viernes, 26 de junio de 2015

Pequeños cambios, grandes logros

Siempre me costó decir las cosas difíciles, nunca fui de las que te cantan las 40. Supongo que por mi extraña necesidad de agradar, cierto pavor a las peleas, una incomodidad innata frente a la posibilidad de herir o simplemente por mi personalidad, un gran combo, no lo sé, siempre me costó decir las cosas malas y muchas veces me las guardé, solo para no tener que lidiar con la situación. El problema es que lo no dicho se queda adentro y uno empieza a darle más vueltas de las saludables, entonces todo ese paquete de ideas rumiadas se convierte en una carga negativa difícil de ubicar. En esta nueva etapa que estoy armando, este defecto heredado no tiene lugar. Con la recaída de mi papá me asombré al escucharme decir: "No puedo ni quiero hacerme cargo de esto sola como la otra vez". Y funcionó: no solo no pasó nada malo (la gran fantasía que tenemos las hiper-responsables), sino que se armó la red a mi alrededor y entre todas nos vamos distribuyendo las responsabilidades. Se ve que con este resultado positivo reforcé el proceso, y así empecé a despuntar el vicio. Me di cuenta de que cuando las cosas se dicen con amor no hay límites para lo decible. Cuando el verdadero objetivo es comunicar -no explotar, ni agredir, ni demostrar hartazgo, sino resolver-, y cuando esa intención busca la mejor manera de expresarse, no puede fallar.
Hace un par de días recibí unos mensajes de mi amiga F. en los que me contaba que se acababa de acordar de Emilia. Esto es muy frecuente entre mis amigas y me encanta que así sea, sobre todo que me cuenten por qué la recordaron, o los sueños en los que la sueñan. El problema es que mi amiga F. tiene una visión muy dramática de la vida, que va en sentido contrario al rumbo que trato de darle a la mía. Así fue como me contó que estaba en el kinesiólogo, que había muchos bebés con bronquiolitis esperando para sus masajes, y que ella se ponía mal de escucharlos llorar; acto seguido se había angustiado pensando en su hija y luego se había sentido ridícula al ponerse mal por eso, después de todo lo que Emilia y yo habíamos tenido que pasar, que es terrible. Zaz. Se me cerró la garganta; la sonrisa se me congeló en una mueca dolorosa. En otro momento hubiera hecho algún comentario para salir del paso, hubiera cambiado de tema, y la hubiera evitado en lo sucesivo para no exponerme a potenciales nuevos comentarios de esa índole. Pero ahora no, ahora estoy practicando para transformarme. Entonces después de meditarlo unos instantes le contesté que no lo tome a mal, que lo que le iba a decir proviene justamente del amor que le tengo; que yo todos los días hago un gran esfuerzo por levantarme y ponerle una sonrisa a la vida y que los comentarios de esa clase me hacen mal. Que sé que habla desde la empatía y que me quiere decir que me entiende, pero que me serviría más que me ayude a recordar lo bello que hubo y que me acompañe a recorrer todo lo bueno que seguramente vendrá. QUÉ LIBERACIÓN. Puedo. PUEDO.
Por supuesto mi amiga se quiso morir, me pidió un millón de disculpas, se sintió horrible, etc. etc. No importa. Lo que importa es que: 1) No me quedé rumiando: lo saqué. Fuera bicho. 2) Ella va a tener más cuidado la próxima vez. Misión cumplida.
Cosas que eran tan complicadas, se van haciendo simples. Qué felicidad.
Gracias Emilia, gracias homeopatía, gracias N. ♥

4 comentarios:

  1. muy pero muy bien, te entiendo porque solía quedarme rumiando y ahora con humor y amor puedo decirle al otro lo que me pasa, al fin y al cabo ese otro no es adivino, verdad?
    te mando un gran abrazo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Jajaja no, tal cual, nadie es adivino! Eso me decía siempre mi vieja: "hay que decir las cosas porque sino el otro no entiende, no es adivino", lástima que no sea tan fácil... Beso grande!

      Borrar
  2. Me encanta verte así.Nos tenemos que quedar con lo bueno y poder decir lo que sentimos a veces con determinadas palabras.Está claro que tu amiga no quería hacerte daño pero a veces es necesario esos toquecitos de atención.Además, tu mente te lo agradece.

    Lo estás haciendo genial.

    Un beso enorme.

    ResponderBorrar