lunes, 15 de julio de 2013

Hacer pan

Últimamente los fines de semana se me dio por hacer pan. Hay algo que me fascina en eso de ver fermentar la levadura, el contacto pegajoso con la masa, la energía que se pone en el amasado, el ver crecer el bollo hasta duplicar su tamaño y, más tarde, la satisfacción de comer el resultado de todo ese proceso. Me resulta mágico.
Una vez leí fragmentos de un texto de Hanna Arendt en el que distinguía tres esferas en la condición humana: la esfera de la labor, la del trabajo y la de la acción. La labor sería aquello que estamos compelidos a hacer en tanto especie humana a fin de garantizar nuestra supervivencia y está compuesta por actividades condenadas a perpetua erosión: el alimentarse, trabajar la tierra, cosechar, hacer pan, etc., actividades cuyo ciclo termina en su propia destrucción. El trabajo vendría a estar en un escalón "superior", es una dimensión en la que el hombre ya se despega de su necesidad más básicas y se convierte en homo faber, es decir, ya fabrica cosas que no forman parte del sustrato básico imprescindible, pero que, sin embargo, implica actividades que siguen sometidas al plano de la necesidad, como, por ejemplo, fabricar utensilios, herramientas, mobiliarios, etc. Se avanza un casillero en el sentido que las cosas ya no se reducen a un ciclo a corto plazo que implique ser consumido en forma destructiva. En cambio la acción vendría a ser la esfera propiamente humana, nuestra especificidad como especie, aquella dimensión donde tiene eje la libertad, ya que es lo que permite al hombre comprender el sentido de lo que hace. Es decir que entiende la acción como productora de sentido. Bueno, todo este rodeo para decir que yo me quedé fascinada por la descripción que hacía de la labor, por la imagen del hombre trabajando la tierra para obtener el trigo con el que haría el pan que más tarde comería, sin mayores posibilidades de almacenaje, y que estaría condenado a perecer en esa ingesta y dar así lugar a un nuevo ciclo. Me imagino que en realidad la acción debería ser la estrella del texto, pero yo me quedé chocha con eso del pan y el proceso simple y complejo que lo rodea. Podría decirse que divagué un poco, lo cierto es que ese texto me quedó en la memoria como un texto que me condujo por caminos insospechados y que en su momento despertó en mí un montón de fantasías como que quería irme al Bolsón a hacer dulce (cosa que creí fervientemente durante algunos años más, pero que finalmente después, cuando realmente pude hacerlo, no hice).
A modo de compensación, entretenimiento y gozo variopinto hago pan, y quedo encantada con el proceso.

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