jueves, 8 de agosto de 2013

Quién sabe


Después de todo, quién puede estar tan seguro de lo que quiere. Yo pasé muchos años diciendo un montón de pavadas, o lo que es peor: creyendo un montón de pavadas, y de pronto pienso todo lo contrario o muy/bastante lo contrario. Tal vez creo que quiero algo, pero en realidad solo se trata de un simple capricho; el clásico berrinche de la que fue hija única durante sus buenos –casi– ocho años y le niegan la felicidad del caramelo. 
Pero para ser francos, ¿quién me asegura a mí que una vez que lo logre seré feliz?

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