jueves, 5 de septiembre de 2013

Lo tuyo es mío y lo mío es tuyo

La tranquilidad de los padres pasa por saber bien a sus hijos; la de los hijos, por saber bien a sus padres. Es como un círculo mágico de constitución dudosa: preocupación, altruismo, narcisismo y afecto, en parte más o menos equilibradas. Mi papá quiere darme todo lo que tiene para quedarse tranquilo; yo quiero que se quede con todo lo que tiene para quedarme tranquila. No podemos así. Él se enoja porque no acepto su ofrecimiento y trato de hacerle entender que, al igual que él, yo también me preocupo por su futuro y que necesito saber que, llegado el caso, tiene recursos con los que contar. Él me dice que no se puede rechazar un regalo y yo le digo, entonces: muchas gracias, te regalo mi regalo. Y así seguimos por un buen rato, mientras nos tomamos el café.

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