lunes, 23 de junio de 2014

Y después la calma

Después de mucho hablar y mucho llorar durante tooodo el fin de semana, por fin llegó el momento en que me volvió la paz al alma. Entendí, no, más bien sentí, hice carne la idea de que Emilia representa para mí la finitud de la vida, lo inasible de la existencia y que con ella cada día va a tener que ser una fiesta, una pequeña victoria, una batallita ganada. Y no, no va a llegar ese día que mi mente ansía tan desesperadamente en que la certeza abarque y asegure el futuro; no chiquita, vas a tener que vivir cada día con plena conciencia y conformarte con esta única, pequeña, certeza: hoy la tuviste y la disfrutaste. Mañana empezamos de nuevo. Y de alguna extraña manera esto no me resulta desconocido, porque me sucede a diario al despertar, cuando algún roce, alguna patadita, algún temblor en el centro de mi cuerpo me recuerda, alegremente: "¡Cierto! Emilia, estás acá", y la acaricio como puedo, a través de mi piel.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario