domingo, 3 de noviembre de 2013

Domingo

La calma de saber que ya no hay más pinchazos. Ayer fueron los últimos tres y lo festejé como Maradona el gol a los ingleses en el 86.
El domingo me agarra tomando mate frente a la compu; IC todavía duerme y una suave brisa me cosquillea en los pies; los cobayos se asoman para sentir a qué huelo hoy y escucho los pájaros del barrio cantar por ahí. Siento una rara mezcla de alegría, calma y perplejidad; rara pero linda. Alegría porque se terminó una etapa del tratamiento, la más larga, la más pesada, y alegría también por la posibilidad que se nos abre por delante mañana; calma, porque ya nada me pone tan nerviosa como los pinchazos, ni siquiera el temita de la sedación y de la aspiración de óvulos; y perplejidad porque todavía no puedo creer que mañana, si todo sale bien, en un laboratorio luminoso y cibernético va a comenzar el proceso que puede culminar en vidas humanas, mis -potenciales- hijos.
Es tan de ciencia ficción que no me entra en la cabeza 

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