viernes, 13 de diciembre de 2013

Mi historia con el rojo

Tengo un tema con la mirada de los otros que me viene de muy chica. Está ligado a un recuerdo de los primeros días en el jardín de infantes, en un país extranjero cuyo idioma desconocía, cuando la maestra me obligó a salir al patio para socializar con el resto de mis compañeros en vez de quedarme entre sus polleras, como había hecho durante la primera semana. En principio la intención estuvo bien, pero fue ejecutada con un método tan brutal que no se puede creer: me llevó al patio engañada y ni bien puse un pie afuera cerró sorpresivamente la puerta tras de mí, sin avisarme. Nada, me tiró a los leones. Ni bien me di cuenta de la trampa, giré aterrorizada y empujé la puerta con toda la fuerza que me cuerpito de 4 años me permitió. No sé de dónde saqué la polenta para compertirle a un adulto, pero lo cierto es que con mis dos trencitas le presenté batalla. Por supuesto que después de un breve tira y afloje la puerta se cerró maciza, sonora, y yo me quedé llorando angustiada del lado de afuera, con mi campera roja. Quedé paralizada, chupándome el dedo, clavada en el patio, y el semicírculo apretado de chicos curiosos no tardó en formarse a mi alrededor. Me miraban y me hacían preguntas que yo no podía entender; supongo que preguntaban qué me pasaba, que por qué lloraba, pero yo no entendía y solo me quería ir. Como Lorenzino. Que tanto tiempo después haya estudiado Cs. de la Comunicación es un dato que en este contexto se explica solo.
Tengo 38 años y es el día de hoy que no puedo contar esta anécdota sin que me den ganas de autoabrazarme, de lo mal que lo pasé. Recuerdo como si fuera ayer las miradas clavadas en mí, la impotencia de no poder comunicarme, el miedo de estar ahí sola  y la enorme congoja que me hacía llorar con hipo. También me acuerdo del brazo izquierdo de la campera lleno de mocos. No recuerdo mucho más, no sé cómo terminó el día.
Ya de grande, un día reparé en que no toleraba usar ropa roja. No entendía por qué, el color me gustaba, solo que no lo podía llevar puesto: sentía que llamaba demasiado la atención. Hice terapia, traje a colación este recuerdo y ¡milagro!: volví a usar rojo.
Qué increíble es la mente.

2 comentarios:

  1. si la mente programada, pero lo importante abrazar a esa niñita herida y decirle que la amamos, que estamos ahí para cuidarla y que ya paso, sabes para mi es mágico decir si pero ya paso, todo pasa. Me alegro saber que lo superaste . Feliz Navidad.
    Siempre te leo, he estado enferma sin mucha fuerza para contestar, pero te leo. Que conmovedor tu relato.

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    1. Uh Anónimo, espero que lo tuyo no sea nada grave y que te mejores pronto, así pasas las fiestas con ánimo!! Gracias por estar siempre por acá, y sí, por suerte, ya pasó. Beso grande! :)

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