martes, 14 de mayo de 2013

Parada en el lugar equivocado

¿Puede ser posible que un asiento más a la izquierda de aquel frente al cual estoy pacientemente parada hace al menos tres cuartos de hora haya tenido una rotación de cuatro personas en 15 minutos, mientras que en los dos asientos cuya entrada tapono con mi ser y mis bolsas no hubo -en tres veces ese tiempo- ni un miserable atisbo de movimiento? Maldito colectivo, quiere convertir mis venas en raíces.
A veces soy una con el universo y le emboco: me paro en el lugar adecuado y un apretón de timbre después estoy felizmente sentada. Otras veces como hoy, observo atónita cómo las tres personas que tuvieron el buen tino de pararse consecutivamente en el mismo lugar se van sentando sucesivamente, cada una a su turno, siendo que cada nuevo ocupante no permanece en el asiento por más de cinco minutos. 
Muchas veces mi radar falla por azar y otro poco por obstinación: primer error, elegir mal dónde posicionarme; segundo error, hacer la martingala con los asientos, trasladar el método de la timba al colectivo. No funciona así, no se trata de una lógica regida por probabilidades; el sistema de vaciamiento de asientos responde a lógicas mucho más misteriosas para mí. 

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