lunes, 12 de agosto de 2013

Contando votos

Ayer me tocó ser "autoridad de mesa" en las elecciones de pre-candidatos a senadores y diputados. Me sorprendió que me citaran; primero, porque nunca me había ocurrido hasta ahora, y, segundo, porque a mi mamá la citación le llegó tanto antes que a mí, que para cuando cayó el telegrama en mi casa yo ya estaba relajada de la vida pensando que había zafado una vez más. Error.
La primera reacción fue pánico; la siguiente, malhumor; la tercera, aceptación pero con nervios, un proceso medio raro que me llevó a concurrir, obedientemente, a la charla de capacitación que ofrece la cámara electoral.
Lo peor fue tener que levantarme un domingo a las 6.30 am por razones ajenas a mi voluntad. Por lo demás, estuvo muy bien; es más: tengo que reconocer que me gustó participar. Mejor así, porque según reza el mito urbano, una vez que te llaman ya no dejan de hacerlo.
Habiendo estado del otro lado del mostrador, tuve la oportunidad de comprobar en carne propia que la gente responde de acuerdo al estímulo con el que se la interpela; por esta razón, traté con mucha amabilidad a las 285 personas que pasaron por mi mesa, hice todos los chistes que pude y, en general, me esforcé por hacer que fuera un momento ameno para todos (fundamentalmente para mí, que tuve que estar en la escuela desde las 7 de la mañana hasta las 8.30 de la noche). El resultado fue que no tuvimos un entredicho con nadie, todo el mundo (o casi) devolvió la amabilidad, y la jornada en general fue mucho menos dura de lo que me imaginaba.
Después vino la etapa del recuento de votos. Ahí se juega la política, es el momento en el cual uno siente y comprende realmente lo que está haciendo y la responsabilidad con la que carga. Algo de adrenalina; 100% de atención puesta en los papelitos de colores, a pesar del cansancio arrastrado del día; alguna discusión con un fiscal demasiado metido, con otro que pretende que le firme planillas en blanco, pavadas.
Más tarde aún, al término del día, esa sensación de orgullo, de alegría, de que participaste de algo colectivo e importante, y el enorme cansancio que te invade, como una manta que te cubre de a poco.

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