miércoles, 24 de abril de 2013

La variación del interés



Conseguí un ejemplar de Los autonautas de la cosmovía, de Julio Cortázar, en una librería de usados por la calle Lavalle. Ni bien salí del tétrico y polvoriento local con el tesoro recién adquirido bien apretado entre las manos, me sentí hecha una bola de felicidad, una bola ansiosa por subir al colectivo y conseguir un asiento que me permitiera comenzar a recorrer, sin más demoras, curiosa y espiona, esas páginas plagadas de anécdotas, fotos, mapas, dibujos y demás rarezas (sobre todo considerando que se trata de un libro de los '80 impreso a un solo modesto color sobre papel obra).
Nunca me había atraído ese libro hasta ahora. Tampoco lo tenía muy presente, en realidad: sabía que Cortázar había hecho un viaje “París-Algún lado” en una especie de casa rodante y también que lo había documentado en un libro, pero justamente el que se tratara de una obra de non-fiction no me resultaba particularmente atractivo.
Eso hasta que vi ese documental en el canal Encuentro sobre su vida, donde uno pasa por la inenarrable experiencia de ver en “directo” (extemporáneo) al gigante Cortázar hablando, descontracturado, desde el living de su departamento parisino, arrastrando un poco la R, tirándote una porteñada aquí y allá, riendo cómplice, y contando -entre tantas otras cosas- ese viaje descabellado que resultó en libro, ese recorrido surrealista de principio a fin que implicó andar durante un mes sin salirse ni un día de la autopista, con su última mujer como única compañía y con la intención de sacar algún buen escrito de todo eso. El aditivo de que esta haya sido la última gran aventura que compartiera aquella singular pareja le agregó un poco más de picante a la cosa y el combo hizo que necesitara leerlo. Cuestión que en eso estoy, disfrutando algunas páginas más que otras (hay que tener en cuenta que el libro fue escrito entre los dos -Carol Dunlop y J. Cortázar- y si bien no firman los capítulos puede reconocerse la diferencia de estilo de ambos con cierta facilidad), enfrascada en la lectura de ese recorrido metafísico que otros hicieron y que a mí me transporta.
Para quién desee leerlo on-line, se encuentra con bastante facilidad en pdf en la web; yo, por el contrario, para muchas cosas sigo perteneciendo a la vieja guardia, la del papel encuadernado, del libro-objeto, de las hojas amarillentas y el olor a polvo de biblioteca. 

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