martes, 28 de mayo de 2013

La lluvia

Llueve con una fuerza tremenda en Buenos Aires, como si desde arriba estuvieran decididos a terminar con la mugre de las veredas y el otoño acumulado en pilas de hojas amarillas en los cordones. Llueve y los medios de comunicación empiezan a alertar, exultantes, tremendistas, a la población, que todavía intenta sacudirse el miedo de la última inundación y sus casi 60 muertos. Llueve, y todos nos sentimos un poco vulnerables, algo desamparados, primitivamente inquietos, como si se nos activara el gen básico de la supervivencia y nos dijera que esto que está pasando es muy lindo para ver, pero que te descuidás y puede ser la tragedia misma; el cliché idílico de la lluvia detrás de un ventanal transmutado en un periquete en el horror del agua que todo lo arrastra, que todo lo tapa. La desoladora pérdida, que toma tantos rostros como personas afecta, haciendo de cuco en la memoria de Buenos Aires, y uno acá, esperando que pase. 

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