lunes, 30 de septiembre de 2013

Lo inesperado

A los ignorantes como yo, el puerto de San Clemente del Tuyú, más que puerto, nos parece un amarradero. Nunca antes había estado ahí, así que le hice seguir a IC las flechas que indicaban "Puerto para allá", "Ahora para acá", "Después para allá", "Ahora dobla acá" y "Listo, llegaste", con mucha ansiedad por conocer el lugar. Atrás, mi suegra y la madrina de IC, con quienes viajamos el fin de semana a la costa para despedir las cenizas de mi suegro. Llovía a cántaros y fue un poco una decepción ver que de puerto no tenía más que un par barquitos pesqueros de morondanga. Lo que salvó el mediodía brumoso de la total tristeza fue que, al igual que en los demás "puertos" que conozco, aunque a menos escala, habían algunos restaurantes especializados en pescados. Nos metimos en uno cruzando los dedos y nos atendió un mozo un poco fanfarrón que nos prometió que probaríamos los platos más ricos que la ría nos pudiera brindar. Lo cierto es que comimos la picada de mar MÁS RICA de mi vida, así que ahora no sé si es mozo era fanfarrón o simplemente sincero.
Entre cornalitos, chipirones y vino blanco brindamos a la memoria de J., y también por los círculos que se cierran, que siempre permiten que otros nuevos se abran.

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