viernes, 13 de septiembre de 2013

La cama nueva

Hoy llegó la cama nueva. La primera que compramos en conjunto con IC y la primera que compramos en nuestras vidas por separado también. Hasta ahora subsistimos durmiendo en un colchón que nos regalaron mis suegros hace como nueve años -cuando decidimos jugarnos por la convivencia, a los 10 meses de conocernos-, apoyado sobre la base de un fouton abierto, que -esa sí-  fue mi primera adquisición vinculada al descanso (a menos que consideremos la bolsa de dormir como la primera, en cuyo caso el fouton pasaría a la cola). Como es sabido, un fouton está diseñado para armarse y desarmarse, por lo que es flexible y móvil, al estar dividido al medio: la "parrilla" sobre la que se apoya el colchón está compuesta por dos partes que se unen con tornillos y eso es lo que se sube y se baja formando el sillón, forma en que lo usé durante el tiempo que viví sola y durante los primeros meses en la casa de IC también: de día sillón; de noche, cama. Al cabo del tiempo, es inevitable que el mecanismo se estropee e igualmente inevitable resulta que cuando uno se sienta de un lado para, ponele, ponerse las zapatillas, haga "QUIQUI"; pero un "QUIQUI" grave, no así de simpático como se lee escrito, sino como uno dicho por un ogro, molesto y buchón. En el silencio de la noche, darse vuelta también era un tema, dependiendo del lugar sobre el que estuviera apoyado el compañero; todo esto para no hablar de las escenas de la vida pasional, porque uno está tan concentrado en otra cosa que no presta atención a los ruidos, pero imagino que debían constituir una pieza de orquesta bastante delatora.
En el medio, armamos un hogar que más o menos nos representara en el espacio que los -intocables- muebles de la nonna nos dejaban; luego, nos mudamos a una casa que triplicaba el tamaño de la anterior y la fuimos armando de a poco, pero -inexplicablemente- mudamos la "cama" con nosotros. Supongo que lo hicimos, fundamentalmente, por un tema económico y luego, pasada la primera época de austeridad y de otras prioridades, lo mantuvimos así por la costumbre, por esa cosa del statu quo; no sé, no se nos ocurrió o no pudimos o no quisimos cambiar nuestra cama hasta ahora. Y la verdad que nunca me había puesto a pensar en la dimensión simbólica que conlleva esto, en todo lo que representa, y en lo raro que es que hasta ahora no nos hayamos comprado una. Siempre lo analicé en términos prácticos, económicos, de vagancia, de cuelgue, etc., pero recién ahora que finalmente lo hicimos y compramos el fundamento de nuestros sueños en la medida, el color, la textura y los resortes que quisimos, me doy cuenta de la cabal importancia de haber vivido todo este tiempo en una cama ensamblada con algo mío adaptado a algo elegido por mis suegros.
Sin intenciones de ser malagradecida ni darle más vueltas a algo que -creo- no reviste tanta importancia, me asombra un poco que hayamos pasado tanto tiempo de esta manera y me alegro MUCHO de poder inaugurar esta nueva etapa que siento que estamos comenzando con nuevos sueños y mucho amor, todos ellos generados en esta cama nueva, nuestra, elegida, catada y paladeada íntegramente por nosotros ♥

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