstancias nos empujan hacia adelante, nos obligan a avanzar, a limpiarnos las lágrimas y a seguir. Estos días Emilia se mueve más que nunca y me obliga a reírme, me obliga a hablarle y a contarle que acá afuera la estamos esperando con: un montón de amor, dos cobayos interesados, cientos de velitas prendidas, árboles y viento y sol, sonidos increíbles, una colchita suave que le tejí y tantas más cosas que le voy enumerando de a poco. Y le cuento que le estoy pintando un cuadrito de un caballero valiente que escala una pared para que sepa que nunca tiene que rendirse, y que si supiera dibujar de verdad lo habría creado y no calcado, y hubiera dibujado una doncella y no un varón, pero bueno, mamá tiene grandes limitaciones estéticas. Y le canto, y la pienso, y me imagino su corazón sanando de a poco.
Mientras tanto, afuera nuestro los círculos se van cerrando de manera increíble, y de pronto aparece la compañera de trabajo del marido de una amiga que te dice a través de esta larga cadena que su hija también pasó por esto y te brinda generosamente su celular y el del cirujano primero y del cirujano segundo y sentís que las puertas se abren y el ovillo se desata, y que todo esto no puede más que terminar bien.
Seguimos avanzando 

martes, 6 de mayo de 2014

Un fin de semana a puro asado y el lunes después

Hace ya tiempo habíamos quedado con mi amiga N. en encontrarnos en algún lugar de Córdoba para pasar juntos, con su novio + IC el fin de semana largo del 1º de mayo; terminamos reservando una cabaña muy linda en Los reartes, cerca de Villa General Belgrano. Después de depositada la seña vino todo lo que vino y estuvimos dudando acerca de si ir o no ir. Finalmente optamos por ir y pasarla lo mejor posible en vez de quedarnos en casa y darle la vuelta entera a nuestro nuevo monotema, y resultó que hicimos muy bien, porque pasamos unos días hermosos rodeados del afecto de nuestros amigos, sumidos en un paisaje insuperable, a puro asado (y Fernet, en el caso de IC), con caminatas por el río y, por supuesto, mucha lágrima, mucha charla, mucho abrazo. Después volvimos, y acá nos esperaba la realidad, con las malas noticias a las que últimamente nos tiene acostumbrados. A las 8.30 del lunes tuvimos una consulta en La Plata con un cardiólogo experto en ecocardiograma doppler fetal capo capísimo que con una cancha absoluta en 15 minutos vio lo que a otros les llevó 3 horas, y nos cantó la posta que nadie quería escuchar: sí, es un problema congénito muy grave, con alta tasa de mortalidad; no, no es genético, estos casos se dan uno en 10.000 ponele, y nosotros fuimos los ganadores de la lotería; se desconocen las estadísticas de la mortalidad en el vientre materno y demás frases que aun dichas con extrema calma y dulzura tuve que escuchar apretándome el pañuelito de papel contra los ojos. También dijo que en cardiología todo es quirúrgico, es decir, todo se puede operar. Quiere decir: no la van a dejar morir. Quiere decir: todo depende de la resistencia de mi Emilia, la pequeña y gran Emilia, la guerrerita, la luchadora.
El martes próximo tenemos una primera entrevista con un equipo de cardiólogos de cirujía infantil. Estamos en carrera