martes, 12 de noviembre de 2013

La razones de nuestro silencio

¿Por qué solo un puñadito de grandes amigos saben de la espera que estamos atravesando? ¿Por qué decidimos/sentimos/nos salió no compartirlo con la familia y los amigos in extenso? Un poco supongo que viene de la mano del pudor del acto de concebir un hijo, que en condiciones normales se da en lo más profundo de la esfera de lo privado y que permanece desconocido para todos hasta tanto la pareja decida comunicarlo al afuera. Otro poco -bastante- tiene que ver con la relación particular que tengo con mis padres, que me vuelve reticente a compartir con ellos las emociones fuertes: falta de empatía, inestabilidad emocional y dificultades para expresar los sentimientos (mi madre) y dramatismo y negativismo (mi padre), son las características que más me afectan e irritan de ellos; si a esto le sumamos que los roles "adultos-niños/padres-hijos" en mi casa han sido históricamente invertidos, se comprenderá que no me sienta cómoda reposando en ellos. Un tercer elemento tiene que ver con el manejo de las ansiedades propias y ajenas, que hace que nos resulte preferible poner un cerco perimetral que nos proteja de la invasión para autopreservarnos y lograr mantener la calma.
También estará la consabida precaución, supongo. Porque cuando el año pasado las cosas salieron mal, además de nuestra propia pena tuvimos que lidiar con "los Otros": ese colectivo que, de alguna manera, se sintió interpelado y al que hubo que ubicar para lograr que se respete el deseo de intimidad y silencio que nos urgía.
Supongo que no es cuestionable cómo cada uno siente que debe manejar los episodios vitales de su vida; lo que me da pena es que no sienta compartir con ellos las cosas importantes.

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