miércoles, 2 de octubre de 2013

Ojos rojos

No, no tengo alergia a esta primavera remolona, que ignora el calendario y se esconde bajo los pliegues de mi frazada. Imposible tenerle alergia a lo que no llega. Lo mío es mucho peor: le tengo alergia a los cobayos. Eso dictaminó ayer la oculista de guardia que me atendió un mes después de que comenzara esta tortura de la picazón en los ojos; un mes me llevó convencerme de que no, no se iba a ir solo. Y no, tampoco era conjuntivitis, ni presión ocular, ni nada de lo que mis compañeros de oficina especularon (supongo que con algo de temor, en el fondo de esa preocupación).
"¿Y qué vas a hacer con los cobayos?", me preguntó -cruel- la doctora. "NADA, ¡¿qué voy a hacer?!". "Mmmmh... yyyy... pero si seguís con el foco de la alergia en tu casa..." vas a pasar los peores ocho años de tu vida, faltó que dijera (seguro lo pensó).
Por lo pronto, arrancamos tratamiento por diez días con gotitas varias, mucho lavado de manos cada vez que rasco sus cabecitas  y a cruzar los dedos, porque mi Felipe y mi Harry ¡no se van!

2 comentarios:

  1. ¡Claro que no!! yo haría lo mismo... tengo dos perras y si me dijeran que les tengo alergia a ellas, a sus pelos o a lo que sea que tenga que ver con mis bichitas... me daría exactamente igual. Son lo mejor!

    ResponderBorrar
  2. Son lo mejor, sin duda. Llego a la noche, muerta de cansancio y me pongo a jugar con ellos. Cuando les doy la comida se ponen TAN felices que empiezan a dar unos saltos que son increíbles, lloro de risa. Mirá si me lo voy a perder!!? Gotitas será... Un beso Mariana!

    ResponderBorrar