lunes, 22 de abril de 2013

Tiene nombre



“Se llama frustración; esa sensación desagradable que estás sintiendo en este momento es F R U S T R A C I Ó N. Enfrentálo”, me dije a mí misma frente a la heladera, mientras seleccionaba abstraída las letras-imán con las que escribiría el sentimiento bajo la caparazón de una palabra: la F roja y grande, la R amarilla y chata, la U en verde con trazo doble…
Medio patético como sentimiento, la frustración. Suena a resentido, a mediocre, pero lo cierto es que negarlo no lo va a hacer desaparecer, ni se va a volver noble por omisión. 
Sin saber bien a qué atribuirle la nube negra que había tenido estacionada sobre la cabeza todo ese domingo, me pregunté malhumorada: “¿A ver mi reina, qué es eso que estamos tratando de caretearnos con tanto ahínco?”. Y ahí se me reveló: la maldita frustración de desear algo hace mucho tiempo y no lograrlo. Saberlo así, de manera consciente, no es que me cambió el humor ni nada, pero se supone que subí un peldaño en la escalera del autoconocimiento (?)

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