lunes, 20 de enero de 2014

Escuchar el corazón, toma II

Ahora le late más tranqui, apuradito, pero ya no ritmo colibrí. Si bien era mi segunda vez, lloré el doble; un poco porque volví a ir con inmensos nervios a la ecografía y otro poco porque estaba IC y sentí que podía llorar a mis anchas: él iba a saber llegar al ascensor, abrazarme entre piso y piso, alcanzarme pañuelitos y llevarme hasta el garage. Gracias a la destreza de la ecografista, en vez de una mancha blanca movediza metida en una bolsa sobre fondo negro vimos la cabeza (alta cabeza), el cuerpito, los esbozos de piernas y brazos. Y el corazón, que en la escena aparece titilando, como la luz de un faro que se prende y apaga. Ya tiene un tamaño que permite distinguir todas sus partes y eso lo creció en una semana; la vez anterior era tan chiquito que no se podía ver nada, solo el embrión y el saco vitelino. IC se reía y seguía, deslumbrado, el dedo de la médica por el monitor; yo no sé, hice lo que pude, miré hasta donde las lágrimas me dejaron y me dediqué más bien a sentir felicidad.
Los nervios feroces creo que los debo a que me tocó hacerme la ecografía en la semana 8 + 5 (ocho semanas y cinco días), que es exactamente el momento en que mi embarazo anterior se detuvo.
Este, por el contrario, parece querer seguir.

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