martes, 24 de septiembre de 2013

La primera entrevista

La primera entrevista en un centro de fertilidad y yo todavía no puedo conectarme ni con el lugar ni con la situación. Me doy cuenta de que sigo incrédula, en etapa de negación: no puede ser que esto no suceda de manera natural, no puede ser que sea una más del montón de parejas que pueblan esta sala de espera futurista y transparente. Sí, de hecho lo es, y estoy ahí, físicamente, pero me muevo con incomodidad entre las butacas Bauhaus y esos pares de ojos que acuerdan tácitamente no mirarse. Trato de no mirar yo también, pero me da curiosidad ver los rostros de los otros.
La médica, simpática. Me distraen un poco sus dientes postizos frontales, muy perfectos en comparación con el resto de las piezas. La mente se me fuga por la ventana que tiene detrás, por donde veo dos obreros trabajar en la terraza de la casa de enfrente. Escucho que IC cuenta su parte, entusiasta, ¿tenso? La doc nos muestra en una pantalla cómo se mete una jeringa adentro de un óvulo y yo, incómoda, solo veo la resistencia del óvulo, el espermatozoide que avanza, retrocede, y finalmente es lanzado al interior de una célula que se resigna a aceptarlo. La magia de la tecnología puesta al servicio del milagro de la vida.
Nos mira los estudios, nos explica opciones, nos pide algunos estudios complementarios que van a ayudar a decidir el tratamiento más adecuado. Pros y contras de baja y alta complejidad. La médica se pone a nuestra disposición, me da su número de celular y nos saluda cálidamente en el marco de la puerta.
Una vez en la vereda, IC me confiesa que estaba nervioso antes de la entrevista. Me da ternura que me lo diga; le sonrío grande y me le abrojo un poco.
Estoy emocionalmente suspendida, creo.

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