jueves, 31 de marzo de 2016

Una cuestión de perspectivas

Leo los chistes que circulan por ahí de madres que describen de manera graciosa cómo es bañarse antes/después de tener un hijo, cómo es todo, la vida en general antes y después de los hijos, y leo también las bromas de Guía (inútil) para madres primerizas que tanto me insistió mi amiga N. para que lea... y la verdad es que apenas si me sacan una sonrisa. Sé que toooodo es verdad, estuve ahí por unos (demasiado escasos) 5 meses y sí, las duchas se convierten en una proeza, y las actividades más tontas y cotidianas se vuelven un desafío para el ingenio, pero... qué hermoso poder "quejarse" de todo eso. Qué ansiado, preciado, deseado sueño... Sí, es normal, es normal quejarse, porque en el fondo de la queja graciosa estoy segura de que lo que hay es un gran orgullo de ser mamá, y un gran amor, y la convicción de que no lo cambiarían por nada en el mundo, y sí, el cansancio pesa, y el sueño pesa, y la abrumadora cantidad de tareas que se suceden en un bucle infinito pesan... y el humor es una gran herramienta para lidiar con todo eso! Sin embargo, casi no veo ni leo ni escucho a las amigas infértiles que finalmente lograron ser mamás quejarse. Sí desesperarse por no poder consolar a sus bebés, por verlos sufrir de cólicos y no poder hacer demasiado, o porque les parte el corazón escucharlos llorar, etc. pero lo que es quejarse, por ejemplo, de no tener tiempo para sí mismas o de no poder dormir..., no, eso sí que no se ve mucho en el mundo infértil. Se nota que tanto deseo acumulado prepara para disfrutar hasta de lo inverosímil. O forja la paciencia, no sé. En un punto, es una cuestión de perspectivas, porque ¿cómo no relativizar los problemas de la maternidad sabiendo que la otra opción era no tener hijos? Bueno, alguna ventaja tenías que traer, maldita infertilidad...

lunes, 21 de marzo de 2016

Doce años

Hoy se cumplen 12 años desde el primer beso que nos dimos con IC. Al día siguiente me dio las llaves de su casa, al tiempo tuve un estante en el placard, pocos meses después me instalaba con mis petates para arrancar oficialmente la convivencia. Podría decirse que nos encontramos dos locos con las mismas ganas de amar, y le pusimos garra. En estos doce años todas fueron rosas. Naaaah, ni a palos, tuvimos nuestras peleas bravas, bravísimas, para colmo los primeros cinco años de relación vivimos al lado de mis suegros, imaginen el cuadro. Costó acomodarnos, construir lo nuestro, nuestros códigos, nuestras condiciones; él muchas veces se desconcertaba, yo fui muy pesada, pero supongo que no tanto, porque acá estamos. Algunas cosas nos salieron muy fáciles, otras muy difíciles. Seguramente si no hubiéramos estado juntos no nos hubieran pasado las mismas cosas, pero ni aun así me arrepiento de nada. Con los años el amor creció: con cada palo de la vida, creció. Con cada pelea que ayudó a que nos entendiéramos mejor, creció. Con cada drama, creció. Y sigue creciendo, y multiplicándose ahora también, en épocas más felices. Ojalá sigan las épocas felices, y ojalá siga creciendo el amor, el motor de mi vida.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Las cosas que me pregunto

Me pregunto cómo voy a hacer para que Emilia pueda ejercer su lugar de hermana mayor desde allá, lo más profundo y brillante del cielo, sin por eso confundir/angustiar/hacer frickiar al bebé/niñ@ nuevo. Para nosotros es muy natural la presencia de Emilia en nuestra casa; para mí en particular es muy natural también desafiar la incomodidad de la gente y hablar de ella cuando se me cantan las ganas. La más de las veces sucede que los demás se enganchan recordándola y siempre terminamos riéndonos de alguna anécdota o de alguna particularidad de su carácter, y espero que sea exactamente esa naturalidad la que rija la relación de este bebé con su hermana mayor. Pero a veces temo que se lo termine tomando tan natural que vaya por ahí diciendo que tiene una hermana que nadie ve, y que la marquen por eso.
También me pregunto cómo se hace para naturalizar un concepto tan difícil como la muerte para un bebé/niño pequeño. Se supone que hay edades para ir introduciendo a los niños a los conceptos existenciales difíciles, a medida que vayan preguntando, y eso. Pero si tengo fotos de Emilia, seguramente el bebé nuevo va a preguntar dónde está ella mucho antes de lo que preguntaría por la muerte. A su vez, no tener fotos no contribuiría a mi deseo de naturalidad... No sé, es simple y complicado a la vez. Lo único que sé es que este bebé va ganando una existencia más real y concreta para mí, y empiezan a aflorarme preguntas que no tengo idea de cómo responder.

martes, 1 de marzo de 2016

Bajo riesgo

Tenemos los resultados del tan temido triple screening: dan muy bien, muchísimo mejor de lo que se espera por mi edad, muy bajo riesgo de las principales trisomías, bajo riesgo de preeclampsia, bajo riesgo de restricción del crecimiento intrauterino. Bajo riesgo, música para mis ojos. Estuve muy tranquila esperándolos, creo que los nervios se me pasaron cuando vi a la ranita moverse en la pantalla, cuando vimos su corazón... Sin embargo me abalancé como una desesperada sobre los resultados y sentí un profundo alivio cuando los vi tan buenos. Acto seguido me acordé del comentario de una lectora que cuando estaba haciendo mi descargo de por qué NO me quería hacer este estudio me dijo algo así como "Bueno, si sale bien es un motivo más para estar tranquila" y sí, la verdad que sí, me sentí super feliz y aliviada, como si hubiera sido la fan Nº1 del triple screening. Se hace lo que se puede en este camino de las angustias.
Por lo demás, sigo viviendo en una nube de felicidad. Creo que estoy pasando por un momento muy feliz, y viví tan infeliz durante tanto tiempo que se está potenciando al infinito; digamos que estoy casi maníaca, pero de felicidad. No se me va.
Cuarenta veces al día sueño despierta con mi casa sumida en ese raro silencio que tiene a media mañana, la luz alegre que entra por las ventanas iluminando mi cama, y me imagino el momento en que pueda levantar a esta ranita por debajo de sus axilas, sosteniendo su cabecita con el resto de los dedos para que no se le bambolee, y pueda por fin meter mi nariz en el pliegue calentito de su cuello con olor a bebé, tibio olorcito a bebé mezcla de leche con miel, y me inunda una felicidad que me duele, me dan ganas de llorar. Así es la felicidad para mí en estos días, una emoción enorme ahí, a flor de piel, buscando siempre una excusa para salir.