viernes, 19 de julio de 2013

El turbio encanto de Twitter

Tengo una cuenta de Twitter que uso solamente para seguir a otros (yo jamás tuiteo nada). Sí, es cierto: dicho así, suena bastante stalker, pero juro que no lo es; simplemente siento que no tengo la personalidad que se necesita para transmitir cosas con la capacidad de síntesis que requieren los 140 caracteres, lo cual no obsta, por supuesto, que me divierta mucho leyendo lo que los demás tienen para decir en tan breve espacio. En la mayoría de los casos -por lo menos entre las personas a las que sigo yo- las intervenciones suelen darse bajo el signo del humor: se trata más bien de chistes filosos acerca de temas dispares, por lo común relacionados con la noticia del día, sea esto lo que sea; es decir, si hubo una muerte, los chistes más ácidos al respecto van a estar ahí. Por momentos uno siente que realmente los tuiteros no tienen límites, que no respetan nada ni el sufrimiento de nadie... El pajarito azul suele ponerse bastante cruel en ocasiones, pero las más de las veces uno llora de risa interna con esa potenciación catártica y colectiva que se genera frente a cosas que, en verdad, no son graciosas.
De los tuiteros, más allá de la actitud infantil de sentirse impunes tras la máscara del avatar (son pocos los que tuitean tan jodido con su nombre y apellido), una de las cosas que más me llama la atención es la pose constante a la que se aferran. No vamos a decir "todos" porque las generalizaciones son absurdas, y más en un medio tan heterogéneo como ese, pero por lo menos los miembros de cierto grupo imaginario hacen de sí mismos un personaje ácido, sagaz, "inteligente", inconformista, soberbio y sobrevalorado, que se siente en coma moral si hace/ve/piensa o dice lo que haría/vería/pensaría o diría una persona común y corriente, que no se destaca en el mundo virtual que encarna Twitter. Por poner un ejemplo: la otra vez alguien a quien sigo -una muy famosa guionista de series exitosas, que tampoco vamos a decir que son la versión televisada de las tragedias griegas...- se quejaba, con total desprecio, de que alguien se había referido a ella como una persona "macanuda". Textualmente: "Me dijeron 'macanuda'. Me quiero morir". Acto seguido: "Soy cualquier cosa menos 'macanuda'. Que asco". Probablemente sea una persona "macanuda" en la vida cotidiana, y probablemente hasta le guste serlo, pero vaya uno a saber por qué se siente en la obligación de sostener el personaje de la mala malísima, arrogante y superior, que mira desde un pedestal a la pobre y pedestre Doña Rosa (que consume las series que ella escribe), que la considera una persona "macanuda".
Preguntarme por qué la gente prefiere hacer del mundo un lugar hostil teniendo la posibilidad de hacer de él un lugar amable y armónico es más o menos lo mismo que preguntar por el origen de la conducta humana: inútil e inabarcable. Supongo que es gente que tiene cierto bloqueo emocional que los limita afectivamente y que los conduce a tener conductas de evitación frente a la apertura de los otros (por delinear una hipótesis cualquiera); pero creo que la pregunta más justa sería: ¿por qué esa clase de gente tiene un montón de seguidores? Sin ir más lejos, gente como yo.


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