miércoles, 19 de junio de 2013

Ser mujer

Cuando era chiquita moría por tener zapatos de charol. Mis padres me los tenían estrictamente prohibidos, porque consideraban que el charol era "cache", lo mismo que dejar a las nenas salir con las uñas pintadas o con zapatos de taco. Yo, por el contrario, opinaba que todo eso era hermoso y hubiera sido feliz si me hubieran permitido hacer uso de las tres libertades en simultáneo. Yo era tan femenina que no aguantaba las ganas de crecer para poder usar corpiño y salir pintada. Solía pedirle a mi mamá que me prestara su camisón largo rojo, sus tacos, y que me dejara maquillar con sus cosméticos; andaba así disfrazada toda la tarde imaginando diálogos, poniéndome uñas postizas, mirando dibujitos, tomando el café con leche, siendo niña jugando a la señora.
Es increíble cuánto cambió en mí esa imagen de "mujer" y del mundo femenino en general, ¡qué difícil reconocerme en esa nena coqueta! No es tampoco que ando hecha un desastre ni nada, pero los años pasaron, fui a la facultad, viajé, vi, escuché, conversé y leí cosas que cambiaron mi percepción respecto de casi todo, principalmente respecto de lo cultural. Y ya no pude volver a desear tan inocente y compulsivamente pintarme y ser sensual, porque entendí un poco más las razones que movían esos hilos, y  desenmascarar de manera tan cerebral el juego del deseo me resultó sorprendente, pero en un sentido medio negativo.
A veces extraño esas ganas locas de ser grande que tenía de chica.

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